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Menos pisa y más naranja

Fueron publicadas las anheladas y muchas veces temidas pruebas PISA, sigla en inglés del “Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos”. Estas pruebas evalúan a 540 mil estudiantes de 15 años en 72 países.

Ramsés Vargas Lamadrid, Ramsés Vargas Lamadrid
9 de diciembre de 2016

Las pruebas son aplicadas cada tres años por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), y se ocupan de evaluar las competencias en ciencias, matemáticas y comprensión de lectura.

Colombia tuvo una mejoría en el desempeño respecto al 2012, ubicándose en el puesto 57 en esta medición; mientras que Singapur, Japón, Estonia, Taiwán y Finlandia son los líderes globales del ranking.

De los 72 países evaluados en esta edición, Perú y Colombia mejoraron en ciencias, aunque su ubicación en la tabla sigue siendo de “bajo desempeño”. Ambos países mejoraron también sus resultados en matemáticas respecto a las pruebas de 2012.

A pesar de la mejoría general de Colombia en el ranking, los países latinoamericanos siguen siendo los de peor rendimiento académico.

Existen otras conclusiones interesantes en esta edición de las pruebas PISA, como que Colombia, México y Uruguay gastan menos por estudiante que Brasil, pero logran mejores resultados en ciencias. Otra medición del ranking obedece a factores de inequidad y la diferencia entre niños y niñas en cuanto a sus cocimientos y aptitudes, así, Finlandia es uno de los pocos países en donde las niñas prueban tener mayores aptitudes en ciencias que los niños.

En cuanto a la equidad de los sistemas educativos no es de sorprenderse que los Estados con mejores economías también son pioneros en resultados académicos, tal es el caso de Canadá, Dinamarca, Estonia y Hong Kong (China), pues en general los estudiantes denominados como “pobres” tienen tres veces más probabilidades de tener malos resultados y bajo desempeño.

Las Pruebas PISA aplicadas por la OCDE no han estado exentas de debate. Prestigiosos académicos han refutado en el pasado su pertinencia, pues estas se basan en criterios eficientistas que están ligados a los propósitos de la Organización en relación con el perfilamiento de negocios o actividades económicas productivas, lo que en muchos de los Estados objeto de la medición son situaciones muy ajenas y lejanas de sus realidades, tal es el caso de Colombia, Perú, México e incluso Brasil.

Además de lo anterior, las pruebas se caracterizan por la rapidez en la evaluación, lo que no permitiría medir adecuadamente ciertas competencias, y da por sentado que solo las ciencias exactas y la comprensión de lectura conforman la adecuada base adecuada curricular.

En un mundo cada vez más interconectado y globalizado por lo menos en medios tecnológicos, la información es cada vez más breve y constante, por lo que las pruebas de medición también deberían tener en cuenta estos aspectos. Así mismo, los niños pueden estudiar en algunos países en papel, y otros ya lo hacen en tabletas y computadores, lo que nos muestra otra brecha de inequidad que seguramente impacta en los resultados.

Un tema que ha pasado desapercibido pero debe despertar interés, es cómo los Estados pueden intentar falsear sus indicadores o presentar información incompleta para lograr resultados no concluyentes. Tal es el caso de Venezuela y Argentina, quiénes – en razón a su situación actual –, han cambiado sus indicadores viciando la información con el fin de no ser “medidas”.

América Latina es una gran damnificada de la baja calidad de sus sistemas educativos en lo que tiene que ver con el preescolar, la educación básica y media, antes era posible acceder a un trabajo sin muchas competencias en informática y otras disciplinas, lo que hoy es cada vez más difícil, y seguramente agrandará la brecha entre nuestras economías y la inequidad de nuestros sistemas.

Otra reflexión que vale la pena hacerse es que Estados como España están bajando el IVA para libros, impresiones y medios digitales, mientras que en Colombia los estamos subiendo imponiendo un freno digital y acrecentando la brecha tecnológica, lo que no permitiría masificar contenidos, conocimiento y acceso.

Para la OCDE las economías modernas no recompensan al individuo por lo que sabe, sino por lo que puede hacer con lo que sabe, lo que para la realidad latinoamericana es una sentencia más que una invitación, debemos revisar no solo nuestros contenidos sino nuestras competencias, lo que podemos hacer y en lo que nos debemos enfocar; innovación, emprendimiento y nuevas tecnologías no pueden ser lujos reducidos de unos pocos, sino una apuesta por la masificación y equidad a través de la ciencia, la educación y la cultura.

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