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SALARIOS: BRANDY O VALIUM

Semana
17 de enero de 1983

El plato fuerte de la economía en el mes que transcurre será, sin duda, el de los salarios. El gobierno nacional, a través de su ministro de Hacienda, ha mostrado a este respecto una instransigencia que no puede ser considerada solamente como un ardid táctico para regatear los niveles de salario mínimo a las clases trabajadoras sino como un punto de fondo en su política económica, cuya definición interesará otros aspectos vitales del esquema de desarrollo como la distribución del ingreso.
La economía viene en un proceso de declive desde hace varios meses. Es muy probable que los índices de crecimiento para este año sean los más bajos de las dos décadas anteriores y que ciertos subsectores, como el agrícola de producción de alimentos, registren cuadros clínicos desoladores. Los primeros síntomas de esta parálisis son las quiebras de las empresas, cada día más numerosas --en Bogotá se estima que los concordatos llegan a sesenta semanales-- y el subempleo urbano que se manifiesta en el recrudecimiento de la violencia callejera que hemos visto durante las últimas semanas.
Nadie puede cometer la insensatez de responsabilizar al infante gobierno del presidente Betancur por una recesion cuyas causas, en muchos casos, nos vienen de afuera.
La discrepancia no es sobre la responsabilidad del diagnóstico, ni siquiera sobre el diagnóstico mismo sino sobre la terapia que se piensa aplicar al enfermo.
El ministro de Hacienda ha propuesto la fórmula de reactivar la economía bajando la inflación, que es algo así como tratar de volar por debajo del agua. También ha expresado el gobierno su interés por imprimir un ritmo más dinámico al crecimiento de las exportaciones concediéndoles un subsidio para el año entrante superior a los $ 4.000 millones, que atizará el problema del déficit.
Cuando lo que necesitamos no es vender más afuera sino poder seguir vendiendo adentro, cuando lo que queremos es reducir y no agudizar el déficit.
La economía está con la tensión baja, aplicarle una terapia recesiva en estos momentos como la que resulta de la propuesta rebaja de salarios --es como darle valium a un enfermo postrado. Lo que ahora necesitamos es el brandy del aumento del poder de compra de los consumidores para que la economía se reanime. Ese brandy solo se consigue con mayores salarios, por encima. de las expectativas de inflación. El razonamiento es muy sencillo: las empresas se quiebran porque no venden; no se vende por falta de compradores; no hay compradores porque no hay salarios suficientes o porque está aumentando el número de desempleados con la quiebra de las empresas.
El país se cogió la cabeza a dos manos cuando la bonanza cafetera, tratando de trancar la hemorragia monetaria, producida por la conversión en pesos de los millones de dólares cafeteros que llegaban diariamente y a borbotones. Tal vez esa obsesión maniática por reprimir la inflación sea la que hoy impide a algunos ilustres asesores económicos del gobierno ver que de lo que se trata no es de tranquilizar sino de resucitar al paciente. Hoy, inversamente, el país está pagando, diariamente, más de tres millones de dólares al exterior en pagos de importaciones y servicio de la deuda, lo cual, en plata blanca, significa que el poder de compra de la gente está disminuyendo en más de $ 200 millones al día; todavía puede haber alguien que se sorprenda de la quiebra de las empresas o de las peticiones, más que justas y razonables de los obreros por tener un mejor salario para comprar el pan de cada día?
El presidente Betancur entiende perfectamente que además del argumento de que los salarios son la adrenalina económica del momento está la razón social poderosa de que no es justo seguirle recargando a los trabajadores el pago de los platos rotos de la inflación. El ministro Belisario Betancur de la administración Valencia se la jugó toda por una prima móvil que hiciera justicia, con lógica de taxímetro, a los ingresos laborales, devorados por los mayores precios y las tasas progresivas de tributación. Si para algunos de sus más inmediatos colaboradores estos argumentos de "sensibilidad social" son griego, para el primer mandatario son verdad sabida.
Una consideración final. Si seguimos como vamos la inflación bajará pero no porque hayan disminuído los salarios sino porque las empresas, ante la ausencia de compradores, sacarán sus mercancías a precio de quema antes del hundirse. Con la inflación corríamos el riesgo de morirnos de infarto, con la recesión y el camino que llevamos, moriremos de paro cardíaco. Esa es la discusión que el país espera antes de que la fórmula reactivadora del ministro de Hacienda nos deje trotando dentro de un hueco.

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