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Posguerra para imbéciles

Nadie les creerá que a último momento aparezcan las 'armas de destrucción masiva'. Todos pensarán que las pusieron ellos mismos

Antonio Caballero
13 de abril de 2003

¿y dónde están las armas? ¿Las armas "de destrucción masiva" que decían que tenía Saddan Hussein, cuya cantaleteada amenaza "inminente" fue el pretexto para la destrucción masiva de Irak por Bush y sus halcones negros? No aparecen. No las encontraron los inspectores de las Naciones Unidas, y las tropas ocupantes tampoco las encuentran. Es curioso.

Bueno: tampoco encuentran a Saddan Hussein. Ni a sus hijos Uday y Qusay. Ni a su primo 'el Químico', el carnicero de Basora. Ni a ninguno de sus ministros. Ni a ninguno de los generales de su ejército: los únicos prisioneros iraquíes que nos muestran la televisión y la prensa son soldados rasos, por añadidura con ropa de civil. Lo cierto es que no han encontrado ni siquiera a uno solo de los muchos dobles que según decían tenía el tirano. Es curioso.

Pero ya Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa, sugiere sagazmente que si no encuentran las armas es porque el tirano las sacó de Irak. ¿Por qué iba a sacarlas, si usarlas era su única defensa? ¿Y cómo las sacó, si no conseguía sacar ni siquiera petróleo por alimentos? ¿Huyó con ellas entre la maleta? ¿O las tiene ocultas en el hueco de una muela, como la ampolleta de veneno con que se mató Herman Goering cuando los jueces de Nuremberg lo condenaron a muerte? ¿Y a dónde las sacó?

Señala Rumsfeld, siempre sagaz: a Siria. ¿A Siria? Pero ¿no era la tradicional enemiga de Irak? No trató Saddan diez veces de asesinar al dictador sirio Assad, padre del actual, y Assad diez veces de asesinar a Saddan? Pero, apunta el sagaz Rumsfeld, los dos son dictadores. Y ambos se fingen laicos y han reprimido el fundamentalismo islámico que amenaza sus respectivos regímenes sólo para así mejor poder alimentar bajo cuerda el terrorismo islámico. En realidad, pese a las apariencias, tanto Saddan como Assad (padre e hijo) han sido siempre terroristas islámicos disfrazados: nada escapa al ojo de lince de Donald Rumsfeld, que empezó a fomentar la guerra contra Irak desde los atentados de Al Qaeda el 11 de septiembre.

Rumsfeld toma a los demás por imbéciles.

Y algunos se comportan como si lo fueran. El británico Tony Blair, el español José María Aznar, que ya con un dedo untado se untan toda la mano declarando muy serios que no les cabe duda de que las armas de destrucción masiva que no aparecen aparecerán. A ellos les basta, por lo visto, con la promesa de unos cuantos subcontratos para el negocio de la reconstrucción de Irak. Digo subcontratos porque acaba de anunciar Andrew Natsios, jefe de la Usaid, que es la encargada del programa, que "por razones legales" los contratos propiamente dichos sólo serán loteados entre empresas norteamericanas, pero los subcontratos podrán ir a otras (salvo a las de los países "traidores": Francia, Alemania, Rusia, China, que se opusieron a la guerra). No dijo el señor Natsios, pero acaba de saberse, que tales contratos de reconstrucción empezaron a lotearse el 12 de febrero: dos días antes de que los inspectores de armas de la ONU presentaran su informe, y treinta y cuatro días antes de que el presidente Bush (y Blair y Aznar) dieran en las Azores su último ultimátum para la guerra.

¿Por qué les va a creer a alguien, salvo los imbéciles? Nadie les creerá aunque en el último momento, por arte de birlibirloque, aparezcan por fin las dichosas "armas de destrucción masiva" en Irak. Todo el mundo pensará que las han puesto ellos mismos, como pone la DEA norteamericana drogas en el equipaje de las personas a quienes quiere perder. Las únicas armas de ese tipo que ha tenido Saddam (bacteriológicas y químicas) fueron las que le vendió en persona el propio Donald Rumsfeld en los tiempos de Reagan para que las usara contra Irán. Y las usó. Y las usó después también contra los iraquíes que se alzaron contra él confiando en las falsas promesas del presidente Bush padre. Pero desde entonces no las tiene, como lo afirmaron tanto los inspectores de la ONU como el ex ministro de Exteriores británico Robin Cook en su discurso de renuncia como protesta contra una guerra inicua.

Vendrán otras más. Ya Rumsfeld (y luego el blando Colin Powell) ha señalado a Siria con el dedo. Luego será, de nuevo, el turno de Irán. ¿Corea del Norte? No. Porque ella sí dispone de armas de destrucción masiva, y podría utilizarlas para defenderse.

Hace unos días escribía en The New York Times Arthur Schlesinger Jr., antiguo asesor político del presidente Kennedy: "Existe la fundada sospecha de que luchamos contra Irak porque es la única guerra que podemos ganar".

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