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¿Por qué negociar con las FARC?

La apuesta de una negociación de paz, tanto por parte del gobierno nacional como de las FARC, es arriesgada. Pero hay cuatro razones fundamentales para lograr un acuerdo.

Semana
27 de agosto de 2012

Las voces sobre un posible acercamiento entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC comienzan a ser frecuentes, se habla de reuniones en Cuba, donde se habría aprobado un preacuerdo, que permitirá, lanzar públicamente un proceso de paz. Igualmente, se habla de equipos ya conformados por ambas partes que habrían llegado a un acuerdo sobre cuatro de los cinco puntos del preacuerdo. Como era de esperarse, la polarización que vive gran parte de la sociedad marca el inicio de lo que podría ser una negociación de paz.

Una buena parte de los columnistas de opinión, académicos y sectores políticos urbanos han manifestado su respaldo, con algunas condiciones, a una negociación; mientras que sectores de las élites regionales, generadores de opinión de derecha, algunos de ellos agrupados en el uribismo, se han manifestado contrarios a cualquier posibilidad de diálogo. Y es que la apuesta de una negociación de paz, tanto por parte del gobierno nacional como de la guerrilla de las FARC, es arriesgada.

Por un lado, el gobierno nacional prácticamente se juega su futuro político, ya que el costo electoral podría poner en jaque la reelección presidencial. La totalidad de los sectores políticos del país coinciden en que no quieren un nuevo Caguán, y exigen mantener la mano dura sobre las guerrillas. Sin embargo, a la vez se reconocen que por la vía militar el país fácilmente se podría desangrar una década más, además en buena parte del territorio donde las FARC actúan se encuentra la riqueza minera y petrolera, por lo que el capital privado urge una solución rápida al conflicto.

Por su parte, Timoleón Jiménez, comandante máximo de las FARC, tampoco la tiene fácil. Su principal reto es llevar a su organización a una negociación “digna” y no a una entrega de armas o rendición. Al menos al parecer esas son las voces que se escuchan en el interior de esa guerrilla. Alfonso Cano logró recuperar en cierta medida la debacle en que venía el grupo guerrillero, y Timochenko tiene el reto de no ser el comandante que las entregó derrotadas.

Al anterior panorama se le suma una fuerte discusión pública sobre un posible proceso de paz: Los principales temas en la posible agenda, el cómo, el donde, y sobre todo las garantías judiciales que deberían dársele a los guerrilleros. En este punto, las visiones son múltiples y hasta contradictorias, pero en lo que no hay duda, es que el país está viviendo un conflicto cada vez más degradado, y que a ese ritmo se podría durar otra década en un desangre social. Sin embargo, a todas estas discusiones, le falta solucionar tal vez la pregunta básica; ¿Por qué negociar con las FARC?

Las respuestas a esta pregunta son múltiples, pero se pueden destacar cuatro. Por un lado, la gran mayoría de las estructuras de las FARC, cerca al 70% de ellas, operan en zonas donde hay cultivos de uso ilícito, por lo que las FARC podría ser una fuerza importante que colabore en la erradicación de estos cultivos, más aun cuando se ha visto la limitación de la actual política antidrogas del país. De hecho, durante los diálogos del Caguán, en Cartagena del Chairá se experimentó un programa de sustitución que dio éxitos relativos.

En segundo lugar, cerca de 400 municipios del país tienen presencia de minas antipersonales, la gran mayoría de ellas instaladas por las FARC. De hecho, en una buena cantidad de casos no es claro dónde se ubica cada campo minado. La situación se ha deteriorado en los últimos años, llegando a situaciones de confinamiento de poblaciones enteras como en Samaniego (Nariño), o algunos corregimientos del Caquetá. Desminar los cerca de 400 municipios podría tardar algo menos de 20 años, a un costo bastante alto. Una posible negociación permitiría salvar cientos de vidas.

En tercer lugar, aunque las FARC han renunciado al secuestro extorsivo, promesa que han cumplido, una buena parte de las estructuras del secuestro que operan en el país fueron creadas por las FARC, de tal forma que el desmonte parcial de las mismas podría ser una cuota que se le podría exigir a la guerrilla de las FARC.

La última razón, y tal vez la más importante, por la que valdría la pena apostarle a la paz, es que con una paz firmada y sobre todo cumpliendo los acuerdos, todo tipo de justificación de la lucha armada quedaría en la historia, o al menos difícil de justificar. Durante décadas, en Colombia agentes tanto de izquierda como de derecha han justificado masacres, secuestros, e incluso sectores de la clase política regional justificaron su apoyo a paramilitares bajo argumentos políticos. Una firma de paz tanto con las FARC como con el ELN terminaría con esta catástrofe histórica.

*Investigador de la Corporación Nuevo Arco Iris.

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