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¿Refrendación o revocatoria? ¿Petro o Gómez?

Miguel Gómez es un interlocutor válido. No hace bien el gobierno de Bogotá en descalificar la revocatoria. es el momento para un debate ideológico, político y técnico de altura.

León Valencia
5 de enero de 2013

Me gusta mucho la confrontación política que se ha abierto con la iniciativa de revocarle el mandato al alcalde Gustavo Petro. Me gusta el fondo del debate. Me gustan los contendores. Estaré ansioso por ver el resultado. Al final tendremos más luz sobre el futuro de la ciudad y también sobre el destino inmediato de la política colombiana.

¿Quieren los bogotanos cambios profundos en la ciudad? ¿Está en condiciones Petro de rectificar los errores y llevar a la práctica el ambicioso programa que puso a consideración en la campaña electoral? ¿Es Miguel Gómez Martínez el hombre para abrirle paso a un gobierno de la derecha pura y dura en la ciudad?

Petro ganó con el favor de apenas el 32 por ciento de los electores. Sin experiencia en el gobierno y sin amigos con gran trayectoria en el Estado. Eso le daba para hacer un gobierno de coalición, más o menos tranquilo, buscando una que otra reforma. No para hacer un gobierno de grupo. No para desatar transformaciones de fondo. No para intentar variaciones en el modelo de ciudad. Si quería hacer rupturas tenía que seducir a la ciudadanía con las primeras decisiones y acrecentar día tras día el apoyo en la opinión pública. No lo ha logrado hasta el momento. Está pagando un costo muy alto. Sin embargo, puede aprovechar la discusión que abre la revocatoria para conquistar ese respaldo y refrendar su mandato.

No será nada fácil. Petro plasmó en su programa de gobierno el ideario de una izquierda postmoderna con sus obsesiones de equidad social y lucha contra la discriminación y la segregación, de dignificación de las víctimas, de preservación del medio ambiente, de protección a la minorías sexuales, étnicas y raciales, de igualdad en el acceso a la educación y al conocimiento, de combate a la corrupción pública y privada, de control de las armas y reducción de las violencias en una perspectiva pacifista. Todo esto significa desafiar grandes poderes, algunos de ellos entroncados con las mafias, en una ciudad y en un país que vivieron de espaldas a las grandes revoluciones del siglo XX. Al parecer Petro no quiere cejar en el empeño. Quiere fungir como un gran reformador.

Eso es bueno para la política colombiana. Pero no se hace sin aliados. No se hace pasando por alto las complejidades técnicas que implica intervenir y modificar la prestación de algunos servicios públicos y cambiar la relación entre el Estado y los agentes privados. No se hace sin paciencia y sin plan. No se hace encerrado en un círculo de personas que en vez de advertir y conjurar los errores propios se dedica a buscar culpables en el mundo externo y a alimentar la paranoia del mandatario.

El fiasco que significó anunciar un cambio en el modelo de la recolección y el tratamiento de las basuras sin estar preparado para ello tiene que llevar a Petro a reflexiones y cambios en su gobierno. Aún puede buscar una coalición en el Concejo con fuerzas que quieran acompañar algunas transformaciones y que no tienen interés especial en la revocatoria. Allí puede encontrar a personas con más experiencia y mayor calificación técnica para modificar el gabinete.

Miguel Gómez no es un enemigo menor. No es solo parte de la élite conservadora del país. Es un hombre con una muy respetable trayectoria intelectual y desde cuando se lanzó a la política, encabezando la lista para Cámara del Partido de la U en Bogotá, ha tenido los ojos sobre la ciudad y ha sostenido posiciones muy coherentes, siempre al lado del expresidente Uribe, siempre en disidencia con Santos, siempre buscando la consolidación de un proyecto de derechas en la capital del país.

Ahora ha tenido la audacia y la habilidad de ponerse al frente de una campaña muy atractiva para grupos de oposición a Petro y para importantes sectores de la población descontentos con las acciones o con las omisiones de la administración. Gómez es un interlocutor válido. No hace bien el gobierno de Bogotá en empezar a descalificar la iniciativa de revocatoria hablando de financiaciones ilegítimas o de turbios intereses. Es el momento para un debate ideológico, político y técnico de altura.