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MARIA ANDREA NIETO Columna Semana

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Se puede marchar sin vándalos

El pasado lunes los demócratas demostraron que entienden muy bien que sus derechos terminan justo cuando empiezan los de los demás.

María Andrea Nieto
1 de octubre de 2022

Nadie apostaba a que las marchas ciudadanas del pasado 26 de septiembre terminaran siendo lo que fueron: un éxito. El régimen apostó al fracaso y se pifiaron. Creyeron que por ser un lunes a media mañana, la gente no saldría a las calles. Pero la sorpresa es que 35 ciudades se llenaron poco a poco de una gran mancha tricolor. Las marchas fueron en contra del gobierno de Gustavo Petro, que no ha cumplido los cien primeros días desde su posesión.

Desde temprano ministros y congresistas de gobierno, desde sus redes sociales, comenzaron a burlarse de la convocatoria. Que no van a llegar más de cincuenta personas, decían. Incluso se apresuraron a publicar imágenes de los lugares de concentración desocupados. Pero con el pasar de las horas, la clase media que no comparte las reformas propuestas por el Gobierno se manifestó.

El mayor éxito es que fue una protesta pacífica. Miles marcharon sin agredir a la policía, no bloquearon las estaciones de transporte masivo ni les impidieron a los que no participaron en las protestas, desplazarse a sus trabajos o hacia sus hogares.

Esta fue una protesta muy distinta a las violentas manifestaciones de noviembre de 2019, septiembre de 2020 y abril-mayo de 2022. En esta oportunidad, nadie se atrincheró ni utilizó las canecas de la basura como refugios para atacar a la policía. La gente llegó a un lugar de encuentro y simplemente caminó.

Pero que no. Los políticos que se burlaron, tal vez porque valoran el éxito de las protestas sociales por el número de heridos y muertos, se mofaron como matoneadores de los ciudadanos que con dignidad caminaron en paz.

Las mentiras de la narrativa empezaron a rodar cuando se dijo que era una manifestación uribista, pero el expresidente Álvaro Uribe ni convocó ni marchó. Afirmaron que las personas habían sido inducidas a punta de mentiras y que, al no entender lo que en realidad sucede, las convencieron de salir a protestar. Pero el régimen no se da cuenta del enredo en el que se encuentra, porque las reformas han sido anunciadas y divulgadas en las redes sociales desde el presidente de la República para abajo. Se acabarán las EPS, los planes de salud prepagada y el dinero de la salud será administrado por los 1.103 municipios y los 32 departamentos. Además, anunciaron que el precio de la gasolina debería subir a 16.000 pesos en un año, afirmando que supuestamente el gobierno del expresidente Duque dejó un déficit en el Fondo de Estabilización de los Precios de los Combustibles, motivo por el cual el Gobierno dijo que había que eliminar el subsidio a la gasolina. En casi tres meses de gobierno, las invasiones de terrenos se han disparado, así como la violencia. Se anuncian procesos de paz con la dictadura de Venezuela, violadora de derechos humanos, como garante, y al protestar, el Gobierno del “cambio” se ríe y dice que no, que es que la gente que marcha no se da cuenta de que en el hermano país todo está funcionando muy bien.

Lo que sucede en realidad es que el Gobierno y los congresistas del “cambio” no aceptan que la clase media que fue la que en su mayoría protestó y que es a la que pretenden asfixiar con impuestos en la reforma tributaria, es una parte fundamental de la sociedad. Y comenten un grave error al señalar que son “multimillonarios” que no quieren pagar impuestos para saldar la deuda ancestral que se inventaron como una especie de castigo que esta generación de colombianos tiene que cancelar.

Como casualidad, 48 horas después de que se realizara la marcha pacífica de la clase media colombiana, llegó a la Plaza de Bolívar una minga desde el sur de Colombia. Sin embargo, desde la semana anterior los funcionarios de la Alcaldía de Bogotá ya sabían del arribo de estas comunidades, pero los funcionarios del Gobierno nacional, así como los congresistas del Pacto Histórico, difundieron la llegada “sorpresa” de la minga, que, según ellos, venía a apoyar la reforma tributaria y a respaldar el aumento de los impuestos. ¿En esa minga alguien pagará impuestos? O ¿recibirán solo subsidios y tierras?

En horas de la noche los indígenas salían de la Plaza de Bolívar y llegaba un colectivo de mujeres violentas a incendiar la puerta centenaria de la Catedral Primada de Colombia. Los hechos son contundentes y las imágenes lo corroboran. La violencia no construye paz y tal vez allí radica el desconcierto de los políticos de izquierda tan acostumbrados a sacar provecho de los heridos y muertos. Las formas de protestar importan sobre todo cuando se realizan con respeto democrático. Pero el Gobierno no quiere ni ver, ni oír, ni conversar porque están convencidos de que son los dueños de la verdad.

Lástima que no hayan entendido hasta ahora que se gobierna para todo un país y no solo para los que los eligieron. El tiempo y las manifestaciones del futuro lo dirán. Por ahora lo cierto es que en el “estallido social” de 2021, que sirvió como antesala para la campaña presidencial que ganó Gustavo Petro, murió Salvador en el vientre de su mamá mientras ella era trasladada de urgencia en una ambulancia que los protestantes bloquearon. El pasado lunes, los demócratas demostraron que entienden muy bien que sus derechos terminan justo cuando empiezan los de los demás. Y sin necesidad de quemar iglesias, CAI, buses, bancos, almacenes, policías, ni utilizar bombas molotov, se hicieron sentir.

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