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Si Obama fuera colombiano

Cuando ya se lanzara, Obama tendría que hacerlo a través del Movimiento Afro, que lo rechazaría porque ya tiene candidato: William Vinasco, que es blanco

Daniel Samper Ospina
25 de octubre de 2008

Tengo una manía extraña: para poder entender las cosas que suceden por fuera del país necesito encontrar un paralelo colombiano que las asemeje. Es un recurso algo provinciano, lo reconozco; pero es efectivo: gracias a eso, por ejemplo, supe que existía un personaje llamado David Letterman que imitaba a José Gabriel Ortiz; que Walt Disney hizo una mala copia del parque Jaime Duque y que hay un sitio que se llama Broadway en el que presentan a su manera la cartelera del Teatro Patria.

Por eso, involuntariamente vivo suponiendo lo que le pasaría a Obama si por esas cosas de la vida no hubiera nacido en Estados Unidos, sino en Colombia.

Porque, no nos digamos mentiras: si Obama fuera colombiano habría sido Óscar Borda, por mucho. Habría nacido en San Andrés, se habría ganado una beca para estudiar en la Universidad Piloto y por más brillante que fuera no le habrían permitido ingresar en la política colombiana.

Salvo casos admirables como el de Piedad Córdoba, para que en nuestra platanera un negro sea elegido en la política, antes debe ser famoso: ser cantante como Leonor González Mina, ganarse una medalla como María Isabel Urrutia o gritar goles como Édgar Perea.

O ser actor, como Óscar Borda: es decir, como Obama.

Además tendría que procurar un ascenso social resbaloso: si Obama fuera colombiano lo vetarían en el Gun; no lo dejarían entrar al Jockey; en el club El Nogal le permitirían el ingreso hasta la sala de escoltas nada más. Los gorilas que cuidan la entrada de bares como Gavanna, Genoveva y Siroco le cerrarían el paso con la disculpa de que están llenos, aunque en realidad se encuentren tan vacíos como el sentido de justicia de sus dueños.

Y cuando ya se lanzara a un puesto público, trataría de hacerlo a través del Movimiento Afro, que lo rechazaría porque tiene como candidato propio a William Vinasco, que es blanco.

De modo que tendría que ingresar al Partido Liberal; pelear con el Partido Liberal; ingresar al Polo; pelear con el Polo: hacer las paces con el Partido liberal y con el Polo: y lanzarse, finalmente, por el movimiento 'Dejen jugar al Moreno' para aprovechar los afiches y calcomanías que sobraron de las anteriores campañas de Moreno de Caro, porque ningún industrial criollo se animaría a financiarlo.

La lotería del Meta no sacaría su imagen, sino la de Colin Powell, porque creen que les da más vuelo un negro gringo que uno colombiano; el DAS lo tendría interceptado por órdenes del gobierno, y entregarían de vez en vez a un director para disimular.

Enfrentado contra un hombre mayor de derechas, tipo Jorge Visbal si tuviera 10 años menos que el McCain original, o José Galat si fueran 40 más, y a la Sarah Palin criolla, que vendría siendo Noemí Sanín, Obama en Colombia no la tendría fácil.

Pero cuando la alta sociedad notara que se está trepando en las encuestas, comenzaría a agasajarlo: lo invitarían a una frijolada en la casa de doña Olga Duque, bajo el riesgo de que uno de esos políticos viejos y gordos que suelen ir allá lo confunda con un mesero y le pida un whisky; terminaría yendo a la fiesta de antifaces de Viena Ruíz y a un coctel en su honor donde Carlos Mattos; Hernán Zajar le diseñaría un vestido a su señora, que no se llamaría Michelle sino Belky; el Gimnasio Femenino y otros colegios tradicionales, que antes habían rechazado a sus dos hijas, ahora les ofrecerían cupos sin cobrarles el bono; pero si alguna de ellas, que no se llamarían Malía o Sasha sino Jeimy Paola, quisiera meterse de reina, Raimundo Angulo no la dejaría ganar.

Lidiar con las simpatías tampoco es que sea un paseo: si Obama fuera colombiano tendría que sintonizarse con la social bacanería: ir al menos a un par de rumbas en la casa de Poncho Rentería; emparrandarse con Bruno Díaz; sonreír cuando Salvo Basile le diga entre carcajadas ruidosas que él también fue negro cuando salía en La Quemada; soportar a Borja mostrándole su colección de sombreros y a Samuel Moreno explicando la historia de cada una de sus pulseras; paladear a John Portela, que trataría por todos los medios de ser su jefe de prensa; aprender a bailar salsa en Salomé; y desnudarse en una revista si quiere que le ofrezcan la portada.

Y cuando el fervor estuviera en su máximo punto, lo atajarían: lo matarían en cualquier tarima de cualquier barrio y nunca se conocerían los autores intelectuales.

Es una suposición, nada más, porque no sé cómo sería Obama si fuera colombiano. Lo que sé es si yo fuera gringo, votaría por él.
 

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