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QUE RENUNCIE

Antonio Caballero
5 de mayo de 1997

Si el señor Gilberto Echeverri lleva ya 15 días nombrado Ministro de Defensa, no se entiende muy bien por qué sigue el general Harold Bedoya 'encargado' del Ministerio de Defensa. Ni se entiende muy bien por qué, desde tal encargo, anuncia una línea militar frontalmente contraria a la insinuada por el ministro titular, aunque desencargado, en sus primeras declara-ciones a la prensa. Habíamos entendido que el ministro nombrado tenía un proyecto de paz. Vemos ahora que el ministro encargado tiene un proyecto de guerra. Lo proclamó primero, solemnemente, ante sus compañeros de armas, en la 'Cátedra Colombia' que organiza el Ejército. Lo reiteró después, desdeñosamente, ante el Congreso, en el 'debate sobre la paz' al cual los congresistas ni siquiera asistieron, ocupados como deben de estar en la compra de votos para las próximas elecciones. Dijo el general Bedoya que sí, que muy bonita la paz, pero que primero es necesario ganar la guerra "eliminando la lombriz solitaria" _es decir, derrotando militarmente a la guerrilla_; y que en todo caso ni él ni sus Fuerzas Armadas están dispuestos a negociar con los alzados en armas porque éstos son, a la vez, narcotraficantes. Y es que el general Bedoya es quien más ha insistido, desde hace años ya, en que las guerrillas no son tales, sino simplemente un cartel del narcotráfico. Palabras. Huecas, y para distraer. Las guerrillas trafican con la droga, sin duda, pero además son guerrillas. Lo mismo sucede con centenares de miles, probablemente con millones de colombianos: los unos están metidos en lo de la droga, pero además son políticos, los otros están metidos en lo de la droga, pero además son campesinos de pancoger, los otros igual, pero además son abogados, o además son taxistas, o además son importadores de repuestos automotores, o además son reinas de belleza, o además son ganaderos de bravo, o además son jueces, o además son talabarteros, o además son hoteleros, o además son banqueros, o además son árbitros de fútbol. "Yo no dialogo_vendría a decir el general Harold Bedoya si fuera, digamos, presidente de la Dimayor_ con el árbitro que pitó el penalty, porque es un narcotraficante". Sí, bueno: pero además es árbitro de partidos de fútbol. De la misma manera, las guerrillas de las Farc o del ELN pueden ser narcotraficantes, pero además son guerrillas. Con el hueco argumento del general Bedoya no habría que hablar con nadie: ni con los políticos, ni con los obispos, ni con los propios militares, de los cuales unos cuantos han sido (como lo sabe el general mejor que nadie) convictos de narcotráfico. Es un hecho que Colombia trafica en drogas: tal vez la mitad de sus ingresos en divisas vienen de ahí, y una buena tajada del empleo tiene ese origen. Es ilegal, de acuerdo, pero ese es el empleo que hay, y esas son las divisas que hay. El general Bedoya podrá tener toda la razón jurídica del mundo en lo que dice, pero se está pasando por la bragueta todas las razones prácticas de la realidad colombiana. Y eso, que en un jurista podría ser considerado quizás una virtud, en un general que manda ejércitos es una insensatez.Un deseo insensato. El general Harold Bedoya quiere guerra. La quiere tanto, que en el debate sobre la paz realizado en el Salón Elíptico del Capitolio, y al cual no asistieron los congresistas por andar por ahí comprando votos, ni siquiera esperó a ver qué era lo que opinaban, en videos mandados al efecto, sus contrincantes en el juego de la guerra: el cura Pérez, jefe del ELN; el vocero de las Farc Rafael Reyes; el cabecilla de las autodefensas paramilitares, Carlos Castaño. Desde muchas horas antes Bedoya había (como dice la prensa) "fijado su posición". Y esa posición es que la guerra hay que ganarla. Ante el Salón Elíptico casi vacío (los congresistas, ya digo, andaban comprando votos) el Ministro del Interior se atrevió a decir sin sorna: "Es interesante ver que ahora el clima es más favorable y existe más interés que antes" en el tema de la paz. Soltaron ahí también su chorrito retórico el Procurador, el Fiscal, el Contralor, el Consejero de Paz (o mejor, puesto que ni eso hay, el asesor de la coordinación de la oficina del Consejero de Paz). El general Bedoya, cuya función consiste en aplicar la política que deciden esas altas instancias del Estado, ni siquiera estaba ahí para escuchar a sus voceros. Ya había "fijado su posición". Y resulta obvio que no se puede en Colombia ni siquiera intentar hacer la paz, por mucho chorro retórico que suelten los funcionarios civiles del Estado, si los militares han fijado ya su propia posición al respecto, tanto entre ellos mismos (en la Cátedra Colombia) como ante el Congreso.Si algo se puede llamar 'intervención en política' es lo que acaba de hacer el general Harold Bedoya: anunciar la posición militar frente a un tema tan exclusivamente político como es el de la guerra y la paz. Es en eso, y no en las encuestas y cábalas electorales, en lo que consiste la política. Y es justamente en eso en lo que no deben intervenir los militares, cuya función es solamente la de aplicar sobre el terreno la política que decidan los dirigentes políticos. El ministro Gilberto Echeverri, si es que algún día se encarga del Ministerio para el cual lleva 15 días nombrado, debería, como primera medida, destituir al general Bedoya por intervención indebida en política.Y si no, que no se encargue. Que renuncie.

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