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MARTA RUIZ

“Se les rompió el modelito”

Aferrarse a esa imagen del papá, la mamá y los niñitos podrá ser bueno para vender cereales o detergentes en la televisión. Pero en la vida real, ese modelo ya no es el único.

Marta Ruiz
20 de abril de 2013

Esta semana seguramente las mayorías del Congreso le negarán el voto al matrimonio igualitario y demostrarán, una vez más, que ese es el país que tienen en la cabeza: excluyente, de parroquia, troglodita. ¿Será que merecemos un Congreso que deja los derechos de los colombianos a merced de las iglesias? ¿Que les permite a estas extender sus prejuicios y prohibiciones más allá de sus templos y convertirlos en norma social?

Nada más arbitrario. Allá las congregaciones religiosas si les prohíben la homosexualidad a sus adeptos, si se niegan a casarlos con sus ritos, o los esconden en el clóset de sus capillas. Pero que no impongan sus prejuicios en una discusión política que se da en un Estado laico. Y que debería ser un debate ilustrado, y no una sarta de frases lamentables como las que se escuchan en estos días.  Expresiones del tenor de que “hay una dictadura de la diversidad sexual” o aquellas en las que trata a los homosexuales como depravados o enfermos, dan cuenta del nivel en que estamos. 

El matrimonio es como la democracia: un sistema imperfecto al que no le han encontrado un remplazo mejor. Y la gente, toda, tiene derecho a usarlo si quiere. La pregunta no es si uno está de acuerdo con que los homosexuales puedan casarse, la pregunta es si uno está de acuerdo con que las libertades y los derechos sean para todos los ciudadanos de este país. 

No es un problema de minorías. Se trata  de reconocer que la sociedad está cambiando a pasos agigantados y que las leyes deben reflejar esos cambios. Por el lado de la identidad sexual y de los géneros se está produciendo una revolución en el mundo entero. No en vano este asunto del matrimonio igualitario es el que ha marcado la diferencia entre derechas e izquierdas en países como Francia, Uruguay y Argentina, que ya lo han aprobado. 

En Estados Unidos ha sido uno de los grandes temas de la política en estos meses. El país está pendiente del Tribunal Supremo que tiene en sus manos la derogatoria de la ley que impide que las uniones homosexuales sean reconocidas a nivel federal. El propio Bill Clinton, que firmó esa ley en 1996, dice que eso ocurrió en “un tiempo muy distinto” y que se debe revocar porque es incompatible con los principios de libertad e igualdad de la Constitución de su país. 

Pero aquí las mayorías del Congreso prefieren meter la cabeza en la arena, como el avestruz, e ignorar que sociológicamente, ya cada vez nos parecemos menos a la sagrada familia. Aferrarse a esa imagen del papá, la mamá y los niñitos podrá ser bueno para vender cereales o detergentes en la televisión, pero en la vida real, ese modelo ya no es el único.  “El modelito se les quebró”, dijo Marta Lucía Cuéllar, madre de un homosexual, que salió a defender los derechos de su hijo esta semana ante un Congreso sordo.    

Basta bajarse de la “burbuja” y tomarle el pulso a una sociedad plural, como por fortuna es la nuestra, para encontrar personas solas que adoptan niños, parejas que se han negado a la procreación, y miles de mujeres que son padre y madre a la vez. Y claro, parejas homosexuales, y heterosexuales. Todas son familias a su manera, y ninguna es obligatoria, que yo sepa. Por lo tanto, ¿por qué una de ellas debe ser negada? Que dos personas de un mismo sexo se unan en matrimonio no es una amenaza para nada, para nadie. 

Aun así, el Gobierno, que pregona la construcción de un país justo y moderno, dejó a su suerte este proyecto. A su mala suerte, para ser precisos. Porque se necesita mucha saña para que los únicos que defiendan abiertamente la iniciativa sean los liberales; los mismos que ayudaron a elegir al procurador Alejandro Ordoñez, enemigo declarado del matrimonio igualitario. 

Claro que con ley o sin ley, la gente irá a las notarías y se harán pareja de manera solemne. Pero el mensaje político que dejan los congresistas es lamentable. Es de discriminación.  Y deja claro una vez más que tenemos un Congreso de ayer, que legisla para el pasado.  

¿No merecemos algo mejor?

@martaruiz66

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