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Mi voto es por usted, profesor

No estaba entre mis planes hacer una columna anunciando o explicando mi voto a los lectores. Sin embargo, he decidido unirme a esa iniciativa de varios colegas que en las últimas semanas han hecho públicas sus intenciones de sufragio para el próximo domingo.

Federico Gómez Lara, Federico Gómez Lara
22 de mayo de 2018

Seguramente al leer estas columnas será poca la gente que cambie de candidato, pues la cosa parece estar ya más o menos definida. No obstante, considero un ejercicio válido, en medio de tanta información y desinformación, de tantos amores y desamores, de muchas pasiones y de pocos argumentos, hacer el intento de explicar la motivación que existe detrás de un voto.

La semana pasada me puse en la tarea de ver todos los debates presidenciales desde los de la campaña del 94 hasta los de los últimos comicios entre Óscar Iván Zuluaga y Juan Manuel Santos en 2014. Al hacer ese ejercicio se da uno cuenta de un par de cosas: en primer término, es sorprendente ver que en algo más de veinte años, los protagonistas del país político han cambiado muy poco. Desde entonces, los colombianos hemos ido a las urnas a decidir si queremos hacerle caso a César Gaviria, a Ernesto Samper, a Andrés Pastrana, a Álvaro Uribe o a Juan Manuel Santos. Por supuesto que desde esa época hemos visto candidatos de todas las corrientes y de todos los estilos. Pero, en términos generales, siempre hemos estado limitados a elegir entre los ungidos de las casas políticas de siempre.

Por otra parte, se hace evidente que la discusión presidencial desde hace más de dos décadas se ha centrado en los mismos temas y prácticamente en las mismas propuestas. Los candidatos siempre han dejado sobre la mesa sus planteamientos en cuanto al manejo del conflicto, la búsqueda de la paz, la cobertura de la educación, el clientelismo, la corrupción, la salud, la economía, el empleo y la seguridad nacional. Las peleas entre Pastrana y Samper, entre Serpa y Pastrana, entre Uribe y Serpa y los que faltan, parecen sacadas de los debates de hoy. Esto me lleva a pensar que por más programas, anuncios y promesas de los candidatos, el país seguirá siendo el mismo mientras no se logre un cambio de fondo en el sistema y en la cultura. Es por eso que en las elecciones del próximo domingo, mi voto será por el profesor Serio Fajardo. Más allá de sus promesas o de su programa, creo que los colombianos tenemos hoy, con Fajardo, la posibilidad de darle un giro a la forma en que siempre se ha manejado el poder en nuestro país. Él es la esperanza de que surja algo nuevo, algo diferente a lo mismo de siempre.

Voto por Fajardo porque me gusta lo que representa. Me gusta que viene del mundo de la academia y no de la política; me gusta que sea una persona de principios y honestidad probados; me gusta que no le de miedo admitir sus errores; me gusta que sea capaz de armar un equipo con los mejores; me gusta que tenga experiencia como gobernante; me gustan sus resultados; me gusta que no se dejó tentar con la oferta de recibir apoyos cuestionados que dan votos; me gusta que sea capaz de hacerle frente a la corrupción. Me gusta también de Fajardo que quiera construir sobre lo construido; me gusta su compromiso con la paz; me gusta su intención de gobernar con la Constitución que tenemos; me gusta su obsesión con la educación de nuestro país; y me gusta que lo peor que pueda decirse de él es que es tibio porque no pelea con nadie.

Pero esta vez votaré por Fajardo, no solo por que me gusta lo que representa. También le daré mi voto porque me gusta que no representa lo de todos los demás: lo de siempre. Me gusta que no compre votos; me gusta que no esté rodeado de personas cuestionadas o investigadas; me gusta que no tenga el apoyo de La Gata, de Kiko Gómez o de las grandes familias que han manejado siempre nuestro país. Me gusta que no tenga detrás a ningún expresidente; me gusta que no tenga jefe; me gusta que no sea incoherente; me gusta que no sea populista; me gusta que no eche mano del miedo para convencer; me gusta que no prometa maravillas que sabe que no puede cumplir; me gusta su conexión con los jóvenes; y me gusta que no tenga maquinarias, que no tengas buses, viejas en tanga, lechonas y tamales.

Por último, luego de exponer las razones que me mueven a votar por este profesor, debo decir que veo en él la única salida para quienes no queremos que el país quede sumido en una profunda división de pasiones y de extremos. Según todas las encuestas, es Fajardo el único candidato que hoy tiene una posibilidad de pelear un puesto en la segunda vuelta. Es evidente que, hasta ahora, Petro y Duque parecen tener su cupo asegurado. Pero en esta semana las aguas se mueven y todo puede pasar. Quisiera pensar que somos más los que queremos un presidente sereno, abierto, honesto y que quiera gobernar acogido a las reglas del juego.

Ya veremos el domingo si nos pudo más el miedo o si hubo lugar a la esperanza.

En Twitter: @federicogomezla

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