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Justificar la barbarie

Al cortar la señal del canal colombiano, Maduro evitó que el mundo viera en directo cómo la cabeza de un estudiante opositor explotaba cuando una bala disparada por un agente del Sebin le atravesó el cráneo.

Joaquín Robles Zabala, Joaquín Robles Zabala
20 de febrero de 2014

La barbarie, venga de donde venga, no puede justificarse. El solo hecho de bloquear la señal de un canal de televisión cuya afiliación política difiere de los intereses del gobierno de turno, es un acto que debería ser condenado sin reparos por la comunidad internacional. Más aún si lo que se buscaba con esta medida era evitar la transmisión en directo de una protesta de estudiantes universitarios que tenía como fin poner en evidencia una serie de irregularidades que van desde la escasez de papel higiénico en los estantes de los supermercados hasta la hiperinflación que afecta considerablemente el bolsillo del venezolano promedio.

No importa si el medio que se censura es equilibrado o amarillista o solo ve los hechos en blanco y negro. La razón es sencilla: si condenamos por un lado el exabrupto del Escuadrón Móvil Antimotines, ESMAD, durante el paro agrario que se llevó a cabo el año pasado en las distintas ciudades colombianas, no podemos  vitorear por el otro el uso excesivo de la fuerza de la Guardia Nacional Bolivariana contra los estudiantes que protestan desde hace varias semanas en la calles de Caracas. La simpatía ideológica o los intereses económicos no deberían ser razones para justificar los actos de barbarie de un gobierno que –seamos serios-- ha demostrado hasta ahora su ineptitud para administrar con eficacia un país cuya plataforma continental reposa sobre un gigantesco pozo de petróleo.

Las imágenes que nos llegan de las protestas de Caracas y otras ciudades venezolanas a través de las redes sociales son dantescas y nos recuerdan aquellas otras que se produjeron hace cuatro meses durante la represión que la Policía Nacional colombiana realizó durante la ola de protestas en Santander, Boyacá, Cundinamarca y otros departamentos del territorio nacional. La barbarie, esa costra de la cual  no hemos podido desprendernos desde los tiempos de la Conquista, se puso en evidencia cuando dos policía del ESMAD le dieron alcancé a un anciano que corría para protegerse y sin medir palabras dejaron caer con fuerza sobre él sus porras y el rostro del campesino se llenó de sangre. 

Las imágenes circularon durante un par de semanas por las redes y los comentarios que se produjeron entonces fueron de indignación por el hecho de cómo los miembros de la Policía Nacional ejercieron fuerza excesiva contra un grupo  de mineros, caficultores y camioneros que solo reclamaban sus derechos y un ajuste económico por su labor. 

El video ha vuelto a circular, pero esta vez tiene como espacio de desarrollo las calles de Caracas: dos uniformados de la Guardia Nacional Bolivariana persiguen a un anciano que huye para protegerse de las balas que zumban a su alrededor. Los uniformados le dan alcance, lo acorralan  y, sin consideración alguna, dejan caer las culatas de sus fusiles en repetidas ocasiones sobre el rostro del anciano, que termina en el piso con la cara cubierta de sangre. Indefenso, y teniendo como único escudo sus brazos, el viejo intenta protegerse, pero los guardias lo patean hasta dejarlo inconsciente.

Las imágenes, sin duda, atentan contra la sensibilidad del espectador. Parecen sacadas, pero no lo son, de una de las tantas protestas que se produjeron en Libia antes de la muerte de Al Gadafi. Al final, el video deja ver al anciano tendido en el piso y a los dos guardias alejándose, quizás  satisfechos por el deber cumplido.

Siempre he creído que lo que es malo para algunos no puede ser bueno para otros. No puede ser malo lo que sucede con nuestros estudiantes y campesinos cuando el ESMAD desata su furia criminal contra estos durante una protesta, y justificar sin vacilación la flagrante barbarie que la Guardia Nacional chavista ejerce en las calles de la capital venezolana y otras ciudades del país cuando los estudiantes salen, por las mismas razones que esgrimen los colombianos, a protestar contra un gobierno corrupto que no cumple con el deber constitucional de la protección y cuidado de sus ciudadanos.

Ninguna ideología, ningún color político ni ninguna revolución pueden justificar la muerte de un grupo de personas que solo cumplía con el derecho a la protesta que les asigna la Constitución Política de su país. Echar bala contra aquellos que solo tiran piedras no es para nada un equilibrio de fuerzas. Tampoco se le puede llamar terroristas o subversivos a quienes se toman las calles para reclamar sus derechos. [Recuérdese que el entonces ‘mejor presidente’ de Colombia lo decía con mucha frecuencia, antes y después de cualquier manifestación popular]. Por eso resulta repudiable que un mandatario, en cadena nacional de radio y televisión, felicite a los miembros de su escuadrón de la muerte por el deber cumplido. Es como si Uribe hubiera, en su momento, felicitado en público a sus soldados por los falsos positivos. 

Nada, decía el maestro Héctor Rojas Herazo, puede justificar un crimen. Quizá fue esto lo que intentó evitar el presidente Nicolás Maduro cuando, en medio de la balacera desatada en las calles de Caracas, ordenó sacar del aire la señal de televisión del canal colombiano NTN 24, pues no quería que el mundo viera en directo cómo la cabeza de un estudiante opositor explotaba cuando una bala disparada por un agente del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional le atravesó el cráneo.

Para el periodista venezolano Nelson Bocaranda, no hay duda de que el Sebin disparó en repetidas ocasiones contra la población estudiantil que protestaba en Caracas y otras ciudades del país, causándole la muerte a por lo menos cinco de estos, incluyendo a una modelo y exreina de belleza, y heridas de consideración a varios cientos. Los videos están circulando por las redes y seguramente Bocaranda tendrá cómo probar lo afirmado en una eventual investigación que le abra la Fiscalía Bolivariana por fomentar el pánico y la zozobra al escribir sobre la realidad de unos hechos que tiñeron de sangre las calles de su [hoy] polarizada Venezuela.

En Twitter: @joarza
*Docente universitario.

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