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Sin BlackBerry

Para serles franca, sigo confundida: no sé si la tecnología es una necesidad con la que hay que vivir o si es una maldición de la que hay que librarnos antes de que nos destruya.

María Jimena Duzán
15 de octubre de 2011

Estuve dos días incomunicada por cuenta de una falla en el sistema de mi BlackBerry, y casi me vuelvo loca. Duré sin el servicio de Twitter 48 horas y por poco no sobrevivo a la sensación de aislamiento que me atenazó: el solo hecho de saber que me había perdido los últimos trinos del expresidente Uribe me dio un ataque de angustia del cual aún no me repongo.

¿A quién habría insultado en las últimas 48 horas?, me preguntaba en el colmo de la desesperación.
 
¿La habría emprendido acaso contra el presidente Obama por haber logrado que el Congreso norteamericano aprobara el TLC ahora y no en su gobierno?

Me sentí fatal por no haber podido monitorear a Enrique Peñalosa, ni a Gustavo Petro, ni a Gina Parody, así no recordara especialmente ninguno de sus trinos. ¿Qué era lo que me pasaba? Tuve un ataque de ansiedad por no saber cuál había sido la última barbaridad propuesta por nuestro vicepresidente Angelino Garzón, a pesar de que hoy nadie la recuerde, y anduve al borde del desespero porque no pude saber el nombre del gobernador o del alcalde que destituyó el procurador Alejandro Ordóñez (no hay semana que no lo haga) durante mis horas de aislamiento tecnológico.

Sentí una inmensa desolación por no saber en qué iban las protestas en Wall Street y en los pozos de Pacific Rubiales; me inquieté sobremanera por saber si finalmente habían capturado a Gadafi en Libia y ardí de curiosidad por saber si habían extraditado a Juan Carlos Martínez.

Duré 48 horas sin chatear con nadie y sin recibir ni un mensaje. Me sentí olvidada, segregada, con mis derechos atropellados, y estuve al borde del desespero al punto que casi me vuelvo santista.

Afortunadamente un alma caritativa descubrió la enfermedad que padecía: "Por sus síntomas, lo más probable es que haya contraído el síndrome de abstinencia provocado por la caída de los servicios del BlackBerry", me dijo, no sin cierta conmiseración.

El diagnóstico me tranquilizó, debo aceptarlo. Me volvió el alma al cuerpo cuando además me aseguró que lo más probable era que una vez el servicio de mi BlackBerry volviera a funcionar, yo recobraría mi estado emocional anterior.

Me alegré sin saber por qué. Sin embargo, cuando me senté a esperar a que la tecnología me devolviera mi vida, me asusté.

La tortura que viví hasta que me reconecté con el mundo me tiene todavía conmocionada. Ahora veo a mi BlackBerry con otros ojos. Le temo. Trato de permanecer lo más alejada de él, aunque no lo pierda de vista. Y para serles franca, sigo confundida: no sé si la tecnología es una necesidad con la que hay que vivir o si es una maldición de la que hay que librarnos antes de que nos destruya.

CODA: Si el gobierno Santos quiere otorgarles a los militares que cometieron delitos de lesa humanidad una amnistía, que nos lo diga de frente. Este es un tema de gran calado que tiene que ser debatido por la sociedad colombiana y que no puede ser deslizado así no más.

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