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La promesa engañosa del No

Por qué no es posible volver trizas el acuerdo con las Farc.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
30 de septiembre de 2017

Hace unos meses, Fernando Londoño, director del Centro Democrático y voz cantante del ala más reaccionaria del uribismo, prometió hacer trizas el acuerdo entre las Farc y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos. Hace unas semanas, el precandidato Rafael Nieto, quien se ha ganado el cariño de Londoño y sus allegados, advirtió textualmente: "si el costo de modificar sustancialmente los acuerdos es que las Farc se levanten, yo asumo el costo".

Ayer, senadores y representantes del Centro Democrático anunciaron la recolección de firmas para un referendo que derogaría los actos legislativos de la Justicia Especial para la Paz (JEP), el blindaje constitucional de lo acordado y la participación política de las Farc.

Seriedad, señores y señoras. No es serio Londoño con su amenaza de volar en mil pedazos el texto. Tampoco es serio que Nieto, quien aspira a gobernarnos como presidente, sea tan ligero en sus afirmaciones sobre un asunto tan trascendental como la guerra. No hay mayor peso moral y emocional para un gobernante que la decisión de enviar a jóvenes al frente de batalla. No es un riesgo cualquiera. Dwight Eisenhower, expresidente de Estados Unidos y comandante en jefe de las fuerzas aliadas en la lucha contra Adolfo Hitler, decía: "odio la guerra como sólo un soldado que la haya padecido puede, sólo como alguien que visto su brutalidad, su futilidad, su estupidez".

Carece de lógica, de sentido común y  de humanidad, impulsar un rearme de un ejército irregular. Por imperfecto que sea el acuerdo de La Habana, hay un hecho cierto: 9.000 armas y miles de explosivos quedaron fuera de servicio. Ya no podrán ser utilizadas para matar a nuestros valientes soldados y policías.

La propuesta de Nieto y Londoño es también ilusa. E inaplicable.

Cuando se posesione el sucesor de Juan Manuel Santos el 7 de agosto de 2018,  ya se habrán consumado varios hechos irreversibles. Para empezar, estarán estrenando curul en el Senado y la Cámara de Representes 10 miembros de la Fuerza Alternativa Revolucionaria Común (Farc), entre ellos varios excomandantes de la guerrilla. Serán congresistas por cuatro años con todos los deberes y derechos que acompañan la dignidad de ser legislador. Gústele o no al nuevo mandatario.

Como abogados, Londoño y Nieto saben que la única manera de deshacer leyes y reformas constitucionales es demandando las leyes y reformas constitucionales o reemplazándolas con otras. Eso toma tiempo. Mucho tiempo. Con la prohibición de la reelección, los presidentes tienen apenas cuatro años para dejar su legado. Francamente dudo que el candidato que diga Uribe -si resulta ganador- opte por dedicar su cuatrienio y su capital político a aumentar la incertidumbre. Iría en contravía del segundo de los huevitos de Uribe: la confianza inversionista.

Tampoco le auguro éxito al referendo derrocatorio de la JEP y el acto legislativo que permite la participación política de miembros de las Farc, incluso de aquellos responsables de crímenes de lesa humanidad. Nuevamente, es una pérdida de tiempo. Como táctica electoral es útil, recoger firmas es una manera elegante de proselitismo político y más importante, sirve para mantener "verraco" al electorado uribista. Es lo que los gringos llaman "red meat": postre para las bases.

Pero también es riesgoso. Conozco a uribistas purasangre que de verdad le creen a Londoño y Nieto. Se imaginan un mundo donde se cambian los dos ejes del acuerdo -justicia y política- con cero costo.

Quizás sería útil seguir el consejo de un precandidato uribista, quien escribió en mayo de 2017 que "hay que preservarle (a las Farc) los excesivos beneficios judiciales pactados en el acuerdo... y hay que permitirles participar en política", Rafael Nieto Loaiza.

En Twitter Fonzi65

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