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“Roa” se rajó

En la película, Gaitán no pasa de ser un político tradicional que lanza ideas sueltas para pescar en río revuelto.

Rafael Arturo
23 de abril de 2013

El embajador de Estados Unidos en Colombia en 1947, John C. Wiley, en un informe para el gobierno de su país daba a entender que Jorge Eliécer Gaitán era un hombre pequeño de estatura, pero políticamente grande. Observando la película Roa, actualmente en cartelera, percibo que el Gaitán en escena es opuesto al que describía Wiley. Es decir, grande de estatura, pero políticamente pequeño.

En “Roa”, Gaitán no pasa de ser un político tradicional que lanza ideas sueltas para pescar en río revuelto; es un orador artificial que no eriza, como dirían algunos; y es una persona insensible ante el sufrimiento de un hombre de su pueblo como lo es Juan Roa, quien va a solicitarle trabajo y éste en cambio de trabajo lo desestima con tres berenjenas para que le lleve a su familia.

Cabe anotar que el verdadero Gaitán no sólo era un gran líder político sino que además era un gran científico, un gran orador y sobre todo un hombre muy sensible ante el sufrimiento de su gente.

Su tesis de grado en Roma sobre “el criterio positivo de la premeditación” obtuvo los máximos honores académicos y la clasificación que hizo sobre el delincuente que premedita fue aprobada por su profesor, Enrico Ferri, como una teoría científica, original y novedosa dentro del derecho penal.

El verdadero Gaitán fue un político exitoso y su éxito, según su hija Gloria, obedeció más que a su carisma e inteligencia, a un método determinado y a un criterio sustentado reflexivamente en los principios epistemológicos del positivismo penal de Ferri. Así pues, la expresión que solía repetir Gaitán en sus discursos, “yo no soy un hombre; soy un pueblo” y que en “Roa” aparece como una idea suelta e inverosímil, no lo era. Puesto que Gaitán fue el político colombiano que más penetró el corazón de la gente olvidada por los gobernantes y en quien depositaron su esperanza. Como lo corrobora Eduardo Santa en el libro “Gaitán el orador”, esa frase no era usada por Gaitán para impresionar multitudes. “Era una verdad de apuño”, “Gaitán era su pueblo”.

Como orador y agitador popular, Gaitán también se destacó entre los mejores. Parafraseando a Julio Roberto Galindo, autor del libro citado anteriormente: Gaitán ante la muchedumbre era materia magnética, llamas de pasión humana que envolvían en sublime frenesí las multitudes.

En el mismo sentido, Silvio Villegas, su contradictor ideológico, afirmó que sin hipérbole Gaitán era el más grande agitador de todos los pueblos de América Latina por encima de Lombardo Toledo, Haya de la Torre, Rómulo Betancur o Juan Domingo Perón.

Cabe anotar que para el espectador de la película el frenesí que despierta Gaitán en el público del Auditorio Municipal puede resultar exagerado, porque Gaitán en “Roa” no  transmite ese delirio que se ve en la escena.

Además, Gaitán fue un hombre sensible al sufrimiento ajeno y una muestra de ello fue el tiempo que le dedicó a la hija de unos amigos suyos que tenía un retraso cerebral para enseñarle a jugar pelota, contar y leer. Según Gloria Gaitán, los progresos de aquella niña fueron asombrosos y el amor por su padre infinito.

Asimismo, Gaitán se dolía al ver la gente durmiendo en las frías calles de Bogotá. Una prueba de ello es el testimonio de su amigo, el jurista Ricardo Jordán Jiménez, quien afirmó que lo vio llorar una noche ante uno de esos umbrales en que se hacinaban en la helada Bogotá indigentes desvalidos, cubiertos con los carteles que desprendían de las esquinas para arroparse. Jordán, también manifestó que esa noche escuchó decir a Gaitán: “con esto, con esta infamia, con esta cosa dolorosa es con lo que hay que acabar”.

Finalmente, la película “Roa” se basa en la novela “El crimen del siglo”, que recurre a la ficción para contar la historia.  Y aún siendo ficción, el Gaitán de la película “Roa” se rajó.

*Politólogo de la Universidad Nacional. Especialista en Gerencia Pública de la Universidad Pontificia Bolivariana. Correo electrónico: rafartulc@hotmail.com.