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Alberto Donadio  Columna

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¿Por qué ganó Rodolfo?

Todos los políticos hablan contra la corrupción, pero al único que le cree la opinión pública en esta coyuntura es al exalcalde de Bucaramanga.

Alberto Donadío
22 de enero de 2022

En una democracia verdadera, Rodolfo Hernández no sería candidato presidencial. El problema de la corrupción habría sido controlado de tiempo atrás por distintos Gobiernos y fuerzas políticas y no sería hoy un clamor nacional. Pero esa no es Colombia.

Los Gobiernos de los últimos 50 años han dejado robar en una cadena de desfalcos cada vez más oprobiosos. “Los bandidos se tomaron el Estado”, es una sentencia del exministro de Hacienda Rudolf Hommes. Los ciudadanos saben que es la verdad. Los partidos, parlamentarios, presidentes y gabinetes no les pueden achacar la corrupción a Tirofijo ni al Mono Jojoy.

La responsabilidad presente y pretérita reside en los ocupantes de la Casa de Nariño y del Capitolio Nacional. Han detentado el poder legítimo sin enfrentar el saqueo ilegítimo del presupuesto. Por eso, cuando un candidato imperfecto promete acabar con la robadera y eliminar camionetas blindadas y frenar los peculados, la gente lo apoya a ciegas, aunque esa posición sea su único programa de gobierno.

Cuando los ciudadanos han sido engañados por tanto tiempo, cuando con cínica regularidad les prometen un cambio y siempre les incumplen, pero, eso sí, en todos los Gobiernos les suben los impuestos en impajaritables reformas tributarias para seguir financiando la francachela de los bandidos, es natural que se trepe en las encuestas un septuagenario santandereano que algo hizo en su alcaldía contra los pícaros.

Los que buscan munición de artillería para dispararle a Rodolfo Hernández no tienen todos los datos. Pero nada que se revele hará mella en el apoyo que ya conquistó el ingeniero. Vitalogic fue un contrato que no se firmó, pero que pretendía convertir en energía eléctrica las basuras de Bucaramanga. Propósito conveniente. El alcalde Hernández, en forma imperdonable, no buscó a Westinghouse o General Electric, sino a una compañía sin trayectoria constituida en Panamá, la tal Vitalogic, para firmar un contrato de 250 millones de dólares, que, como ya dije, finalmente no se suscribió. El gerente técnico de la firma era Florin Volcinschi, ciudadano rumano condenado en 2008 en su país por blanqueo de dinero, sustracción al pago de las obligaciones fiscales y falso en escrituras bajo firma privada. Y condenado no por dos o tres florines, sino por no pagar 873.000 euros en impuestos y por disimular la procedencia ilícita de 2.256.000 dólares. ¿Qué hacía Volcinschi en Bogotá mientras cuajaba el negocio de Vitalogic? Gerenciar una empresa de medidores de agua y oponerse a la extradición solicitada por Rumania.

¿Que Mario Camacho Prada, gobernador de Santander condenado por peculado, fue abogado de Rodolfo Hernández? Es cierto. Rodolfo dice que escucha a todos los políticos, pero que no hace alianzas sino con el pueblo colombiano. Estos nexos tóxicos no les preocupan a los que quieren votar por Rodolfo porque confían en que algo hará para recortar los gastos y frenar los chanchullos.

Un taxista de Bucaramanga me decía que con Rodolfo espera que el Estado le dé una alegría. El salario mínimo quedó en un millón de pesos, anotaba, pero los ministros ganan un millón al día y hay que pagarles el almuerzo.

Algo especial tiene Rodolfo que no tienen otros políticos. El senador Jorge Enrique Robledo es un parlamentario de oposición dedicado hace años a combatir la corrupción en numerosos e importantes debates. Pero no tiene la capacidad de comunicación con el elector raso de Rodolfo. Todos los políticos hablan contra la corrupción, pero al único que le cree la opinión pública en esta coyuntura es al exalcalde de Bucaramanga. Hay que fiscalizarlo como candidato y seguir fiscalizándolo cuando sea presidente, pero la gente ve que Rodolfo sí interpreta la indignación, es espontáneo en sus convicciones, refleja el sentir popular y, aunque no es el candidato perfecto, es el candidato del momento. Sería, por supuesto, ideal que el próximo presidente santandereano fuera Luis Carlos Galán, que tendría hoy 78 años, dos más que Rodolfo. Pero el segundo presidente de Santander después de Aquileo Parra, de Barichara, posiblemente será Rodolfo Hernández, de Piedecuesta.

La confianza está puesta en que en la presidencia de Rodolfo Hernández no habrá una ministra llamada Karen que no supo que detrás de un contrato de un billón de pesos estaba Emilio Tapia, y no habrá una contratista también llamada Karen que levantó 1.250 millones de pesos gracias a que su esposo era asesor en la Casa de Nariño.