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Disparando con perdigones

Después de casi ocho meses de relativa calma, el senador Gustavo Petro decidió enfilar sus baterías contra la Alianza Verde e irse lanza en ristre contra algunos de sus más importantes dirigentes. ¿Se podrá arreglar esa relación?

Lucas Pombo, Lucas Pombo
21 de marzo de 2019

Se acabó la luna de miel en la oposición. Después de casi ocho meses de relativa calma, el senador Gustavo Petro decidió enfilar sus baterías contra la Alianza Verde e irse lanza en ristre contra algunos de sus más importantes dirigentes. Día a día, desde la trinchera de su cuenta de Twitter, el senador de la Colombia Humana se ha encargado de minar una relación que parece difícil de reparar, al menos para las elecciones regionales de octubre.

La novela empezó, paradójicamente, en un momento histórico para la vida democrática del país: la primera alocución televisada de la oposición. Ese episodio, marcado por una profunda carga simbólica, se vio en parte opacado por los reclamos de Petro por no haber sido invitado al evento. No hubo explicaciones que valieran, de poco importó que el primer círculo de la Colombia Humana estuviera ahí, en primera línea, acompañando a la representante Juanita Goebertus mientras controvertía las objeciones hechas por el presidente Duque a la Ley Estatutaria de la JEP. El culpable para Petro era uno: el Partido Verde.

De un momento a otro, el foco cambió. Las pullas de Petro a Sergio Fajardo, a quien nunca le perdonó haber votado en blanco en la segunda vuelta, se extendieron a los "verdes". Críticas por cambiar la fecha de la marcha en defensa de la JEP, por no firmar la ponencia del Plan de Desarrollo elaborada por su grupo político, por supuestamente seguir la línea de Fajardo, y así.

La cruzada de Petro contra el Partido Verde también la asumieron sus escuderos en el Congreso. El senador Gustavo Bolívar llegó a afirmar que el partido de Antanas Mockus y Angélica Lozano le tenía "asco" a las Farc, por no haberse sumado a su ponencia negativa al PND; palabras de grueso calibre contra un partido que, contra viento y marea y sin cálculos burocráticos, ha defendido los Acuerdos de La Habana y su implementación en dos gobiernos distintos.

La crítica llegó al absurdo cuando la mira del petrismo se centró en la figura de Juanita Goebertus. El protagonismo de la joven congresista, derivado de su defensa del proceso de paz, llevó a que el senador Bolívar, palabras más, palabras menos, la señalara de ser con un "caballo de Troya" del uribismo en la oposición. Increíble que hoy la ponderación y el análisis reposado se confundan con la debilidad y la "tibieza".

Gustavo Petro es la cara visible de la oposición, de eso no hay duda. A pulso y en contravía de los sectores políticos tradicionales, el senador logró volver a la izquierda una opción de poder y recoger la indignación ciudadana, como nunca antes; es un titán, un fenómeno electoral que conecta con las masas. Con la ayuda de Petro, la oposición al gobierno del presidente Duque ha crecido y se ha empoderado; sin embargo, ese aporte de la Colombia Humana al debate público no se puede confundir con un poder absoluto para definir quién es opositor y quién no lo es. Repeler a una fuerza política como la Alianza Verde sin razones de peso es cerrar una puerta importante, una puerta que el día de mañana le puede ayudar a llegar a la Presidencia de la República.