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Se viene el fin del mundo

Si ya nos vamos a extinguir, ¿no sería un gesto bonito dejar que Noemí sea presidente al menos por un año, ahora cuando nada importa?

Daniel Samper Ospina
21 de noviembre de 2009

No sé si ustedes también conozcan un famoso pronóstico según el cual el mundo se va a acabar en 2012. Parece que es una realidad. Sólo sobrevivirán especies con una gran capacidad de adaptación, como algunos insectos milenarios, ciertos anfibios prehistóricos y Rodrigo Rivera.

La primera vez que leí sobre esta profecía no me pareció digna de ser tomada en serio. Se trata, finalmente, de una predicción maya: y nada de lo que provenga de los Mayas, en especial de Edgardo, debe ser muy tenido en cuenta: si no fue capaz de dejar firmado el fallo de Sabas y el ministro Palacio, ¿a cuenta de qué va a saber cuándo se acaba el mundo?

Pero ahora noto con verdadera preocupación que el augurio está respaldado por unos hechos inéditos que presagian un dramático cambio de era: en Estados Unidos hay un presidente negro. El Santa Fe consiguió un campeonato. Y, por si fuera poco, arrecian las catástrofes climáticas, y el derretimiento del Polo es inevitable, sobre todo después del paso de Samuel por la alcaldía.

Desde entonces vengo replanteándome asuntos fundamentales: si el mundo se acaba en tres años, ¿valía la pena sacar del aire Padres e hijos? Si ya nos vamos a extinguir, ¿no sería un gesto bonito dejar que Noemí sea presidente al menos por un año, ahora cuando ya nada importa?

Los pergaminos dicen que todo sucederá el 21 de diciembre, justo tres días antes del show navideño de Jorge Barón, lo cual hace que no sea una noticia mala del todo. Y que el mundo volará en pedazos porque colisionará con otro planeta, en un estallido idéntico al que sucedió hace millones de años cuando se extinguieron casi todos los dinosaurios: de ahí que algunos de ellos, como Fernando Londoño y Enrique Gómez Hurtado, estén nerviosos. Me los imagino corriendo por la llanura en desbandada, descamisados y despavoridos, mientras esquivan los incendiados trozos planetarios que se desprenden del cielo: ¡así quería verlos! ¡Corran, pues!: ¡escóndanse de nuevo en las cavernas, que los alcanzan las llamas!

Ahora bien: que el mundo se acabe en 2012 me parece una apreciación optimista. Con este gobierno dudo de que alcancemos a llegar al próximo semestre. Para no ir muy lejos, ya entre el 'Pincher' Arias y su ministro, el 'Compincher', terminaron con el campo. ¿Los vieron en una foto que publicó El Espectador muertos de la risa? Los dos creían que todavía estaban en el colegio: uno era el amigo tonto y grande, y el otro el chiquito que lo mangoneaba. Uno se copiaba del otro. Y ambos estaban exultantes de sumar una travesura nueva a todas las que han hecho: ya no faltar a clase; ya no escaparse una noche del cuartel, sino haber tenido todo el poder de ayudarles a los campesinos necesitados y dilapidarlo en regalarles plata a los ricos.

Pero vuelvo a la profecía, y aprovecho el momento para implorar que nadie del gobierno la tome en serio. Ya se sabe en qué acabaría el asunto: en que le otorgan un contrato a William Vélez para que construya una especie de arca interplanetaria con el fin de refundar la patria en otra galaxia. Tratarían de salvar lo mejor que tenemos. Ya veo el montón de lagartos agolpados en el aeropuerto de Catam, peleando por un cupo: Pum Pum Espinosa, Hernán Zajar, Manuel Elkin Patarroyo. Pero solamente entrarán a cabestro unas pocas parejas elegidas: Tomás y Jerónimo; Junior Turbay y la asistente jovencita con la que suele acumular millas; Poncho y su novia esposa, Lulita Arango; las Amparos, el padre Rozo y un apuesto sacristán. Y la reina caleña de ancho trasero con Abelardo de La Espriella, a quien en un acto de viveza puede suplantar Armandito Benedetti, aprovechando que son idénticos: ese Armandito es un peligro.

La verdad es que si nos enredamos en licitaciones para mandar un satélite diminuto al espacio, aventurarse en grandes osadías intergalácticas es un error innecesario. Propongo vivir el momento. Va a ser doloroso presenciar la extinción del país, observar cómo cae una lluvia de asteroides en el set del programa de Jota Mario Valencia, mirar cómo arde en candela la mano del Parque Jaime Duque. Pero no se justifica hacer cosa distinta a gozar los últimos instantes y dedicarnos a actividades lúdicas, que fue lo que hicieron en Palacio esta semana, cuando jugaron al reinado de belleza. No sé si supieron. Secuestraron a Raimundo para que repartiera unos premios: mejor rostro a Valencia Cossio, ante los reclamos sentidos de Fernando Araújo ("se sabía que iba a ganar Antioquia", refunfuñaba en una esquina); mejor pelo al canciller; miss Simpatía a Alicia Arango. Y nuevo soberano de la belleza nacional, una vez más y para siempre, el presidente Álvaro Uribe, que desfiló en el salón de los gobelinos con un traje de fantasía del que pendían herraduras, crucifijos, fusiles, casetes chuzados, sellos de la embajada gringa y logotipos de Planeta, el grupo Aval y otros patrocinadores, todo cosido con canutillos. El vestido fue diseñado por Alfredo Barraza, a quien por primera vez envidio porque se salvará del fin del mundo: es cuestión de que, antes de 2012, regrese con los suyos a su planeta de origen.

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