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La era de la micromovilidad

Las patinetas son un nuevo elemento que entra a complementar la oferta de transporte en las ciudades del mundo. Mientras acá seguimos debatiendo sobre si es mejor un metro elevado o subterráneo, hoy el mundo abraza nuevas alternativas como el alquiler de patinetas.

Gonzalo Araújo, Gonzalo Araújo
3 de junio de 2019

Bogotá entró en la era de la micromovilidad y de qué manera. El pasado 28 de mayo, la Alcaldía de Bogotá expidió el decreto y el protocolo mediante el cual se regirá la prestación del servicio de patinetas y bicicletas para alquilar, reglamentación que marca el inicio de una novedosa modalidad de transporte que, sin duda, aportará a los ciudadanos en menores tiempos de desplazamiento y en el cuidado del frágil aire de la ciudad, que día a día se llena de partículas contaminantes que emiten los vehículos motorizados.

Las patinetas, son un nuevo elemento que entra a complementar la oferta de transporte en las ciudades del mundo.  Mientras acá seguimos debatiendo sobre si es mejor un metro elevado o subterráneo, hoy el mundo abraza nuevas alternativas como el alquiler de patinetas. Según NACTO (Asociación Nacional de Oficiales de Tranporte de EEUU), en Estados Unidos ocurrieron 38,5 millones de viajes en patinetas durante 2018, superando los viajes en bicicletas (36,5 millones), en tan solo su primer año de expansión e implementación, lo que sin duda marca un hito para una nueva forma de moverse. Bogotá la capital mundial de la Bici tiene el potencial, junto con las patinetas de doblar el ya millón de viajes diarios que se hacen en la ciudad.

La controversia sobre la contraposición de los derechos no se ha hecho esperar. Asociaciones de vecinos y ciudadanos preocupados o molestos con estos nuevos aparatos no se han tardado en quejarse mediante los mecanismos que la ley otorga en diversas instancias de gobierno, y claro ven que el statu quo está transformándose y muchas veces se oponen y se resisten al cambio. Para muchos, el aprovechamiento del espacio público con fines de lucro, no es muy diferente de lo que hacen las mafias que controlan ventas ambulantes en la ciudad. Esa contraposición de derechos es la primera barrera que debemos superar. Una cosa es innovar y apropiarse del espacio público, otra muy diferente es hacer uso del mismo.

Un estudio de la Universidad de San José en California (EE.UU) concluyó que el 90 % de las patinetas estacionadas no han perjudicado el flujo de peatones (en San José, así como en otras partes del mundo, se pueden estacionar patinetas en los andenes, desde que no bloqueen el flujo de peatones). De igual manera, la Secretaría de Movilidad de la ciudad de Seattle, evaluando su programa piloto de bicis sin anclaje concluyó que, de las bicis evaluadas, solamente el 4% podrían ser un “peligro de obstrucción” a los peatones y más del 70 % de las bicis fueron estacionadas en los andenes de acuerdo con las normas locales. De igual manera, la ciudad de Portland diagnosticó que el menos de 3% de las patinetas estacionadas impidieron la circulación de personas con discapacidad y que más del 70 % de las patinetas estaban estacionadas correctamente en la zona de servicio (furniture zone) de los andenes.

Como cualquier nueva tecnología, las patinetas traen grandes desafíos a las ciudades que deben ser enfrentados de la manera adecuada, y en los cuales debe haber un trabajo mancomunado entre el sector privado, el público y los ciudadanos. Pero no todo es controversia. Las patinetas eléctricas tienen el potencial de aportarle a la calidad del aire de la ciudad de manera significativa, en ahorro de Co2 y de partículas contaminantes. Si una ciudad como Bogotá le da la bienvenida a las patinetas eléctricas, es posible en el mediano plazo tener ahorros de 48.000 + de toneladas métricas de CO2m, de 570 toneladas métricas de monóxido de carbono, 111 toneladas métricas de  óxido de Nitrógeno y 4 toneladas métricas de material particulado. Darle la bienvenida a las patinetas eléctricas es una apuesta de largo plazo a un mejor aire para la ciudad, y para los ciudadanos.

Sin duda, serán necesarias campañas de sensibilización y educación para que los usuarios de esta nueva modalidad de transporte respeten las normas de tránsito y de convivencia; para que dejen las patinetas en los lugares señalados y para que transiten con precaución; también para que hagan uso de elementos de seguridad como el casco. Es claro que una solución a la movilidad no se puede volver en un problema para el espacio público, y esto depende de todos.

Cabe resaltar que el proceso de reglamentación de las patinetas fue armónico y colaborativo entre las empresas y el Distrito -una rareza por decir lo menos-. La Secretaría de Movilidad oyó a las empresas y juntos diseñaron el mejor marco posible, pensando en los intereses de los bogotanos. Lejos de ser perfecto, es un buen inicio para un elemento nuevo que llega a la ciudad a ayudarle a su gente a moverse de manera más rápida, ágil y, sobre todo, limpia y sostenible. Además es necesario reconocer los esfuerzos del alcalde Peñalosa, pieza clave para que fuera posible dar ese paso.

Las patinetas eléctricas son una muestra de que la tecnología le ganó la partida a los viejos esquemas de transporte, incluyendo el uso del vehículo particular. Evidencian, además, la rápida transformación que van a vivir las ciudades en los próximos años de la mano de la tecnología. Ya veremos cómo estas patinetas se irán integrando con los sistemas masivos de transporte, para ayudar a los bogotanos a llegar a su destino. 

*Consultor en Reg-Tech y Políticas Públicas.

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