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¿Aves de buen agüero?

Si no ha enviado emisarios a La Habana, los debería enviar. Es más, mejor que ni los mande y vaya personalmente el senador Uribe Vélez, porque ese tipo de conversaciones por interpuesta persona con frecuencia se enredan.

Semana.Com
15 de febrero de 2016

Hay lecciones aprendidas que deben servir para algo, en especial aquellas de a.T (antes de Twitter).   ¿Cuántas veces al entonces presidente Uribe le fueron interpretadas sus palabras y terceros asumieron un rol de traductores de su voluntad cifrada, o se entregaron al corre-ve-y-dile asumiendo que por ser  fieles alfiles estaban posesos por esa verdad y la podían repartir a diestra y contra siniestra? 

El envío de emisarios ha sido una modalidad tan antigua como la guerra. Es más, hace parte de la narrativa universal; a los descreídos de esta modalidad de acercamiento les debe bastar  ojear la Biblia, donde ángeles y arcángeles solían hacer visitas para anunciar  las buenas nuevas o sentenciar  la desbandada. También es posible que se cuezan  milagros en La Habana.

Por eso, mejor que  vaya de una vez por todas, con o sin permiso del Alto Comisionado, que también se entrega al juego de enviar mensajes, dejar supuestos sobre la mesa, en ese tire y afloje que creo nos tiene a todos cansados. Muy cansados. Tan cansados como las acciones de fuerza de los elenos para llegar supuestamente fortalecidos a una mesa cada día más de trámite y menos de negociación. Aquí no queremos  más del mismo músculo, sino más entendedera. Y nadie querrá quedarse a la vera del camino, sentado precisamente junto a Gabino, viendo pasar la oportunidad.

Pero es entendible el ofusque del senador  Uribe. A quién  le gusta que le miren las cartas en pleno juego. A lo que se suman los mensajes públicos del presidente Santos –con ofrecimiento de avión y hotel en Washington, o ecohab  en el monte, si necesario- que llegan  cargaditos de cierta sorna; y los mensajes privados en  manos de emisarios  de peso pesado  que también le ha enviado  para dejar la peleíta y avanzar  de algún modo. Como a las guerrillas en su momento, hay que dejar una puerta abierta para procurar que entre al proceso.

Si Uribe reconoce que ya han hablado con Alvaro Leyva, que es como que la montaña venga a Mahoma, ¿por qué tanta lora con el tema? Dice que Leyva no lo ha “engañado”, retornando a alegatos de guion de telenovela, cargado de palabras y sentires más de diva que de estadista.

De emisarios magníficos y nefastos está hecha la historia. El mismo Leyva comentó que “la paz sin Uribe no es posible”. ¿Y con Uribe? Los líderes no tienen que poner a un lado sus diferencias, tienen que procurar acuerdos con las diferencias. Esa es la madurez  política, lo otro no fortalece la democracia sino las vanidades.