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¿Resistencia civil o terrorismo mediático?

Cuando los oigo a mí me da miedo. Esta semana entendí finalmente que tienen razón los vocingleros del Centro Democrático: lo que está sucediendo es de temer y para encender todas las alarmas.

Poly Martínez, Poly Martínez
16 de mayo de 2016

Cuando los oigo a mí me da miedo. Esta semana entendí finalmente que tienen razón los vocingleros del Centro Democrático: lo que está sucediendo es de temer y para encender todas las alarmas.

Sí, me da miedo oír a Francisco Santos pronosticar “vamos a volver a los años 90”, agitando el fantasma del terror como quien mira a los niños, rejo en la mano, y les dice pilas, sin moverse, sin hablar…

Esa forma de aturdir a la audiencia, de combinación de todas las formas de lucha como lo defendió en el programa Voces de RCN, parte de dos puntos lamentables:  primero, confirma que quienes siguen este discurso y curso de acción están dispuestos a hacer lo que ellos consideren necesario, repitiendo la fórmula que tanto rechazamos y hemos padecido. Y segundo punto, que es lo más ofensivo más allá del micrófono: la afirmación de que vamos de regreso a los 90 y el pronóstico de todo lo pésimo que nos espera, es asumir que los colombianos no supiéramos nada más, no hubiéramos avanzado y crecido como sociedad en estos últimos 15 o 20 años.

También da miedo oír al Álvaro Uribe afirmar que han pasado de 6.800 a 17 mil los miembro de las Farc, así no más, como lo dijo a finales de la semana, en pleno noticiero del medio día y sin que ningún periodista le cuestionara el numerito, las fechas de cuándo a cuándo; un comentario sacado del sombrero que, como la resistencia civil, no se sabe bien para dónde va.  

Lo que hace hábilmente el senador es acomodar los números –cosa frecuente en estos años de negociaciones, como lo han dicho analistas de la FIP, el CERAC y otros- para pasar un mensaje de espanto, amañado: a los 6.800 miembros armados que se estima tienen las Farc les suma el número de personas que se calcula le sirven de red de apoyo. Redondeando: una operación rápida para la tv, en esas matemáticas de tendero que tanto le gustan y con las que se queda el televidente/oyente, que al paso y azorado asume que ahora son 17 mil los guerrilleros armados.

Los hinchas del Centro Democrático repiten esa fórmula: “Santos multiplicó por 3 a las Farc”, y la ponen a rebotar por todos lados; van lanzando cifras y colocando  petardos mediáticos aquí y allá para alimentar el miedo y dejar flotando - al aire- no verdades y argumentos, sino sensaciones.

Es de temer igualmente el uso de rótulos, como cuando afirman que hoy Colombia es un país inviable. El concepto de “Estado fallido” sigue siendo muy debatido internacionalmente, pero además esa aseveración omite el registro más respetado, el del Fund for Peace, que desde 2005 lleva índices mundiales en los cuales Colombia no es Finlandia ni Noruega, pero tampoco hace parte del top 20 de los Estados frágiles o fallidos. Al contrario, el país ha reducido su riesgo año tras año, de forma sostenida (http://fsi.fundforpeace.org/2015-colombia).

Ese tipo de recursos mediáticos producen escalofríos pues reflejan la displicencia con que miran el avance logrado por millones de colombianos, a los que veladamente juzgan de incompetentes. Ahí está la cachetadita en la mejilla de los colombianos,  el CD siempre mandando línea sobre qué estamos haciendo bien o no… y anunciando el castigo, la condena permanente: no avanzaremos ni vamos a estar mejor a menos de que sigamos la misma línea recta y acojamos una sola fórmula.

La verdad es que también me asusta la torpeza del gobierno a la hora de explicar con claridad lo acordado, a posteriori casi siempre o con permanente delay en los medios. Sueltan la noticia desde La Habana y dejan en manos de terceros - no necesariamente los más serenos- la traducción simultánea de lo que dicen y significan los acuerdos.

A pesar del crecimiento de programas de radio y televisión que combinan relajadamente noticias y opinión, y del aumento de espacios de debate con expertos, opinadores, detractores y jugadores, todos al final de la semana coincidieron en que nadie la tiene clara. ¿El gobierno previó el calado del cuestionamiento de constitucionalistas respetados? Si es un acuerdo tan especial, ¿alguien hizo el ABC de las preguntas difíciles antes de presentar el parrafito? ¿Alguno pensó en mecanismos para blindar la explicación oportuna del tema? ¿Quién estimó la fuerte reacción de varios congresistas amigos del proceso de paz?

El Consejo Gremial quedó timbrado y recurrirá a constitucionalistas –como quien va a la pitonisa a tratar de descifrar el futuro-  para entender el alcance del acuerdo. Así las cosas, a nadie puede sorprender que el viernes, cuando RCN hizo una toma express al pulso a los colombianos para conocer si respaldaban la fórmula, el 86% dijera que no. Ante la duda… oponte.

Ya se sabe: el mensaje que pega primero, pega más veces; el vacío de información siempre hay quien lo llene, con frecuencia para peor. Mucho desgaste para todos y cansancio. El perfecto escenario de río revuelto para el miedo. Y el miedo es uno de los recursos políticos más manidos.

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