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Presidente: ¿despejar es tan grave?

Reflexionar no es capitular ni doblegarnos: es, como digo, reflexionar.

Semana
30 de junio de 2007

Escribo esta columna el viernes, sin que exista mayor información sobre las circunstancias exactas en las que murieron 11 de los 12 diputados secuestrados por los desgraciados de las Farc.

Pero mi situación como periodista que escribe desde Bogotá, una referencia hoy frecuentemente utilizada para acusarnos a los de la capital de que no entendemos las circunstancias en las que vive el resto del país, y a veces
se nos acusa de eso con razón, me obliga a hacer una reflexión que ojalá llegue a oídos del Presidente.

¿Sí será cierto que despejar Pradera y Florida es gravísimo? A no ser que carezca de información privilegiada que tiene el Presidente y no tengo yo, mi conclusión es que no.

Sobre todo, no, a la vista de lo que están sufriendo nuestros compatriotas que por los azares del destino son los que han terminado siendo utilizados como mercancía canjeable por las Farc.

En lo que seguramente está de acuerdo el Presidente es en que esto no puede seguir así. Cinco años pudriéndose en la selva para terminar acribillados por las balas de quien sea –del Ejército, en un operativo, lo que cada vez es más claro que no fue este caso; o de los criminales paramilitares o de las propias Farc en su demencia asesina–, nos obligan a reflexionar sobre su trágico destino, con la advertencia de que reflexionar no es capitular ni doblegarnos. Es, como digo, reflexionar.

Para comenzar entonces con mis reflexiones, hay que aceptar que nada de lo que ocurra en Pradera y Florida es irreversible. Ni la extensión es la que tenía el Caguán, ni el Ejército está tan débil como lo estaba en épocas en que Andrés Pastrana inauguró su febril intento de dialogar con ellos, ni tres años que duró el por desgracia fallido experimento es comparable con los 45 días que piden las Farc para trasladar a los secuestrados a la zona y efectuar el canje. –¿Por cierto, sí quedan canjeables de parte de las Farc?–

El equilibrio de las fuerzas, indudablemente, ha cambiado. Hoy el Estado colombiano tiene a través de su Ejército presencia en todas las zonas urbanas y semiurbanas, excepto quizá las zonas selváticas en las que se mueven las Farc. De manera que efectuado el despeje y el respectivo canje, el Ejército estaría en perfectas condiciones para retomar la zona, así sea a bala, y volver a taponar los posibles corredores estratégicos entre departamentos, que, según se dice, constituyen una de las razones de la escogencia precisamente de esos dos municipios. Pero esos corredores, creo yo, no sirven si no se los domina con relativa permanencia, algo que es imposible que suceda en este caso.

También se alega que las Farc escogieron a Pradera y Florida porque por ahí tienen enterradas unas guacas. No creo en esa historia, pero supongamos que sea verdad. Pues que las desentierren, nos entreguen a nuestros secuestrados y se larguen. Y que el Ejército continúe persiguiéndolos, mientras se buscan los canales para hacer un acuerdo político.

¿Qué pueden ganar las Farc con el despeje? Darse el lujo de ser tratados como un ejército formal ante la presencia de delegados de los tres países intermediarios, Francia, España y Suiza, y seguramente de cientos de periodistas internacionales. Pero eso no es otorgarles estatus de beligerancia ni implica que se vayan a fortalecer militarmente, como ocurrió durante los tres años del Caguán, pero difícilmente ocurriría durante 45 días en los municipios señalados. ¿Humillar al gobierno, porque de todas maneras habría una dosis de ello, es tan grave para los que apoyamos al Presidente? ¿Acaso ordenar un despeje territorial no implica un acto de soberanía por parte del único que puede decretarla, que es el propio Presidente, en su máxima autoridad? Que el despeje y la entrega de los canjeables conducirán a nuevos secuestros: ¿no es acaso esa misma la actual circunstancia, sin que hayan entregado a alguno de sus rehenes?

Según me recuerda el excelente analista Alfredo Rangel, ya el presidente Uribe aceptó una propuesta que le presentaron los países intermediarios, que se basaba en un despeje parcial de la zona, pero que fue rechazada por las Farc. ¿Qué tan lejos estamos de pulir un acuerdo que pueda arrancar de ese punto de partida?

Creo que el término ‘despeje’, por cuenta de los pésimos resultados del ‘despeje’ del Caguán, se ha convertido en fucú. Analicémoslo con la cabeza, no con las tripas.
Hasta aquí mis reflexiones, Presidente. Que pueden ser producto del chantaje de los criminales de las Farc, pero por la desesperación, la impotencia y de la inutilidad que me embarga en mi calidad de ejercer como columnista desde Bogotá, mientras a nuestros compatriotas encadenados en la selva los aguarda un destino que se ha hecho eternamente incierto.

Señor Presidente: ¿Despejar sí es tan grave?


ENTRETANTO... Se habla de que las Farc les dieron un tiro de gracia a los 11 diputados. ¿Por qué se llama ‘tiro de gracia’? Ni es gracioso, ni es ninguna gracia dispararle cobardemente a la nuca a un secuestrado. Espero que algún erudito me absuelva la duda.

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