Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

El futuro

Aun cuando histórica y geopolíticamente sigamos bajo la influencia estadounidense, la influencia de China será cada vez mayor.

Juan Ricardo Ortega, Juan Ricardo Ortega
6 de junio de 2020

Esta pandemia, que por sus dimensiones ya es histórica, ha incidido en la compleja lucha de poder por la supremacía global; no solo en la puja evidente entre China y Estados Unidos, sino en la reconfiguración de la Unión Europea posbrexit y en la búsqueda de Latinoamérica por alinearse lo mejor posible con las grandes potencias. 

Si bien al inicio del brote muchos sostuvieron el retorno a la idea del Estado nación –por la reacción profundamente individualista de los países para controlar la pandemia–, lo cierto es que en esta fase de reapertura y de crisis económica mundial este espejismo se vuelve agua, pues es difícil pensar que un país pueda superar la crisis de manera autónoma o aislada. 

Pero esa codependencia puede verse a través del filtro del mercado o de la solidaridad. En el caso europeo, líderes como Merkel y Macron han apostado por lo segundo, al proponer, por primera vez en la historia de esa Unión, el respaldo a un mecanismo de endeudamiento conjunto y solidario, no por medio de créditos sujetos a medidas de austeridad. Aunque falta que países como Holanda y Austria acepten esta solución, es claro que la Unión Europea intenta fortalecerse a partir de la solidaridad. 

Sin embargo, el verdadero pulso por el poder está entre China y Estados Unidos, y países como Colombia deberán decidir dónde se paran cuando las placas tectónicas entre ambos choquen y empiece el mundo a sacudirse. Aun cuando histórica y geopolíticamente sigamos bajo la influencia estadounidense, la influencia de China será cada vez mayor. El metro de Bogotá, sus trenes y equipos de control serán chinos y sus sistemas de pago, digitales; los celulares inteligentes a bajo costo y las centrales de telecomunicaciones que los soportan van a tener cada día mayor influencia en nuestra vida.

Markus Brunnermeier, profesor de Princeton, identifica seis dimensiones del conflicto entre Estados Unidos y China: la primacía del sector financiero estadounidense y el dólar, las calificadoras de riesgo y las redes de pago de las tarjetas de crédito, la capacidad de imponer sanciones y el desarrollo de inteligencia que esto conlleva, la privacidad y el manejo de datos, la innovación en ciencia y conocimiento, y el control de la infraestructura y las comunicaciones (en el que las empresas estatales chinas ya son líderes mundiales).

Aun cuando histórica y geopolíticamente sigamos bajo la influencia estadounidense, la influencia de China será cada vez mayor.

Si bien hay primacía del dólar y de los bancos estadounidenses, las continuas sanciones de Washington han alineado a China, Rusia e Irán en la búsqueda de acuerdos que los hagan menos dependientes del sistema financiero anglosajón. Y Colombia no es ajena a esta movida: en el caso de las tarjetas de crédito, por ejemplo, el elevado costo de las comisiones de uso que se cobran a tenderos en la región va a impulsar la penetración de sistemas de pagos digitales chinos, como el WeChat, del gigante tecnológico Tencent.

En un contexto de pandemia en el que el efectivo se ha convertido en un riesgo de contagio, el bajo costo y la eficiencia de esas tecnologías podrían desbancar a las tarjetas de crédito en Colombia e, incluso, proveer mecanismos para la masificación de la facturación electrónica a través de esta atractiva alternativa.

En términos de infraestructura y comunicación, China ha invertido miles de millones de dólares en proyectos en Asia, África y Europa para crear una red logística independiente del dominio occidental. La llamada Belt and Road Initiative es su mayor ejemplo, pero el metro de Bogotá forma parte también de esta estrategia general, así como la represa eléctrica que tiene China en Ecuador, de la cual se beneficia Colombia en la actualidad. 

En el tema de las comunicaciones, la ventaja tecnológica china en tecnologías 5G es evidente, mientras que los países de Occidente prefieren seguir en tecnología 4G para no ceder el control de sus estructuras tecnológicas y evitar aumentar su exposición a la inteligencia y al robo de secretos tecnológicos por parte de los conglomerados chinos. La fortaleza del Estado de derecho en Estados Unidos, a pesar de sus defectos, ofrece ciertas garantías en el manejo de datos y la protección de la privacidad. En China el poder del Estado es ilimitado y las libertades individuales no tienen garantías. 

Finalmente, la gran puja por la primacía en la ciencia y el conocimiento es, en últimas, una visión de futuro de largo plazo que respalda las inmensas inversiones estatales en investigación básica y universidades que esto exige; aquí Colombia tiene que aprender y hacer una gran apuesta a futuro. Si nos coordinamos estratégicamente, esta es la oportunidad para atraer inversiones norteamericanas que van a salir de Asia. Sectores estratégicos como el farmacéutico, las manufacturas de dispositivos médicos y servicios de salud y programación podrían ser poderosas fuentes de crecimiento para el país, aunque esto requiere poderles garantizar la seguridad de su propiedad intelectual y la guerra cibernética.

La partida está movida, pero es de largo aliento. Habrá que estar atentos.