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Procrastinación

El paro también nos demostró que estamos huérfanos y que a la llamada mayoría silenciosa le gusta que otros suden la camiseta. Luego nos quejamos.

Luis Carlos Vélez
12 de junio de 2021

Charlotte Lieberman, especialista en salud mental y escritora del New York Times y de Harvard Business Review, asegura que, más allá de dejar postergar para mañana, el acto de procrastinar se ajusta más a su definición en griego, que denota la acción de hacer algo en contra de nuestro mejor juicio. “Cuando procrastinamos, no solo estamos conscientes de que estamos evadiendo la tarea en cuestión, sino también de que hacerlo es probablemente una mala idea. Y aun así, lo hacemos de todas maneras”.

En América Latina estamos procrastinando políticamente. Me explico.

La victoria virtual de Pedro Castillo en Perú es un claro ejemplo de la procrastinación política de un país. El maestro de escuela rural, que carece de especialidad alguna, está a punto de ser el nuevo presidente de esa nación porque simplemente los peruanos dejaron de último su responsabilidad democrática y cuando quisieron retomar el rumbo se dieron cuenta de que tenían que escoger, como dicen popularmente, entre el cáncer y el sida.

Castillo llegó a segunda vuelta prácticamente siendo un desconocido. Cuando recién se empezaban a descubrir los resultados de la primera jornada electoral, la mayoría del país no tenía idea de quién era el candidato que punteaba en los conteos. Cómo sería la holgazanería colectiva peruana que incluso los medios de comunicación no tenían fotos de Castillo para ponerlo en sus transmisiones de televisión, mientras que muchos buscaban entre archivos sus declaraciones para poder entender o comprender sus propuestas o, mejor, chapucerías de gobierno.

Ya con el esperpento creado, y digo esperpento por el adefesio de sus declaraciones; su admiración por el socialismo del siglo XXI; sus nexos con Sendero Luminoso, uno de los grupos guerrilleros más sanguinarios en la historia de la región; y su incapacidad para poder definir los conceptos más básicos de economía y Estado, como qué es un monopolio, qué es la propiedad privada y cuáles son los deberes y derechos de los ciudadanos, los peruanos fueron testigos de que pesó más el odio con razón al establecimiento que la capacidad del candidato. Por eso ganó.

Castillo le ganó a Fujimori por poco más de 68.000 votos, antes de la impugnación, y aunque la participación ciudadana fue del 74 por ciento, quedó clara la gran diferencia de compromiso con las elecciones presidenciales entre los grupos socioeconómicos del país. Mientras las zonas andinas y menos favorecidas salieron masivamente a acompañar a Castillo, Lima y las poblaciones más afluentes registraron menos participación y estuvieron más divididas.

Pero, ¿por qué Perú tuvo que elegir entre un populista, profesor de la ignorancia, y la representante de una dinastía corrupta, populista y abusiva? Simplemente porque aquellos que han tenido la oportunidad de educarse y tener más oportunidades han negado constantemente su responsabilidad con el país.

Han procrastinado su obligación de participar en la construcción de los destinos de su tierra. A los más favorecidos de Perú les ha sobrado racismo, exclusión, desidia y arrogancia. Les ha faltado corazón y compromiso para servirle al país. Lo que ha pasado en Perú es explicación de lo que viene pasando en América Latina. Mientras la clase empresarial, los más educados y los formados sigan pensando más en ellos y sus bolsillos que en su país, estarán dejando la puerta abierta para que oportunistas, marionetas y corruptos ocupen los lugares desde los cuales se pueden hacer los cambios de verdad para nuestras naciones.

El riesgo también lo corremos en Colombia. Si no aparece ya alguien que inspire y deje de procrastinar, vamos a tener que escoger entre Petro y el representante de la maquinaria de los de siempre con los de siempre. Nos debería doler más el país. El paro también nos demostró que estamos huérfanos y que a la llamada mayoría silenciosa le gusta que otros suden la camiseta. Luego nos quejamos.

P. D. 1:

Felicitaciones a Juan Carlos Pinzón por su llegada a la Embajada de Colombia en Washington. Dejó sus aspiraciones personales de buscar la presidencia para servirle a la nación desde un lugar crucial en una de las peores crisis gubernamentales de los últimos tiempos. Se necesita compromiso con el país para tomar ese tipo de decisiones. Mucha suerte.

P. D. 2:

Nos hubieran ahorrado 50 muertos, 11 billones de pesos en pérdidas económicas, más de 2.200 fallecidos por covid y 48 estaciones de TransMilenio si de entrada hubieran dicho que el paro era una campaña presidencial. n