Home

Opinión

Artículo

Editorial

Político mata escritor

"Tras la inaguración de la Feria, solo veremos la foto del abrazo entre Santos y Correa"

30 de marzo de 2011

Colombia es un país extraño. Mientras en Buenos Aires y Guadalajara la Feria del Libro es inaugurada por grandes personalidades del mundo literario, en Bogotá la Feria la abren políticos.

 

Y a todo el mundo le parece bien. Quiero decir, a la gente del sector cultural le parece bien. A la gente del sector político le parece bien. Parecería que creen que la presencia de altos dignatarios del mundo político le otorga un prestigio mayor, un peso más contundente, una importancia que un escritor sería incapaz de darle.

 

Este año, la Feria será inaugurada por el presidente Juan Manuel Santos y su homólogo ecuatoriano Rafael Correa. Ecuador es el país invitado de honor, y si bien es cierto que la elección del país invitado corrió a cargo de la Cámara del Libro, una entidad privada, y tanto Cancillería como el Ministerio de Cultura se enteraron después, es difícil creer que detrás de esa elección no hay una estrategia política. De hecho, la elección de Brasil como país invitado para el año que viene sí fue consultada con Cancillería.

 

Eso no tiene nada de malo. El que haya una estrategia política, no es necesariamente criticable. Por una parte, es necesario asegurar que el país invitado se comprometa a llevar a cabo una inversión considerable, y esa inversión se logra desde lo político. Durante sus 24 años (con alguna excepción) la Feria del Libro en Colombia ha sido inaugurada por el presidente de turno. Y en otros países los presidentes también están en la inauguración, aunque no son los protagonistas. El hecho de que en Colombia las cosas sean como son, ha convertido esa fecha en un espacio importantísimo para que el gremio de la industria editorial consolide un escenario de negociación con el Gobierno, para que temas como la compra de textos escolares, o la Ley del libro, tantas veces puesta en peligro por los ministros de Hacienda de turno, se debatan. Y la inauguración acaba siendo una cita tácita crucial entre dos mundos que no tienen una comunicación constante.

 

Pero la implicación es triste. Primero, porque pone en evidencia que no hay otro espacio consolidado entre dos actores que se necesitan. Y segundo, porque si bien los editores necesitan hacer de su trabajo un negocio económicamente rentable (y las exigencias de rentabilidad son cada vez más acuciantes), quienes leen libros, es decir, quienes desde hace siglos mantienen viva la industria —y de hecho la salvan en tiempos de crisis—, quedan con la sensación de que los editores han olvidado a sus verdaderos protagonistas: los autores. Y no está de más recordar aquí que el editor no sería nadie sin su autor.

 

Es innegable que en esa inauguración hay cada vez más funcionarios en la mesa. Y que el espacio que debería ser dedicado al alma del libro lo está ocupando el dinero. El año pasado, los discursos del gerente de Corferias y del Presidente de la Cámara del Libro, Enrique González, fueron discursos políticos. En uno se afirmó: “los empresarios lo rodearemos, Presidente” y en el otro, se le recordó la necesidad de que el Estado vuelva a comprar textos escolares. Irónicamente, el único discurso apropiado para el recinto fue el del presidente Santos.

 

Pero aún así, ¿qué recogieron los grandes medios masivos, la radio y la televisión? Los cinco segundos que Santos habló de Chávez. Ni un solo noticiero pasó las reflexiones inteligentes (y hermosas, para qué) sobre la lectura que abrieron su discurso, ni uno sólo mencionó que el Presidente se refirió a la biografía de Nelson Mandela que estaba leyendo. En Estados Unidos, por ejemplo, Obama menciona un libro y este se dispara en ventas. Aquí, no merece ni cinco segundos al aire. No importa nada. Y lo que dijo sobre Chávez bien pudiera haberlo dicho en una feria de ganadería.

 

Por supuesto, el Gobierno, y en especial Cancillería, tiene que estar feliz de que Correa venga a inaugurar la Feria. De hecho, han convertido esa inauguración en parte de una agenda de Visita de Estado. La Feria del Libro, así, se convierte en una excusa para un acto político, sin duda importante para la política exterior, pero no para la cultura. ¿Por qué no los acompaña, por lo menos, un escritor ecuatoriano a esa mesa? De hecho, tras la muerte de Jorge Enrique Adoum, ¿alguien sabe quién es el escritor más importante de Ecuador? ¿O por qué no están Burgos Cantor, Rosero, Tomás González, o cualquiera de los grandes escritores colombianos allí, dando el discurso inaugural? ¿Una voz beligerante y lúcida como la de Caballero o Collazos o Abad?

 

El problema está enquistado en la tradición. La refleja y asimismo, refleja el lugar que ocupa la cultura y el libro en el imaginario de la sociedad. El problema es también de los medios masivos, y de una industria a la no le va tan bien como debería, porque es cierto que el que el Estado no compre textos escolares es gravísimo. El problema es que no se venden suficientes libros en este país para que haya una industria sana. El problema es viejo y se muerde la cola.

 

Entonces, tendremos que resignarnos a que mientras en Argentina los titulares de prensa reflejan el encarnizado debate intelectual sobre la presencia de Mario Vargas Llosa en la inauguración de la Feria (un debate que tiene sin duda connotaciones políticas, pero que es literario), o que en México García Márquez, Le Clezio o Fernando del Paso pronuncien el discurso inaugural, aquí veremos la foto del abrazo entre Santos y Correa, y ni uno solo de los periodistas que cubrirán la inauguración de la Feria la noche del 4 de mayo será de la sección de Cultura de su medio. Qué tristeza.

Noticias Destacadas