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Saudade de los Olímpicos

Geopolítica y deporte llevan años en la cancha de la contienda por el poder global y esta primera edición en Rio, Brasil no es la excepción.

Poly Martínez, Poly Martínez
25 de julio de 2016

Saudade. Esa es la sensación que flota en el ambiente de estos Olímpicos. El tono de Río 2016 es de resaca y malestar luego de la fiesta, de aturdimiento tras la batucada. A menos de dos semanas de la gran inauguración parece cosa del pasado, algo que fue y ya no es, a pesar de cierta presencia.

Los Olímpicos son un reflejo del mundo, le toman el pulso al planeta y no solo al anfitrión. Geopolítica y deporte llevan años en la cancha de la contienda por el poder global y esta primera edición en Suramérica, con más de 10.500 participantes en representación de 200 países, no es la excepción.

Todo está como al revés. El inmenso Brasil, que con solo pronunciar su nombre da alegría, hoy es un gigante triste, sumido en la mayor recesión económica desde 1930. Montar unas olimpiadas no es barato, distrae recursos y la medalla del éxito desluce al poco tiempo, como parece saberlo el 63% de los brasileños al afirmar que serán más los problemas que los beneficios, según encuesta de la semana pasada de Datafolha.

Pero, como los males tienen la manía de llegar acompañados, se suman una profunda crisis política -que ha dado más titulares que los juegos-,  los crecientes índices de inseguridad (18% más en el gran Río en los primeros cinco meses del año; 80.000 miembros de las fuerzas armadas para cuidar el evento) y el virus del zika, que espanta a deportistas y  turistas (1.7millones de boletas por vender a inicios de julio).

La cosa empezó medio regular, si nos atenemos al cierre de los Olímpicos de Londres, hace cuatro años, donde la extraña y deshilvanada presentación de Rio 2016 dejó un pendiente: parecía increíble que ese show tan poco vistoso para la ocasión marcara la llegada de Brasil a la escena de los grandes jugadores.

Después, a finales de 2014, comenzaron a salir los titulares y las imágenes del poco avance en la logística del evento, el cuestionamiento al mal manejo laboral y gran riesgo de seguridad en las construcciones, polémica que este año dio un salto con pértiga para caer en temas de sobornos, corrupción y juego sucio en la adjudicación de contratos a las firmas  constructoras de la infraestructura olímpica. Todo un quilombo político, empresarial y deportivo.

Ahora el foco está en evitar un acto terrorista, cosa innombrable tras la masacre de 1972 en Múnich y la bomba de 1996, en Atlanta. Mientras tanto y en cancha paralela, la pelea por el podio final se escapa de los estadios y coliseos para meterse en los laboratorios: veto oficial a 68 deportistas rusos por cuenta del  doping “institucional” y varios más de la delegación oficial en entre dicho,  lo cual ha creado tensión por las especulaciones sobre cuál delegación saldrá beneficiada, si la de USA o la de China, las otras dos superpotencias deportivas. Putin pierde por W y justos pagarán por pecadores, situación que les dará un respiro a otros países menos agresivos deportivamente.

Punto aparte merece el ataque de honorabilidad que le dio al Comité Olímpico Internacional  pues el dopaje no es exactamente una nueva modalidad de corrupción en el gran evento. Fue la publicación del reciente informe McLaren lo que los obligó a dejar de masajear el tema y aplicar algunas sanciones, cosa que se sentirá en la arena de la política internacional.

Todo en Rio 2016 parece desafiar las reglas del juego que nos sabíamos. La delegación de Cuba llega vestida por el diseñador Christian Louboutin (el de los costosísimos zapatos que enloquecían a la protagonista de Sex and the city), con diseños retro de los 50, un toque de saudade de aquellos días previos a la Revolución.  Por su parte, Bélgica llevará entre sus taekwondistas al hermano del terrorista que se inmoló en el aeropuerto de Bruselas.

Otros, en cambio, sólo podrán competir si se atienen a su condición sin tomar partido: por primera vez en la historia un grupo de atletas refugiados competirá en representación de la bandera Olímpica, territorio de todos y de nadie en particular, que los acoge para darle cabida al sueño por el que tanto han entrenado, al igual que cientos élite en el mundo. Son 10 deportistas que encarnan la crisis humanitaria más apremiante que tiene el planeta y suma ya una “nación” con cerca de 66 millones de personas.

Pero nada de eso, ni la belleza de las otras cinco ciudades sede ni el encanto de su gente alcanza para disipar la neblina que rodea a Rio 2016. Sí, divino el logo; sí, Brasil es un escenario privilegiado y todos los suramericanos debemos estar muy muy felices… pero algo no brilla, permanece opaco. Da la impresión de ser un asunto sin terminar, sin los recursos suficientes y con obstáculos de sobra.

Saudade. Al final nos quedará Vinicius, la mascota  de Rio 2016 que honra al gran poeta y  compositor carioca, fanático del fútbol, del Vat 69 y del jiu-jitsu, arte marcial que practicó y está muy arraigado en Brasil, pero que este año perdió frente al rugby y el golf la carrera por ser incluido oficialmente como disciplina olímpica.

Por ahora, el jiu-jitsu será deporte de  exhibición, como lo fue para Vinicius, al que solo le interesaba por si tenía un encuentro con los maridos o novios de sus amores, porque el deporte que movía su pasión era realmente otro. Saravá.

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