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Recuerdos del futuro

Ninguna de las sugerencias de Turbay fue incluida en el acto legislativo que consagró la reelección. Por suerte se le olvidaron tan rápido como al gobierno

Daniel Coronell
7 de agosto de 2005

Cuando un político se voltea, lo hace a nombre de la patria. Nunca los llamados estadistas reconocen que para ellos las conveniencias están por encima de los principios. Jamás dirán "mejor me arrimo al que manda", "me gusta el puesto", "es un gran negocio para mí", o por lo menos "me cansé de nadar contra la corriente".

Por el contrario, acuñan frases para convencer a los electores del favor enorme que le hacen al país al aceptar la prebenda. La llegada al alero del presupuesto y del poder se presenta como un sacrificio republicano. La reversa de sus convicciones de horas antes es en un acto de desprendimiento en beneficio de la Nación.

Por norma general la voltereta va acompañada de una serie de promesas. El esmero retórico contrasta con el olvido que sigue a la aceptación.

Hace poco más de un año presenciamos el volantín del ex presidente Turbay. El patriarca del clientelismo, poco antes, pretendía ser uno de los más firmes opositores a la reelección de Uribe. Por esos días, decía que "la reelección inmediata en un país de escasa cultura política, es contraproducente". Y concluía que "crea un ambiente de excesivo poder y hace propicio el autoritarismo".

Sin embargo, cambió pronto de opinión. Bastó que el gobierno -con el invaluable apoyo de Yidis y el ahora conejeado Teodolindo- lograra la aprobación en la primera de Cámara. Al día siguiente, sin dejar siquiera enfriar el escándalo, Turbay hizo su tránsito al uribismo.

Lo recibieron con voladores. El gobierno celebró el ingreso del nuevo aliado de la reelección. El arribo de ese prohombre que le daría nuevo vigor a la lucha contra la corrupción y la politiquería. No porque Turbay tuviera muchos votos, porque ya no los tenía, sino porque su salida del liberalismo debilitaba la oposición.

El jefe de Estado, refiriéndose a él, dijo entonces que no había cómo pagarle semejante "ejemplo de patriotismo, generosidad y desprendimiento". Turbay, que alguna vez definió su propia carrera como la de un joven ambicioso y lagarto, sabía que sí. Sí había cómo pagarle: dos embajadas y otras cositas. Pero antes el ex presidente tenía que vestir de seda su maroma.

La carta de adhesión fue rica en adjetivos. No es fácil justificar un triple salto a los 80 años. Encontró explicación en su deseo de contribuir a despejar los caminos políticos, facilitar el imperio del Estado de derecho y el fortalecimiento de la democracia representativa y participativa.

En otro párrafo, el ex presidente consignaba sus propósitos. Recomendaba que la reforma constitucional estableciera que el Presidente sólo podría ser reelecto con más del 50 por ciento de los votos: "Si no logra en la primera vuelta dicha mayoría, no podrá participar en la segunda". También pedía vigilar celosamente la elección en la que el Presidente fuera candidato. Para ello proponía la creación de "un tribunal de honor de altísimo nivel ante el cual los ciudadanos puedan quejarse del comportamiento de la autoridad".

Ninguna de las sugerencias de Turbay fue incluida en el acto legislativo que consagró la reelección. Por suerte a él se le olvidaron tan rápido como al gobierno. Pronto armó un movimiento para buscarle votos a esa causa y ahora oficia como avaluador e intermediario de nuevos adherentes.

Convenció al ex presidente Andrés Pastrana de aceptar la embajada en Estados Unidos. Pastrana -quien denunció que la reelección se aprobó con "compra de conciencias" y que el proceso de paz con los paramilitares era una conversación con "extraditables miembros del cartel de Medellín"- ahora representará al Presidente en Estados Unidos.

El comunicado de Palacio elogia su "patriótica y generosa actitud" y señala que el ex presidente Pastrana liderará la integración de "la comisión internacional de alto nivel para el seguimiento y verificación de la ley de Justicia y Paz".

Seguramente esa "comisión internacional de alto nivel" empezará a funcionar al tiempo con el "tribunal de honor de altísimo nivel", que en su momento proponía Turbay.

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