Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

El after party

Desconcierto por los resultados. Informaciones contradictorias. Imágenes de violencia de lado y lado. La frontera como postal de la crisis.

Poly Martínez, Poly Martínez
1 de marzo de 2019

El desconcierto tras el fin de semana de música y la frustrada caravana de ayuda humanitaria quedó esparcido por el suelo como confeti. Ahí empezó el after party, el verdadero día D, el de ¿y después qué?

La pregunta flota espesa en Caracas y se siente en el aire de la frontera, en especial en San Antonio de Táchira, donde no cesa la violencia contra los opositores al régimen de Maduro. Este jueves pasado, al mejor estilo nazi –que ya ha usado el régimen en otros lugares- sus casas amanecieron marcadas con círculos rojos. Varias personas no aparecen y, en paralelo, el mes cerró con una durísima purga de altos cargos en empresas estatales, especialmente en PDVSA, todos bajo sospechas de deslealtad.

Un régimen acosado y asustado va sumando errores en la ruta hacia su fin, pero por el camino también crece el número de inocentes que pagan el precio. Nadie sabe bien qué más traerá la resaca de los eventos del pasado fin de semana y no hay quién se atreva a pronosticar cómo va a evolucionar el guayabo de muchos que se anticiparon a celebrar la salida de Maduro, bastante ilusos al pensar que bastarían unas baladas y algo de presión política empaquetada con el celofán de ayuda humanitaria.

Anotaciones en la tras escena:

- ¿Era necesaria la presencia de Guaidó en el concierto y la marcha? ¿Se dejó llevar por la cosa mediática para ganar escena sin valorar correctamente los riesgos? Hoy anda un poco en el aire, aún fuera de su país y con miles de venezolanos temiendo el desenlace a su regreso si llegan a detenerlo o si sucede cualquier cosa peor.  

- Nadie en Caracas lo dirá en voz alta, pero hay reclamos de que el presidente interino trata de copar demasiados escenarios y en ese afán arriesga más de lo necesario. Lo quieren en el país y no para la audiencia internacional pues las “aventuras” más allá de las fronteras le restan maniobra en Venezuela y oxigenan al régimen.

- En muy poco tiempo Guaidó ha reanimado las esperanzas de muchos, ha marcado el ritmo de la protesta ciudadana, le ha impuesto su agenda mediática a Maduro y le ha dado al mundo un interlocutor claro. Pero, como se hizo evidente en la frontera, eso no basta para organizar y sostener la protesta ciudadana contra el régimen.

La tensión cada vez será mayor, así como las posibilidades de un estallido violento en el país. Los resultados en Cúcuta obligan al presidente (i) a revisar las tácticas a corto plazo, a tocar tierra y contrastar las expectativas con la realidad. La sola idea de marchas que terminen como las de 2017, con más de 100 muertos, o sugerir una guerra importada o propiciar una guerra interna, aterra a los venezolanos que sobreviven en un país pauperizado (una mirada a Zimbawe hoy puede resultar ilustrativa).

- Hay negociaciones en proceso. En la mesa se sientan dios y el diablo. Pero hay que permitirle avanzar, bajarle el ruido y dejar que por unos días la atención mediática se vaya a cubrir conflictos de tono nuclear; guardar los gases lacrimógenos y las Molotov.

- A propósito, las acciones violentas de los colectivos chavistas estaban más anunciadas que el reencuentro de Chino y Nacho. Pero lo sorprendente fue ver tan relajada a la Policía Nacional colombiana frente a los petacos con bombas Molotov de los violentos de este lado de la frontera.  ¿El Ministro de Defensa y el Comandante de la Policía se han pronunciado? ¿Por qué nadie detuvo a estos vándalos? Colombia puede ser un punto de acopio para la ayuda humanitaria, pero no convertirse en un referente de acciones incendiarias y de conveniente laxitud frente a los delincuentes.  

- ¿Hubo más invitados VIP? ¿Por qué llegaron tan pocos presidentes? Muy amables los mandatarios de Chile y Paraguay, y el Secretario Almagro, pero el quorum para la coyuntura dejó mucho que desear. Seguramente el resto no se quiso comprometer con un evento riesgoso y prefirió atrincherarse detrás de la mesa del Grupo de Lima. Eso se debe tener en cuenta.  

- La presión política, el soft power debe ser más refinada, descansar de los reflectores y enfocarse en rastrear y denunciar las cuentas bancarias que tienen buena parte de los 2000 generales de la hermana república, de donde medran sus familiares que viven, lavan y estudian en el exterior.  Y también hay que denunciar con nombre y apellido a los responsables de la represión y violación a los derechos humanos en Venezuela. Esa lista sí genera presión.

El ejercicio del 23-F no fue tan exitoso. Colombia se lanzó a la pista de baile con entusiasmo y no hizo los cálculos suficientes del impacto, incluido el encarte con los desertores de las fuerzas armadas venezolanas que deberían pasar ya a manos de algún organismo multilateral. Si la idea del gobierno colombiano es seguir, como dice, con la presión diplomática y económica para apoyar una salida negociada, requiere más información y táctica.

La fiesta sonaba bien y tuvo buenos momentos que lograron el impacto mediático que se buscaba. Pero rápidamente se fue degradando, con consecuencias para todos: para Guaidó y sus seguidores, que perdieron terreno internamente; para Maduro y su máquina de represión, que sigue sumando pruebas al expediente que le tiene la CPI; para la comunidad regional, liderada por Colombia, que debe revisar el rumbo y su real compromiso a medida que la cosa apriete; y para los venezolanos que no reciben ayuda y sobreviven a punta de expectativas.   

  

 

Noticias Destacadas