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Si no es Mockus, soy yo

Yo estaré concentrado en continuar el legado de Samuel, en destruir sobre lo destruido: romper más calles, abandonar más obras.

Daniel Samper Ospina
11 de junio de 2011

Pensé retirar mi candidatura a la Alcaldía de Bogotá para darle paso a gente de las nuevas generaciones, como Jaime Castro, pero justo por esos días Gina Parody creció en las encuestas, y eso no lo puedo permitir: no puedo permitir que ante el descalabro que será Peñalosa sin Mockus, la ciudad quede en manos de ella. ¿La vieron cuando salió disfrazada de técnico de Fukushima, con máscara y todo, navegando el río Bogotá? ¿No se veía genial? ¡Parecía una apicultora! ¿Estaba vestida con tanta protección por si, después de conocer el río, le tocaba alzar un bebé en Bosa?

Siempre he admirado a Gina, y entendí que lanzara su campaña en una plaza de mercado de Engativá para poder masticar una papa mientras daba declaraciones. Sin embargo, ha mojado tanta prensa últimamente que ya resulta hostigante. Apareció hasta en La barbería, aquel programa absurdo en que William Calderón sale disfrazado de peluquero y nunca deja hablar a sus invitados: debería llamarse La dentistería. Digámoslo de una vez: la única mujer a la que le luce asistir a La barbería es a Clara López, la nueva alcaldesa, a quien siempre he respetado porque, junto con Horacio Serpa, es la persona con bigote que más lejos ha llegado en la política nacional.

No niego que Gina tenga propuestas audaces. Construir un Metrocable hasta Rosales para que las empleadas del servicio lleguen al trabajo más temprano o contratar a Ferrán Adrià como asesor del programa 'Bogotá sin hambre' son asuntos respetables, quién lo niega. Comparto con ella la ilusión de una Bogotá con spas para todos, y aplaudo su programa de sushi para la tercera edad y la construcción de un exclusivo tren de cercanías que conecte los dos Andrés Carne de Res, como es su sueño. Pero Gina es una política tradicional. En cualquier momento cambia votos por iPads. Y se la pasa atacando al pobre Peñalosa, que ya tiene suficiente con su conciencia.

Para que, paradójicamente, no la acusen de hacerse la de las gafas, ofreció firmar ella misma cada contrato del Distrito. Bien: ofrezco lo mismo. En mi alcaldía, Gina Parody firmará todos los contratos. Si castigan a alguien, que sea a ella. Yo estaré concentrado en continuar el legado de Samuel, en destruir sobre lo destruido: en romper más calles, abandonar más obras. E inaugurar de nuevo el puente de la 100.

No quería lanzarme, pero no veo a nadie más. No hay candidatos serios. En plena ola invernal, la bandera de Petro es el agua. Debería lanzarse en Chía. El pobre es bipolar: como líder de izquierda, ayudó a subir a monseñor Ordóñez, que es de ultraderecha. Si no tuviera un militante como Vladdo, que promueve a la vez a Petro y a la Mercedes Benz, pensaría uno que se trata de alguien contradictorio.

La situación del Partido Verde es aun más deprimente. En una clara alusión a la estatura que ha adquirido Armandito Benedetti, Mockus declaró que el sapo había crecido mucho, y que renunciaba porque no se lo podía pasar. Y la ola verde sin Mockus es como el ajiaco sin papa, La W sin Julio o Carlos Mattos sin billete. No fue el único que sufrió, sin embargo: para Lucho Garzón, que era de izquierda, suscribir una alianza con La U también era un trago amargo. Pero, como él mismo dijo, "trago es trago, qué carajo", y ahora diseña el pacto uriberde, que incluye entregarle el IDU a Andrés Uriel Gallego, la ETB a José Obdulio y el Jardín Botánico al 'Pincher' Arias, para que lo parcele entre los habitantes de La Cabrera.

Queda Vinasco, a quien nadie le quita lo bailado. Pero no nos engañemos: él no está preparado para hacer el metro, sino, por mucho, el trencito. Y al ritmo del Empari.

A los demás no vale la pena referirse: ¿cuánto le costaría al Distrito asumir los gastos de gomina de David Luna, por ejemplo? ¿Cuál Galán se lanzó esta vez? ¿Por qué siempre hay un Galán que aspira a un cargo público? ¿Lo ordena la Constitución del 91?

Si no es Mockus, soy yo. Inicio, pues, la recolección de firmas. Ya tengo la de Valerie Domínguez. El doctor José Galat me reemplazará en la dirección de SoHo mientras yo me sacrifico por la ciudad. Todo sea por reconstruir sus ruinas, mejorar su movilidad, destapar sus arterias. Y las de Bogotá también.

Empezaré por el transporte público. Por culpa de Juan Carlos Henao, presidente de la Corte Constitucional, ahora es permitido subir animales a los buses, siempre y cuando sean pequeños: un pony, por ejemplo, o un ternero. Me alegra por la contralora, que podrá montar en TransMilenio con el chihuahua que siempre lleva alzado. Pero soy franco: prefería a Juan Carlos Henao cuando se peinaba y era arquero del Once Caldas. Como magistrado se ha vuelto muy pintoresco. Sépanlo de una vez: en mi alcaldía los animales no podrán montar en bus. Solo manejarlos, como hasta ahora.

Mis propuestas son concretas: prohibiré las actividades de ancianos en sudadera, así le duela a Tarcisio Mora. Comeré más helados y menos habas. Montaré en calesita. Y regalaré una olla exprés a quien vote por mí.

Gina es una rival poderosa, a la que financian Ópticas Lafam y a quien adora el presidente Santos, que suele recibirla en Palacio, en el Salón de los Gomelinos. Pero nada me amilana. Como decía Gaitán: "No soy un hombre, soy un pueblo". Como decía William: "Que no me esperen en la casa". Como decía la misma Gina: "Qué ceba de río, marica".

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