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Puro teatro

El papel de Uribe no consiste en responsablizarse de los actos de su gobierno, sino en criticarlos como si no tuvieran nada que ver con él

Antonio Caballero
26 de febrero de 2006

Nadie le había contado al presidente Álvaro Uribe hace unos días lo de las torturas a los reclutas del Ejército en un campo de entrenamiento en el Tolima. Como hace un mes nadie le había contado que había paramilitares en las filas parlamentarias del uribismo. Como hace cuatro años nadie le había contado quién era la famosa 'Gata' de Magangué que hacía? donaciones de cien millones de pesos a su campaña electoral. Pero en cuanto se enteró -por la prensa-, destituyó fulminantemente a un general, hizo expulsar ignominiosamente a unos senadores de unas listas electorales. Mandó meter presa (¿ilegalmente?) a la generosa donante de campaña.

Un gobernante enérgico. Aunque, eso sí, mal informado. Un gobernante que, para mostrar su energía, no vacila en recurrir al abuso de poder, como en aquella ocasión en que dio orden de que a un guerrillero desertor lo alojaran en el Hotel Tequendama. ¡Cómo irá a ser su despliegue de energía cuando se entere -por la prensa, supongo, y con el habitual retraso- de que perdió la reelección! Se nos vendrá con todo: toque de queda, censura de prensa, ley de fuga, excomunión de los votantes.

Pero todo eso es, en el fondo, puro teatro. Uribe es un gran histrión, como han solido serlo los políticos populistas, desde el romano Julio César hasta el venezolano Hugo Chávez. El guerrillero desertor de marras, por ejemplo, al día siguiente volvió a la cárcel (y creo que luego se volvió a escapar, y nunca se supo quién había pagado la cuenta del hotel). Pero es teatro eficaz. La gente queda debidamente impresionada. Así, es puro teatro el gesto demagógico de destituir al comandante del Ejército por las torturas del campo de entrenamiento (como es teatro también, grosera farsa, el hecho de que el coronel que comandaba el campo fuera, como informa -tardíamente- la prensa, "especialista en derechos humanos y derecho internacional humanitario"). Pero teatro hábil: ¿quién va a criticar al Presidente por poner su preocupación por los derechos humanos por encima de su estima por un general eficiente? Un general que, por otra parte, estaba actuando correctamente en el caso de las torturas: en vez de echar tierra sobre el asunto, como ha sido siempre la tradición en Colombia, estaba adelantando la investigación necesaria.

Y sin embargo llamo teatro a la reacción del presidente Uribe porque llevamos cuatro años (sin contar los que estuvo de gobernador de Antioquia) sabiendo que le importa un comino la defensa de los derechos humanos, que ha calificado de simple máscara de la subversión. Como también llevamos cuatro años sabiendo que le importa un comino que los parlamentarios uribistas sean narcoparamilitares, con tal de que sean uribistas. Como llevamos cuatro años sabiendo que le importa un comino -como a cualquier otro candidato presidencial- de dónde llega la plata de su campaña, con tal de que llegue.

Como a cualquier otro candidato presidencial: el secreto del teatro de Álvaro Uribe está ahí. En que no es Presidente, sino candidato. Esa es una de las funciones principales, por no decir la única, de los "hombres providenciales". Y es el hecho de llevar cuatro años actuando como candidato, y no como Presidente, el que le ha permitido tener eso que la prensa ha llamado "efecto teflón": todo le resbala. Su papel no consiste en responsabilizarse de los actos de su gobierno, sino en criticarlos, como si no tuvieran nada qué ver con él; y en regañar a sus generales y ministros como si no fuera él quien los ha nombrado. Pero conservando a la vez una ventaja considerable de que no disponen otros candidatos: la facultad de destituir a esos mismos generales y ministros cuando calcula que el gesto puede darle réditos electorales, que son los únicos que le importan.

A las consideraciones anteriores conozco ya, de antemano, la leguleya respuesta de los uribistas: que es una falacia malintencionada la de llamar "candidato" al señor Presidente puesto que no lo es todavía de manera oficial; y sólo lo será a partir del momento en que inscriba formalmente su candidatura, el día 27 de febrero.

Puro teatro.