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Si no es Uribe, que sea Juan Manuel

Si el canciller de Chávez es Maduro, el de Santos debe ser inmaduro, es decir, el 'pincher' Arias

Daniel Samper Ospina
8 de agosto de 2009

Les parecerá que es un invento mío, pero en la sección 'Alto Turmequé', publicada hace 15 días en El Espectador, había una información sobre la que puede ser la fiesta del año: según la nota, los precandidatos conservadores invitaron a una despedida de soltero al ex canciller Aráujo, que se casa este fin de semana, y la responsabilidad de organizarla recayó en los hombros del doctor José Galat.

Es en serio. Les pido el favor de que no se burlen.

A pesar de ser precandidato conservador, me abstuve de asistir a esa inolvidable velada por varias razones. Primero, porque no atendieron mi sugerencia de que esperáramos a que Noemí y Martha Lucía Ramírez ingresaran al Partido, y ya con ellas armáramos un paseo a tierra caliente, digan ustedes al hotel Guadaira, para meterle al asunto hembraje, piscina, música, trago: algo que nos uniera de verdad; que nos cohesionara socialmente, como dice el presidente Uribe.

Segundo, porque aún no consigo imaginarme cómo puede ser una despedida de soltero organizada por José Galat: ¿es en el salón comunal de su edificio?; ¿dan sabajón y huevos de codorniz con salsa rosada?; ¿contratan un organista para que interprete La gata golosa y otros pasillos?

Y, por último, por temor a que las cosas se salieran de cauce. Porque, no nos engañemos: pocas reuniones representan tantos peligros como la de unos conservadores alicorados. Con el correr de los tragos terminan dándoles vía libre a sus represiones y se entregan sin pudor al disfrute de lo que persiguen cuando están sobrios: adoran los condones, tienen sexo extramatrimonial y llevan a abortar a sus amantes, muchos de ellos varones.

El hecho es que mi inasistencia fue mal recibida por mis colegas azules, que desde entonces no me hablan, y me he visto en la obligación de reinventar mi futuro político. Como tengo un olfato similar al de Juan Lozano, aunque con un empaque algo más discreto, opté por lo fácil: mirar la cumbre de las encuestas para hacerme del lado de los triunfadores.

Si el presidente Uribe decide lanzarse, estoy hecho: desde hace un tiempo me volví uribista, y ya tengo vista una notaría cerca de la casa por si quieren agradecerme el gesto. De algo tiene que valer el esfuerzo de haberme vuelto uno de ellos: de haber aprendido a leer a Fernando Londoño sin dormirme, a oír a César Mauricio Velásquez sin despertarme, y a creer que no hay nada más excitante que ver un caballo que gire sobre su propio eje.

Sin embargo, en caso de que el Presidente retire su aspiración, las encuestas señalan que el ganador será Juan Manuel Santos.

Ahí tuve problemas, lo confieso. Me costó trabajo encontrar argumentos para apoyarlo sin sentirme mal. Pero siempre he sido capaz de vencer los obstáculos que me pone la vida, y gracias a esa tenacidad pude mirar cada uno de sus defectos como si fueran virtudes: me convencí de que su falta de compasión en realidad es firmeza; de que su oportunismo en verdad es capacidad de adaptación. Y aprendí a defenderlo ante mis propias prevenciones.

Hombre, sí: fue el Ministro de Defensa bajo el cual sucedieron los falsos positivos. Pero, bien mirado, ¿cuál es el problema con los falsos positivos? ¿No son una manera práctica de reducir los índices de pobreza? Porque, hasta donde entiendo, ninguna víctima ha sido de clase alta. Y, al revés: la guerra que a él tanto le gusta promover sirve para que los pobres se maten entre sí, y las estadísticas de miseria se reduzcan de manera significativa.

Hablo de índices de pobreza porque al doctor Santos le encantan las cifras. Las prefiere sobre las personas, como lo demostró cuando era Ministro de Hacienda. A mí, en cambio, nunca me han llamado la atención. No las entiendo. Cuando dicen, por poner un ejemplo, que cada colombiano tiene en promedio 2,2 hijos, no sé qué pensar. ¿Cómo así que 2,2? ¿A qué se refieren con ese ",2"? ¿Que cada familia tuvo dos hijos ordinarios y otro del tamaño de Luis Alberto Moreno?

Justificado el asunto de los falsos positivos, me enfrenté a otra condición que padece Santos: su capacidad de mentir sin que le tiemble el pulso. Aprendí a verlo a favor: es nuestra oportunidad de vencer Rafael Correa en el famoso duelo de polígrafos que propuso.

De modo que me tragué mis resquemores y ahora estoy dispuesto no sólo a apoyar la campaña del doctor Santos, sino a garantizar su triunfo. Basta con trazar una estrategia electoral que consista en oponerse radicalmente a Chávez. Si Chávez afirma una cosa, Santos debe declarar exactamente la contraria. En esa medida, si el canciller de Chávez es Maduro, el de Santos debe ser Inmaduro; es decir, el 'Pincher' Arias. Roguemos todos, pues, para que el 'Pincher' no esté muy maltrecho después de la despedida de soltero que organizó el doctor Galat, y que por el bien de la patria haya resistido la profusa ingesta del sabajón que debió darse en aquella noche memorable.

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