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Siempre listos (Por Juan Eugenio Ceballos B.)

Semana
9 de mayo de 2006

Despuntaba el milenio, cuando dantescas escenas hollywoodenses dejaron marcado con un hierro incandescente un 11-S indeleble en el alma de los norteamericanos. En instantes el dedo inquisidor señalo hacia oriente; en la búsqueda de Osama Bin Laden de Al-Qaida, los camuflados montaron sus aviones y descargaron los juguetes bélicos en Kabul, Kandahar y Jalalabad. Negativo Mr. President.

De la nada salieron pruebas que Bush convirtió en imágenes satelitales, para salir a decir a los cuatro vientos que Irak tenía armas de destrucción masiva, y mientras armaba su plan invasor, puso a correr a la OEA, que de paso hizo un excelente papel de Pilatos. Y la OEA puso a correr a Blix y a sus muchachos, los inspectores de armas, en el papel de buscar cuatreros en el oeste. Mientras tanto, Osama no aparecía, ni su tridente al menos.

Entretanto, Bush, Blair y Aznar, deshojaban la margarita en Camp David: Osama, armas, petróleo... Osama... Inspectores van, inspectores vienen. Al fin, tomaron la decisión de rescatar al sufrido pueblo iraquí de las garras de Sadam, su opresor, cuando les pasaron al teléfono a las multinacionales anglosajonas. Crearon la coalición; digo, la Liga de la Justicia en defensa de oriente. Y se despidieron con un: ¡Siempre listos!

Mientras inspectores van, inspectores vienen, Bush ordenó destapar el nuevo arsenal que experimentarían con el nuevo conejillo de indias. No valieron las protestas ni las marchas disuasivas, ni las voces de los laboristas en Gran Bretaña, ni las del pueblo español, ni los poderes de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU de Francia y Rusia, ni la adhesión de China.

Bush disparó un "Si tenemos que actuar, actuaremos. No necesitamos la aprobación". Y en Alemania y en Francia vociferaban: "Estados Unidos tiene la tendencia de abordar los temas globales sin consultar con nadie". Entonces el Sheriff del mundo fue más allá y llamó "eje del mal" a Corea del Norte, Irán e Irak. También les dijo estados canallas que refugiaban terroristas.

Juergen Trittin, el ministro alemán del medio ambiente, lo sabía: "No se equivocan los críticos que dicen 'No a la guerra por el petróleo'". ¡Por fin! Blix encontró misiles Al-Samoud 2 y los ordenó destruir, pero era tarde, el plazo se le había agotado y el montaje estaba listo. Los vaqueros iban por el dictador. Esa noche inundaron el cielo de bengalas y en 20 días todo había terminado.

Bush, quien también amenazó a Siria y desconfíaba de la monarquía Saudí, acusó a Hussein por haber intentado comprar uranio en Níger para fabricar armas nucleares, afirmación que admitió como errónea la Casa Blanca, al tiempo que la BBC acusaba a su gobierno de dramatizar un documental sobre Irak en septiembre del 2002. Y con el cuento de extender la democracia por los países árabes, entró a la casa para remodelar los muebles en Irak, todo con cargo al petróleo.

Mentiras. Bush aduciendo ira e intenso dolor, pescó en río revuelto, poniendo como escudo el pesar de su pueblo. Ahora acosa a Irán porque quiere un mundo a su imagen y semejanza, para asegurarse la explotación del petróleo, para controlar la región, para tener más poder, para chantajear más al mundo. Y también, sí. Para recordarnos el nazismo en sus prisiones de Guantánamo y Abu Ghraib, en donde no está Osama, porque en los laberintos de los pozos, ya se les olvidó que existía.

Con aquello de la guerra preventiva, el Sheriff puede pasear a sus vaqueros por todo el mundo. Ahora mismo puede estar deshojando la margarita, mirando de soslayo hacia Venezuela, con el cuento de acabar con la guerrilla terrorista en Colombia. Señor... ¡Sí señor!

Juan Eugenio Ceballos B.*
juanoc@andinet.com

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