Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

Duque, piénselo

La calle le está diciendo no más a estas clases dirigentes desconectadas con sus pueblos que no quiere seguir infectada por aventuras neoliberales que están socavando los valores democráticos privilegiando a los grandes capitales, a los banqueros y las castas políticas y sociales excluyentes.

Javier Gómez
22 de octubre de 2019

Hablaba en mi columna anterior, ‘La Democracia Bajo Sospecha‘, de cómo la pérdida de confianza en esta institución ha llevado a que los ciudadanos hoy la pongan seriamente en duda y la impugnen como sistema idóneo para gobernar; todo, porque quienes llegan a gobernar en democracia mienten y sus promesas de campaña se confabulan con los privilegios preexistentes para engañar al electorado.  

Los estallidos sociales de los últimos días en Chile, Ecuador y, de alguna manera, en Colombia corroboran este descontento que en otros países han dado paso a dictaduras populistas de izquierda, derecha y a nacionalismos hirsutos. Es necesario preservar la democracia, pero para ello las clases dirigentes de estos países deben poner los pies sobre la tierra porque parece que vivieran en la estratosfera y lejos de su pueblo agachan la cabeza temerosas frente a los aullidos del FMI y el Banco Mundial; en Argentina, para citar otro ejemplo, la calle le cobró a Macri su desproporcionada deuda con estos órganos de crédito y hoy está a punto de perder la reelección dejando a los gauchos debiendo hasta la risa y una economía al borde de la quiebra. 

Esto hace que la movilización social no se detenga y sea una realidad. Creo que se equivocan quienes insisten en hurgar en otras latitudes para buscar responsables externos en las movilizaciones. Detrás de estas protestas está el pueblo que no es pendejo y no necesita de padrinos para denunciar que hoy el mísero salario no les alcanza para llegar a fin de mes. Quienes hoy van a la calle es porque están sintiendo el rigor de unas desmesuradas e irresponsables políticas impuestas por una clase indolente y perversa.  

Dicho lo anterior, un común denominador camina como un fantasma en estas economías dependientes más allá de los reclamos coyunturales: la crisis socioestructural que hoy afecta a millones de hogares en América Latina; hogares que sobreviven en medio de un profundo obstáculo, silencioso, imperceptible, que no se ve, y que hoy carcome cualquier intento de progreso como es el de persistir en mejores condiciones para embolsar una mejor calidad de vida. 

Ese profundo obstáculo -común a toda la región- reverbera en las pensiones indignas, salud precaria, sueldos miserables, educación de mala calidad, atención médica mediada por el dinero, deuda universitaria vitalicia, sueldos de la élite política, delincuencia sin control, empleos precarios, y los imparables escándalos de corrupción en todas las instituciones del Estado. En definitiva, lo que ocurre se podría asimilar a una pandemia que raya con la desigualdad y la exclusión. La gente, mamada, le está diciendo no más a esos discursos que los medios de comunicación replican sin digerir naturalizando el supuesto progreso con eufemismos como el crecimiento económico, la sostenibilidad fiscal o responsabilidad macroeconómica; charlatanes. 

La calle le está diciendo no más a estas clases dirigentes desconectadas con sus pueblos que no quiere seguir infectada por aventuras neoliberales que están socavando los valores democráticos privilegiando a los grandes capitales, a los banqueros y las castas políticas y sociales excluyentes. 

Por ello en un acto de sensatez y reconocimiento de ausencia y desconexión con la realidad de su país, el presidente Piñera de Chile, le dijo a su pueblo: “Reconozco esta falta de visión y le pido perdón a mis compatriotas”. ¿No le dice nada esta honradez política de su colega chileno presidente Duque, ahora que está pensando en reformas laborales y pensionales que van en detrimento de su pueblo? Creo que debería pensarlo.  

@jairotevi

Noticias Destacadas