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Renuncie, senador Merlano

No se enferme por nuestra culpa. Conviértase en el conductor elegido de sus amigos. Dígales que a usted no le hacen controles de alcoholemia.

Daniel Samper Ospina
26 de mayo de 2012

Escribo esta columna para solicitarle al senador Eduardo Merlano que renuncie, pero lo hago por motivos nobles, como el vino: y es que quiero protegerlo. Quiero evitarle un estrés semejante al de esta semana, por culpa del cual gestionó ante sus colegas una incapacidad que pudo demostrar fácilmente. Porque ya nadie duda de la incapacidad del senador Merlano.

El hecho es que temo que le vuelva a dar una crisis de angustia y por eso quiero que renuncie cuanto antes, pese a que ha sido un servidor público probo a quien los medios acusan infamemente de manejar borracho. Es falso. El mismo senador ni siquiera recuerda cuál fue la última vez que bebió. Que al parecer fue anoche. Sino que borró película.

Pedirle que renuncie a la vida pública es una decisión que atenta contra mi propio sueño, que es, como algunos saben, crear el Movimiento Colombiano de Borrachos, -MCB, o 'me cebé', por su sigla-. No tiene de malo. Acá cualquiera monta un movimiento. Hasta Mockus montó su propio movimiento, especialmente desde que le dio parkinson. Bien: el MCB sería una nueva fuerza política liderada por Merlano que aglutinaría a Lucho, al Bolillo, al concejal embolador, entre muchos otros, y que desde ya ha recibido múltiples adhesiones: el senador Corzo, por ejemplo, se postuló como fórmula vicepresidencial de Merlano, en una alianza estratégica en la que él pondría la gasolina y Merlano el trago. Hacen una buena llave: llave que no entregarán, ya lo advirtieron, aunque estén bebiendo.

Otra adhesión fue la del diputado Rodrigo Mesa, que le aportará al Movimiento sus conocimientos en diplomacia y derecho internacional: es el hombre ideal no solo para señalar los mojones con Venezuela, sino también para perfumarlos. Porque ahora, queridos amigos, les ha dado a todos por hablar de mojones como si no se prestara a equívocos: hablan del mojón de Venezuela, como si Chávez no se fuera a dar por aludido. Y en una entrevista para Caracol, Uribe dijo que Fernando Londoño era un mojón muy sólido, como si fuera correcto referirse de esa manera a su copartidario, justo en la semana en que trataron de ablandarlo. Le expreso mi solidaridad a Fernando Londoño, a quien en la ambulancia le robaron el Rolex, que era donde veía la Hora de la Verdad. Y registro con alegría que, según leí en la prensa, tenga un perro que se llama Pacho, imagino que como un guiño a su tocayo vicepresidencial, que también se corretea a sí mismo en círculos mientras trata de morderse la cola y deja mojoncitos por todas partes. Menos mal existe la mano bondadosa del diputado Mesa, que los recoge. Esa es la mano negra.

No voy a engañar a nadie. Soy el primero en votar por el MCB porque quiero beber, esa es la verdad; beber para olvidar. Beber para olvidar a Santos y a Uribe; beber para olvidar a Lucerito Cortés, condenada a cinco años de casa por cárcel, como si no fuera una infamia con su marido. Beber para olvidar a Junior Turbay, contra quien abrieron investigación por engallar una camioneta con cojinería de cuero, nevera y bidé de chorro tibio que costó 300 millones y que nunca usó: usó solo el bidé. Pobre: jamás vuelvo a compararlo con un cerdo, como lo hice en alguna columna de mal gusto. Ofrezco excusas. Por fortuna, Junior es un político veterano, como los de su casta; y tiene la piel curtida y dura, e incluso, tostadita. Como las lechonas.

Digo que soy el primero en votar por el MCB, pese a que ahora la Fiscalía acusa de secuestro a todo aquel que tenga nariz de borracho, como le sucedió a Sigifredo López. Pero lo hago porque creo en el senador Merlano, su director natural, que es un líder capaz de tomar medidas. Y de tomarlas fondo blanco. Me dolería que renuncie al Senado justo cuando iba a impulsar un nuevo Código de Tránsito con este único artículo: "Quien tuviere a su papá condenado por parapolítica y anduviere con una mujer que califique a los patrulleros de los retenes como 'resentidos por trabajar a estas horas', y parezca tomado, y sea senador, y no tenga pase, y se niegue a cumplir la ley, obtendrá la licencia de conducir de manera casi inmediata".

Me dolería que renuncie, sí, pero debo pensar en su bienestar; no solo en el del país. Y desde que supe que se tomó una licencia por culpa del estrés, y que ya son dos las licencias que obtiene en una misma semana, prefiero que descanse.

Soy un sentimental, lo sé. Pero no es justo que nos aprovechemos de su generosa vocación de servicio, de su sabia manera de dar ejemplo, y lo retengamos ciegamente en el Senado. Si de verdad lo queremos, dejémoslo ir. No seamos egoístas. Y ayudémosle a que renuncie.

Senador: no se enferme por nuestra culpa. Allá afuera hay garrafas y camionetas que lo esperan. Conviértase en el conductor elegido de sus amigos. Dígales que a usted no le hacen controles de alcoholemia; dígales que tanqueó el carro con 50.000 de gasolina, aunque solo le haya puesto 37.195. Y, ya en el sector privado, postúlese para conducir al Santa Fe, el Ferrari rojo, a ver si nos enseña a levantar la copa.

Pásese este trago amargo con hielo, como le gusta. Renuncie y sea libre. Y pídale a Fernando Londoño que le permita sacar a pasear a Pacho, que a lo mejor tiene sarna y se pueden rascar juntos.

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