Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

Ordóñese de la risa

La incontinencia de poder que padece pareciera restregárnosla con las constantes absoluciones a parapolíticos ya condenados por la Corte.

Germán Uribe, Germán Uribe
16 de noviembre de 2013

Veámoslo de esta manera: si cada ciudadano promovido a un cargo público arrastra consigo en el ejercicio de sus funciones sus “acrisoladas” creencias políticas o religiosas y las practica en cada acto de su servicio pública, el Estado se convertiría en una colcha de retazos y las instituciones en carritos de choque.
 
El caso del procurador Alejando Ordóñez Maldonado es a mi entender el ejemplo vivo y patético de lo que precisamente no debería ser un funcionario público. En sus actuaciones los colombianos hemos visto y sufrido la personificación de la arrogancia y la soberbia del poder queriendo esculpir él mismo, como lo hiciera Yavé para Moisés, sus propios mandamientos, mandamientos que él decidió para nosotros los pecadores irredentos de esta alucinada patria macondiana.
 
Es bien surtido y vasto el expediente abierto a Ordóñez Maldonado por una opinión pública que se niega a avenirse con sus actitudes de conservador paleolítico, o con su cosmovisión religiosa extremista, aferrado aún, tal vez, al viejo Concordato con la Santa Sede que establecía el catolicismo como la religión oficial de nuestro país, lo que supondría para su deleite que este es un Estado confesional en donde el Estado y la Iglesia son solo uno, o el uno para el otro.
 
Abreviemos sin mayores comentarios actos suyos cuya sola mención de por sí escandalizan:
 
No solo se opone sino que combate con fiereza el derecho al aborto, desacatando de paso tanto a la Corte Constitucional como el Consejo de Estado sin respetar la vida de la mujer cuando ésta se encuentre en riesgo, o por las malformaciones del feto, o por embarazos producto de una violación.
 
Desplegó una temeraria ofensiva contra los jueces que procedan a legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo desconociendo su igualdad en derechos civiles y su opción de constituirse en familia.
 
En consonancia con Hitler, Videla y Pinochet, este cruzado inquisidor que se atreve a negar el holocausto Nazi, en su juventud hizo de la incineración de libros un episodio ejemplarizante de devoción a la fe católica.     
 
En cuanto al medio ambiente, estas perlas: metódicamente viene entorpeciendo la lucha de las comunidades en contra de la mina de oro de La Colosa que pretende explotar la AngloGold Ashanti, respaldando los recursos jurídicos de AngloGold contra, por ejemplo, las medidas tomadas por Cortolima en Piedras; publicó un libro con tintes anti-ecologistas pomposamente llamado “El nuevo derecho, el nuevo orden mundial y la revolución cultural” y, en fin, defiende la minería y a sus empresas sin recato alguno.
 
Demandó a la revista SoHo por el “delito” de publicar una simpática caricatura erótica de "La última cena".
 
Cambió por un crucifijo el retrato del General Francisco de Paula Santander que presidía una sala de la Procuraduría, notificando con tal arrebato vaticano las directrices de su gestión fundamentalista. 
 
Inhabilitó a la más destacada líder por la paz en Colombia, Piedad Córdoba, por 18 años, en contraposición al fallo de la Corte Suprema de Justicia que no encontró méritos para enjuiciarla por vínculo alguno con las FARC. Y aquí cabría preguntarnos hasta qué punto, con todo y que la Corte Constitucional ya dijo que sí, el procurador tiene potestad para acusar y juzgar a funcionarios de elección popular. Aparte de los superpoderes que se arroga, está el “gravísimo” de violentar la autoridad del constituyente primario. Con razón alguien dijo que ejerce “un veto sobre el sistema político colombiano, al que tiene encerrado en un puño”.
 
Sus absoluciones sistemáticas a parapolíticos condenados por la Corte parecieran hacerlo regodearse con la concupiscencia del poder absoluto, mientras acaricia por esa misma vía el sueño que en él apunta al solio de Bolívar. Razón tiene La Silla Vacía cuando interpreta sus últimos movimientos mediáticos como encaminados a entrar en el juego de las candidaturas presidenciales: se le atravesó a la estrategia de Santos sobre San Andrés, respaldó la foto de Uribe en el tarjetón -¿”sustituiré a Oscar Iván Zuluaga”?-, y minimizó, ridiculizándolo, el último acuerdo con las FARC. Porque es que, mientras el proceso de paz avanza, Ordoñez, el amigo fervoroso de Uribe, el católico practicante, el discípulo de Cristo -“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios ”, “perdonaos los unos a los otros”-, le mete toda clase de explosivos a la paz y al saber acordado el segundo punto de la agenda en La Habana sobre participación política, sin ruborizarse afirma: "No entiendo el alboroto, no entiendo el entusiasmo, no entiendo en qué consisten los avances.”
 
Los librepensadores y paganos murmuran por ahí que sin hacer parte de la Rama Judicial, este "curator pro alio" acumula hoy por hoy el mayor poder de toda la Rama, obtenido por su desparpajo en el uso de favores burocráticos a diversos magistrados. Y tiene en las Altas Cortes sus tremendos entronques: su  amiga y compañera de universidad, Ruth Marina Díaz, preside la Corte Suprema de Justicia y su otrora magistrado auxiliar, Alfonso Vargas, el Consejo de Estado, amén de haber sido ternando a la Procuraduría por ambas cortes. ¿Cómo lo hace?
 
Pero por suerte, no todo le está servido al Señor. También por ahí, entre chismorreos y clamores indignados, se viene alimentando la esperanza de que algo pase y ésta, su cruzada religiosa obsesiva y arbitraria, llegue por fin a su fin. Ya se extiende el rumor de que lo que se dio por nombrar como mega-demandas, o sea, las demandas agrupadas por el Consejo de Estado en su contra, podrían pronto tener un final feliz. Y es que como se sabe, al no aceptar el Senado para su elección los
impedimentos y las recusaciones de algunos congresistas por conflicto de intereses, se vulneraba la Constitución, de la misma manera que viciada estaba su postulación por parte de la Corte Suprema de Justicia dado que tres de sus magistrados aparentemente tenían a familiares suyos trabajando en la Procuraduría.  

Probablemente no sea respetuoso invocar la risa. Sin embargo, disculpándonos con sus numerosas víctimas, ¿qué otra cosa nos puede producir ver a este hombre impartiendo justicia religiosa en un país con características de Estado laico y cuya Carta lo define como democrático, participativo y pluralista? ¿Un país con libertad de cultos, conciencia y pensamiento, pluriétnico y multicultural regido por una  Constitución Política que ya como antaño no reza como lo quisiera él, “en nombre de Dios, fuente suprema de toda autoridad”?
 
guribe3@gmail.com