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Que hagan la paz

Los norteamericanos hacen magníficas películas de guerra. Y sí, eso también es verdad. Pero porque hacen buen cine, no porque hagan buena guerra

Antonio Caballero
13 de junio de 2004

Decía aquí hace una semana que los norteamericanos están perdiendo la guerra en Afganistán y en Irak. Y sí. Como han perdido todas sus guerras. Porque no saben hacerlas. Ha habido pueblos muy buenos para hacer la guerra. Los macedonios de Alejandro, los romanos de César, los mongoles de Genghis Khan, los incas de Pachacutec, los ingleses de Wellington.

Los norteamericanos no son de ese temple: no en vano se fueron de Europa (y ese es su honor) para huir de las guerras. Por eso han perdido hasta la suya propia: la guerra civil llamada de Secesión, una de las más torpes que se hayan visto en la historia universal, en la cual las batallas se ganaban o perdían por puro azar, y no se sabía en qué bando eran más ineptos los generales, si en el del Sur o en el del Norte, y en cual más inútiles las tropas, si en el del Norte o en el del Sur. La guerra la perdieron los dos lados, porque los dos eran norteamericanos.

¿Ganaron su guerra de Independencia? No: la ganó Francia con el apoyo de sus aliados indios. Después ganaron ellos, eso sí, su guerra de exterminio contra los indios, gracias tanto a su superioridad en armamento como a sus incesantes incumplimientos y traiciones a los tratados firmados con las tribus. Ganaron también luego, por las mismas razones, su guerrita contra México por Tejas y California. Y la guerra contra España por Cuba y las Filipinas: la pobre flota española no resistió ni un cañonazo. Pero vean en qué anda Cuba; y 'pacificar' las Filipinas les tomó medio siglo: hasta la invasión japonesa.

Después ¿qué guerra han ganado los norteamericanos? La de Corea la perdieron ante los comunistas coreanos (o, si se prefiere, ante los chinos). La de Vietnam la ganaron Vietnam del Norte y los vietcong de Vietnam del Sur. La de Camboya la ganó Pol Pot. La de Somalia la ganaron unos señores de la guerra cuyo nombre se me escapa: Ahmed Alí, Alí Ahmed, o algo por el estilo. De la guerra del Líbano, en la que habían metido un par de portaaviones, tuvieron que retirarse en cuanto les mataron unos cuantos marines. Tal vez sólo han ganado la guerra contra la diminuta isla caribeña de Grenada. Diez mil marines norteamericanos apoyados por la aviación y el cañoneo de los barcos derrotaron a doscientos obreros de la construcción de nacionalidad cubana que estaban pañetando la pista de un aeropuerto. Y bueno, claro: ganaron la de Panamá. Otro país sin ejército. Una operación de policía que costó cuatro mil muertos para llevarse preso a un ex agente de la CIA al que ellos mismos habían puesto a gobernar el país, y que había resultado, por lo visto, narcotraficante. Pusieron en su lugar a un lavador de dólares.

Ya sé que me dirán: los norteamericanos ganaron la Segunda Guerra Mundial contra el Tercer Reich alemán y el Imperio japonés, y ganaron la Guerra Fría contra el Imperio soviético: las dos guerras más grandes de la historia.

Sí, eso es verdad, de acuerdo. Y el mundo entero les debe a los norteamericanos el haberse librado del nazismo alemán, del militarismo japonés y del comunismo soviético. Pero eso no es ganar una guerra: es ganar una paz. Y lo que pretendo decir en este artículo es precisamente eso: que los norteamericanos no sirven para hacer la guerra, porque las pierden todas, sino para hacer la paz. Porque lo que saben hacer son las cosas de la paz: la industria, el comercio, la explotación del espacio, la ciencia, la tecnología, el deporte, la lucha contra el cáncer. Así, por ejemplo, la guerra contra el Reich alemán no la ganó el ejército norteamericano: la ganó el aparato industrial norteamericano, capaz de producir más aviones por hora y más jeeps por minuto que los que era capaz de destruir el ejército alemán en un mes. Y la guerra contra el Japón no la ganaron ni la aviación ni la marina, sino el equipo de investigación científica que fabricó la bomba atómica. La ganó la universidad. Y la Guerra Fría, esa larga guerra pacífica y por países interpuestos que duró medio siglo, no la ganó el poderío militar de los Estados Unidos, sino su poderío económico, en la despilfarradora carrera armamentista: ni una sola arma de las fabricadas en ese medio siglo llegó a ser utilizada. Los Estados Unidos acabaron por arruinar a la Unión Soviética. Que se rindió.

Ya sé que me dirán: pero los norteamericanos hacen magníficas películas de guerra. Y sí, eso también es verdad. Pero porque hacen buen cine, no porque hagan buena guerra.

Entonces, que se dediquen a hacer las cosas que saben hacer bien. Inventar bombillos, como Edison, como Bill Gates. Escribir novelas, como Mark Twain, como Joseph Meller. Cantar, como Ella Fitzgerald, como Bob Dylan. Bailar, como Fred Astaire, como Michael Jackson. Pensar, como Dom Payne, como Noam Chomsky. Producir. Crear. Vivir. Lo que saben hacer bien.

Pero que no hagan la guerra, que no la saben hacer. Que nos dejen a los demás vivir en paz.