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La cruzada cristiana

Si hay algo en lo que están de acuerdo los líderes del Sí y del No es en que la fe mueve montañas.

Poly Martínez, Poly Martínez
18 de octubre de 2016

Y nadie puede estar más alineado con ellos que los pastores de las iglesias cristianas, quienes en estos últimos tiempos han visto cómo se mueven voluntades y agendas para abrirles más y más espacio en el juego político nacional.

¿Designios divinos? Parece que no, si nos atenemos a unas recientes declaraciones dadas por el pastor Edgar Castaño, presidente de la Confederación Evangélica de Colombia, quien así le quita todo misterio al asunto: “Diez millones de cristianos representan para el gobierno, para cualquier persona, votos; eso tiene que tener algún poder, ¿no?”. Y descifró el milagro: “En Colombia se elige presidente con ocho o diez millones de votantes y nosotros somos diez” (BBC Mundo).

Con esa cifra en mente y los dos millones de votos que se estima pusieron por el No en el plebiscito, la semana pasada los representantes de las iglesias evangélicas se reunieron con el presidente Santos y luego con el Ministro del Interior, al que llevaron sus propuestas de ajuste al Acuerdo, algunas de las cuales obedecen a supuestos e interpretaciones, y otras a sus intereses particulares como congregación. Ahora esperan que el equipo negociador del gobierno presente sus inquietudes a La Habana y que, además, les den una silla para participar directamente en la mesa.

Pero nadie parece muy interesado en hablar de cómo lograron esos votos las iglesias cristianas. Ha habido mucha indignación y escándalo con las tergiversaciones y mentiras de la campaña del No. Y otro tanto ha sucedido con la campaña del Sí, a la que muchos otros le cuestionan que lanzó amenazas guerreristas, dispuso recursos y todo el aparato estatal para sacar el plebiscito al otro lado.

Sin embargo, al revisar los videos, comentarios y declaraciones de varios pastores cristianos, la burda manipulación y la campaña amañada que hicieron no tiene nada que envidiarle a las otras y puede ser hasta peor porque esos líderes espirituales les hablaron a sus fieles en calidad de intérpretes de lo que dice la Biblia, dejando de lado lo que en materia de derechos y deberes señala la Constitución. Por eso, los siguieron con fe ciega y votaron pero no para conservar los subsidios que supuestamente perderían con los acuerdos, sino para procurar el acceso al reino de los cielos, de lejos un beneficio más significativo para los verdaderos creyentes.

¿Ese va a ser el esquema para las elecciones de 2018? “Cristianizar la política” es la meta, como lo han dicho diversos líderes cristianos, entre ellos Claudia Castellanos, pastora de la Misión Carismática Internacional, y Darío Silva, cabeza de la Casa Sobre la Roca, iglesia de la cual hace parte la senadora Vivianne Morales, una de las figuras políticas más destacadas de la comunidad evangélica y ahora en el sonajero de las fórmulas vicepresidenciales para la campaña del 2018.

Qué significa “cristianizar la política” está por verse. Y no solo con relación a los acuerdos de La Habana, sino frente a los intereses a futuro que tienen en juego las más poderosas iglesias cristianas por cuenta la reforma tributaria y del referendo que busca limitar los derechos de adopción y excluir a parejas gay y a personas solteras, entre otros asuntos.

El peso y pulso de las iglesias cristianas y evangélicas en la política nacional se hace cada vez más fuerte, así como su determinación en influir las decisiones del Estado. Morales ha cuestionado que el gobierno y los líderes políticos tratan de instrumentalizar a los cristianos, pero precisamente varios de los pastores más influyentes ponen el énfasis en que no se puede desconocer la voluntad de más de dos millones de cristianos que votaron el No en el plebiscito, hablan de millones de seguidores y tasan su valor en la capacidad de inclinar la balanza en las elecciones.

Es curioso, para unos asuntos hablan de libertad de credo, culto, igualdad de derechos y voto a conciencia (iluminado, eso sí, por el Espíritu Santo), y para otros contabilizan votos, equiparan fieles con potencial electoral y así fijan el alcance de su poder en asuntos bien terrenales.

Hay miles de iglesias cristianas y evangélicas en el país y está estudiada la forma como se multiplican justamente en épocas electorales. Por eso, si los líderes políticos y sociales del país están de acuerdo en que ajustar o recomponer los acuerdos de La Habana exige serenidad, hablar con la verdad y pensar en el país antes que en sus particulares intereses electorales, a los pastores cristianos hay que pedirles que se comprometan abiertamente con esa misma fórmula antes y después de sentarse en la nueva mesa de negociación. Lo contrario no tendría perdón de Dios.

* @Plolymarti

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