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RODILLAZO AL AJEDREZ

La desesperación por la derrota llevó a Andrés a tomar la decisión infantil de darle un rodillazo al tablero de ajedrez.

Semana
25 de julio de 1994

EN MENOS DE 24 HORAS, LA CARGA DE profundidad detonada por Andrés Pastrana la semana pasada puso patas arriba el esquema que hubiera podido prever cualquier observador político. Sus denuncias tendrán implicaciones sobre la conformación del gobierno, sobre la participación del conservatismo en la administración Samper, sobre la imagen exterior de Colombia, sobre la estrategia de lucha contra el narcotráfico y, por supuesto, sobre el futuro político de Andrés Pastrana. Todas esas implicaciones suenan demasiado importantes como para que se haya decidido armar todo ese desorden porque a sus manos llegó una grabación de origen incierto, que recoge las conversaciones de un periodista inmoral con dos prófugos de la justicia.
Independientemente de los resultados que arroje la investigación de la Fiscalía, lo que se puede afirmar es que la desesperación por la derrota electoral llevó a Andrés a tomar la decisión infantil de darle un rodillazo al tablero de ajedrez. Lo que hubiera hecho con esa grabación el menos prudente de los políticos hubiera sido entregarla a las autoridades para que investigaran, y basado en los resultados convocar -ahí sí- a una rueda de prensa para anunciar sus actitudes futuras. Con lo que hizo, Pastrana convirtió la luna de miel del gobierno de Samper en la más corta de la historia, lo cual puede ser un buen balance para el primer día de oposición pero también puede tener un costo inmenso para el propio acusador.
Para empezar, de un solo tajo eliminó cualquier posibilidad de colaboración suya con el Gobierno de Samper. a pesar de que en su discurso de aceptación de la derrota, y en declaraciones posteriores, dejara abierta la posibilidad de hacerlo. No hay que tener bola de cristal para saber que los primeros que van a empezar a ponerle matices a la actitud de Andrés son los políticos cuyas maquinarias electorales produjeron buena parte de los tres millones de votos que tienen tan envalentonado al ex candidato conservador. Ellos saben mejor que nadie lo penoso que es el desierto de la oposición, sobre todo cuando no hay una razón política para decretarla.
El campo internacional es tal vez el más delicado. La sonora insinuación de Andrés sobre la presencia de dineros calientes en la campaña de Samper ya le dio la vuelta al mundo, y confirma lo que distintas autoridades gringas vienen insinuando desde que la campaña electoral comenzó, y es que los tentáculos del cartel de Cali habían llegado a las dos campañas políticas (ojo: a ambas). Es más: no me parecería raro que ellos mismos tuvieran algo que ver con el mecanismo que hizo que la cinta grabada llegara a los cuarteles conservadores. Antes de que se haya probado una sola de las denuncias, ya quedó borrado de un plumazo todo el mérito de haber eliminado al temible cartel de Medellín, con Pablo Escobar a la cabeza, labrado a punta de sangre durante casi una década, pues en términos de la credibilidad hacia el exterior, la categoría de quien hizo las denuncias las convierte, de hecho, en ciertas. Las implicaciones de esta situación en las relaciones internacionales de Colombia (las de intercambio de pruebas contra narcotraficantes, en primer lugar) van a ser bien profundas.
La solución negociada con el narcotráfico sufre un golpe casi irreversible. Con las insinuaciones de Andrés, Ernesto Samper queda bastante descalificado para probar cualquier fórmula distinta a la represión, pues todos los intentos estarán viciados por la sombra de la influencia de los dineros del narcotráfico en su campaña, sin importar si esa presunción es cierta o falsa. El peligro de esta situación es que pone a los narcotraficantes a pensar en la violencia como una salida válida, como ocurrió con el cartel de Medellín a partir de 1982. No hay que olvidar que hasta entonces esos narcotraficantes eran también relativamente pacíficos. De un instante a otro, Andrés Pastrana se parece más al editorialista de La Prensa que al joven apacible cuya ecuanimidad encantó a más de tres millones de colombianos. Y de buenas a primeras se pone en una situación difícil de sostener indefinidamente, y es la de garantizar que ninguna de las personas que lo apoye de aquí en adelante tenga vínculos de cualquier naturaleza con el narcotráfico y su dinero. Sin decirlo, Pastrana acaba de autorizar a los colombianos a descalificarlo como gobernante si alguno de sus seguidores se ve envuelto en un escándalo de esa naturaleza aun en el caso de que el escándalo se base en rumores y no en pruebas. Ya se oye por ahí que hay más de un sabueso olfateando por los rincones.

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