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Recomendada para izquierdistas

Hay que superar la mentalidad de eterna oposición. Hay que vender la ilusión del triunfo. La paz es victoria. Proseguir la guerra es la derrota.

León Valencia, León Valencia
29 de marzo de 2013

Señores de la izquierda, señores de la guerrilla en tránsito hacia la paz, tienen que ver la película No, tienen que oír a Gael García haciendo el papel de René Saavedra, deben detenerse a escuchar las discusiones entre Saavedra y los líderes de la izquierda chilena en 1988, en la memorable campaña para sacar a Pinochet del poder. 

Se darán cuenta de la importancia de la opinión pública, descubrirán, quizás, algunos secretos de la percepción ciudadana, sabrán un poco de la misteriosa manera como funcionan los sentimientos de la gente a la hora de las adhesiones políticas. 

Les escribí a algunos viejos amigos de la izquierda de Chile para saber qué tanto de realidad y qué tanto de ficción había en la película. Me dijeron que partía de hechos ciertos y el director Pablo Larraín había logrado darles un impresionante tratamiento cinematográfico. Eso le agrega más valor al disfrute y al estudio de esta película. No se la pueden perder. Allí encontrarán algunas claves para encarar las jornadas políticas que se avecinan: la noble aventura de la paz y la reconciliación, la enorme tarea de construir por fin una alternativa de izquierda con opción real de poder en nuestro país.

No les hablo desde afuera, no hago en esta columna de comentarista distante, bien saben que he participado de los debates de la izquierda desde los lejanos años setenta. Tengo en mi memoria muchas frases parecidas a las que circulan en la película. Pero antes de traer esos diálogos pongo en contexto a los lectores que no han visto la película. El cuento es este. Augusto Pinochet, acosado por la comunidad internacional, cita a un plebiscito para que los chilenos digan sí o no a la continuación de la dictadura.

Establece 15 minutos de televisión diarios para las dos campañas. Los líderes del No buscan al publicista René Saavedra para que los asesore. Allí empieza la trama. 

En el primer encuentro de Saavedra con los promotores del No, alguien dice: “El plebiscito está perdido desde que la derecha fascista lo convocó”. “Entonces, ¿para que la campaña?” le pregunta Saavedra. “Para crear conciencia” le contestan. El asesor tiene la convicción de que se puede ganar y por eso ha aceptado la tarea. Empieza la lucha contra quienes simplemente quieren hacer oposición y dejar una constancia histórica. Poco a poco les va llenando el alma de optimismo. 

¿Qué mensaje enviar para lograr el triunfo? Llevar a la pantalla todos los hechos crueles de la dictadura, saturar a los televidentes con denuncias, es la tendencia principal de los dirigentes del No. Pero Saavedra insiste una y otra vez en vender esperanza, en hablar del futuro, en hacer una campaña positiva y alegre.

Se ha percatado de que Pinochet con la apertura, la modernización y el crecimiento económico ha creado una sensación de prosperidad y de confianza en sectores de la población. Tiene que contar con eso. El eslogan y las imágenes que quiere transmitir tienen que ser superiores, tienen que sembrar una ilusión más poderosa. Inventa un lema ‘Chile, la alegría ya viene’. “Es un lavado de imagen de la dictadura” dice uno de los viejos izquierdistas y se retira de la campaña. “Estoy hasta la madre de tus putas denuncias”, le grita enfurecido Saavedra a alguien que insiste en llenar de denuncias el programa de televisión. Convencieron a Chile del No.

No era fácil. Era quizás más difícil que convencer a Colombia de que la paz es posible. Lo lograron. ¿Qué hará la guerrilla para sembrar confianza en este proceso? ¿Qué hará la izquierda para convencer a la sociedad colombiana de las bondades de un proyecto social avanzado una vez empiece el postconflicto? La primera tarea es incorporar la variable opinión pública en sus análisis. La gente siente, la gente piensa, no recibe pasivamente la información de los medios. Las encuestas dicen verdades. Un mensaje certero puede sacudir el corazón de la gente y concitar la adhesión política. Hay que superar la mentalidad de eterna oposición. Hay que vender la ilusión del triunfo. La paz es la victoria. Proseguir la guerra es la derrota. En una paz estable la agenda nacional cambia y las reivindicaciones sociales pasan a primer plano.

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