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Masculinidad

Se escriben libros sobre qué es ser hombre hoy. La nueva derecha comienza a cuestionarse ¿Esto, para qué?

Alonso Sánchez Baute, Alonso Sánchez Baute
22 de enero de 2019

Todo iba bien hasta que aparecieron Adán y Eva y nos expulsaron del Paraíso. Lo que a cada quien daba placer se convirtió en pecado. No más desnudez ni felicidad: el hombre tenía que sentir culpa y ser un desdichado. Porque eso hace la culpa: se alimenta de miedos, odios y miserias hasta hacer del hombre un desdichado. Por eso, desde sus inicios, la Iglesia controla y manipula a través de ella.

Vino Cristo y asumió la culpa de toda la humanidad, pero los cristianos siguieron sintiéndose culpables de cualquier nimiedad, porque entonces la Iglesia introdujo códigos de conducta que debían cumplirse (solo) en público. El amaos los unos a los otros se convirtió en odiad a quien no es públicamente como nosotros. Quien quería ir al cielo debía ser “bueno”. Era un deseo aspiracional y hasta se pagaba por ello (a la Iglesia, por supuesto). La doble moral se convirtió en estilo de vida y el hombre debía seguir asumiendo la culpa. No la responsabilidad. Y aquí vino otro lío: seguía respondiendo a Dios, no a las leyes del hombre.

La Iglesia fue muy hábil en esto: nos convenció de que Dios todo lo ve y todo lo castiga. Era como si Dios le hablara al hombre a través de uno de esos pinganillos que usan los porteros de las discotecas. Si alguien contraía una enfermedad, si a una madre se le moría el hijo, si otra era golpeada por su marido, había sido por su culpa. Especialmente cuando se trataba de una mujer o un homosexual. Había cometido un pecado y debía recibir un castigo.

Así iba el mundo: los hombres buenos se comportaban como los de la Biblia: más machistas, imposible. Había curas que cometían el peor de los pecados: la pedofilia, pero no importaba porque en público eran “buenos”.

Pero aparecieron la píldora, la publicidad, los hippies, la Revolución Sexual, el Me too, los derechos igualitarios, los medios de comunicación que comenzaron a mostrar que hay curas que no son tan “buenos”… y los códigos de conducta comenzaron a cambiar. Los códigos de la sociedad en general, no los de la Iglesia. Muchos hombres, incluidos curas, de repente quedaron sin piso y comenzaron a preguntarse quiénes son, a qué vinieron al mundo, qué fue lo que hicieron mal, cómo deben actuar. Se escriben libros sobre qué es ser hombre hoy. La nueva derecha comienza a cuestionarse ¿Esto, para qué?

Guillete acaba de presentar un comercial de cien minutos que divide a los hombres en buenos y malos. Los malos son los violentos, los que acosan a las mujeres, los que las maltratan, los niños que matonean. La idea es mostrar que el hombre puede quitarse la carga de ser y actuar como tradicionalmente se le ha exigido, que hoy su rol es diferente al del pasado, que hay otras formas de ser hombre.

En menos de una semana veintiún millones de personas (al momento en que escribo esto) lo han visto en YouTube. De ellos, 585.000 le han dado like y más de un millón, entre hombres, han tipeado “No me gusta”.

Puestos ante este espejo, quienes siempre han dominado el mundo se han ofendido, quizá porque los ha enfrentado a una vieja culpa que desconocían y aceptar este cambio deja sin piso su escala de valores. En el dilema entre la vieja y la nueva masculinidad, una mayoría ha dicho que se queda como estaba. ¿Siguen el ejemplo de Trump, de Putin, de Erdogan, de Duterte, de Bolsonaro?

@sanchezbaute

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