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Si yo fuera Uribe...

Por primera vez un alto tribunal se atreve a señalar al expresidente por sus posibles nexos con los paramilitares.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
14 de septiembre de 2013

Si yo fuera el expresidente Álvaro Uribe no me metería a encabezar una lista en el Congreso, así tuviera todas las de ganar. Y no lo haría porque existe una alta posibilidad de que salga pringado.

De entrada no me lo imagino de congresista raso. No me cuadra verlo sentadito en una silla, todo aconductado, esperando a que tomen la lista para decir que él sí está presente en la sala a sabiendas de que a la quinta falla corre el riesgo de una pérdida de investidura como cualquier congresista.

Tampoco lo veo sometiéndose mansamente a las reglas mínimas del Congreso. Él, que se ha acostumbrado al monólogo, a hablar sin que lo interpelen y sin que nadie ni nada le imponga mociones de ninguna clase, ¿acaso se va a sentir a gusto compartiendo su vibrante oratoria con los mortales?... Mmm, lo dudo. ¿Se imagina qué puede pasarle a Cristo el día en que le toque quitarle el micrófono en pleno debate porque se excedió en sus minutos o porque no le tocaba el turno? 

Pero además, de congresista ya no podrá salir a decir tan fácilmente las mentiras con las que acostumbra cautivar a sus súbditos, como la de decir que se opone a la venta de Isagén, (motivo por el cual acaba de presentar una demanda con el propósito de frenar su privatización). 

De congresista a Uribe esas mentiras le van a costar más caro.  No faltará el senador que le recuerde en su cara lo que todos saben en Isagén: que Uribe de presidente quería venderla y que dejó el proceso en marcha; el mismo que ahora de expresidente-congresista quiere frenar a través de una demanda.   

Tampoco me lo imagino debatiendo de tú a tú en el Congreso como si se tratara de un congresista común y corriente. Para hacerlo tiene primero que hacer caber en la silla de senador ese abultado ego de expresidente con que se pavonea. No es imposible, pero brega sí le va a dar.
   
Pero más allá de estos temas de forma que repito le van a costar mucho trabajo a Uribe, el expresidente llegaría al Congreso con un ala rota:  entraría a ejercer de congresista con una nueva investigación en su contra por paramilitarismo, además de la que ya tiene en la Fiscalía por cuenta de lo sucedido en su hacienda Guacharacas. 

Allí, al parecer,  habría operado una Convivir que habría cometido masacres en los tiempos en que él era gobernador de Antioquia. Según Verdad Abierta, en una versión dada por un paramilitar desmovilizado del bloque Metro, John Fredy González Isaza, afirma que esta Convivir “ se trataba de los mismos paramilitares y el administrador de esa finca era colaborador de estos”. González fue asesinado en la cárcel en 2011. 

Esta nueva investigación va mucho más allá de la que hay en su contra en la Fiscalía por la finca Guacharacas y en esta ocasión él ya no puede decir que es una investigación impulsada por una “Corte prevaricadora”, ni  que ha sido urdida a instancia de algunos periodistas bogotanos que tanto le molestan, ni por opositores que quieren cobrarle su lucha contra el terrorismo, sino por la sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Medellín.

Esa sala, presidida por el magistrado Rubén Darío Pinilla, acaba de pedirle a la Comisión de Acusaciones que lo investigue por sus presuntos nexos con los paramilitares.  Y aunque la noticia pasó prácticamente inadvertida por la prensa, por primera vez un alto tribunal se atreve a señalar al expresidente por sus posibles nexos con los paramilitares y plantea la posibilidad de que él haya podido tener un papel importante en la génesis del paramilitarismo, sobre todo en Antioquia, cuando fue gobernador y apoyó a las Convivir. 

También (por fin) resultan por primera vez sospechosas sus estrechos vínculos con personas a las que se les ha relacionado con el paramilitarismo como Pedro Juan Moreno, el general Rito Alejo del Río, Noguera,  entre otros. A  los ojos del magistrado Pinilla “no es posible estar dentro de una piscina y no mojarse”. 

Una cosa es defenderse de estas acusaciones como expresidente teniendo el poder de intimidación que le confiere su investidura y otra muy distinta dejándose manosear en el Congreso como cualquier parlamentario. Por eso digo que si yo fuera Uribe... Me quedaría tranquilito donde estoy lejos del fuego.