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SIN EMBARGO...

La única forma de fomentar la democracia en Cuba, es presionando con más agresivad a EE.UU. para que levante el embargo.

Semana
17 de octubre de 1994

CUBA HA CAIDO YA DEMASIADO BAJO. No existe consideración política ni estratégica ni económica que pueda justificar el espectáculo lamentable que ha visto el mundo, a raíz del último enfrentamiento entre Washington y La Habana por la diferencia de criterios sobre inmigración entre las dos naciones.
El cuadro no puede ser peor. Un imperio prepotente que goza exhibiendo la miseria cubana, con mucho de morbo y nada de piedad, se enfrenta a un tirano caduco, solitario y astuto, cuya única consideración aparente es la de no aparecer ante el mundo como un traidor a sus principios, aunque ese capricho le signifique someter a su pueblo a la peor mezcla de miserias: la pobreza y la verguenza.
Cuba dejó de ser una amenaza para Estados Unidos hace mucho tiempo, desde el desmoronamiento de la URSS, y eso hace ver cada vez más ridículo que se trate el problema cubano como un asunto fundamental para la seguridad norteamericana. La isla pequeña, empobrecida oscura, con su éxodo de balseros ingenuos pretendiendo llegar a tierra firme con el único objetivo de trabajar como meseros en una cafetería en Miami, no puede ser presentado ante el mundo como el punto de quiebre entre el bien y el mal. No pega.
Pero si lo anterior es triste, lo es mucho más ver que el resto del continente presencie impávido semejante humillación. La única justificación conocida para que Fidel Castro se niegue a darle alguna salida política a ese atolladero es el bloqueo al que somete Estados Unidos a la economía cubana. Y es una disculpa dificil de refutar aunque sea absolutamente falsa, como creo que lo es. De no existir el bloqueo, Cuba estaría igual de lo que está hoy, pues la almendra del desastre de la isla está en su propio esquema económico. Ningún país capitalista vive prendido de la ubre de las superpotencias, como lo hizo Cuba con la Unión Soviética. Su dependencia fue más el resultado de una voluntad autónoma que una consecuencia del bloqueo gringo.
Pero Estados Unidos insiste en la tesis de rendición a cambio de nada, aunque el bloqueo no cumpla con ningún objetivo estratégico, en la medida en que el enemigo ya no constituye un peligro real. La única explicación (además de la terquedad y la soberbia, que juegan un papel más importante de lo que uno cree) es que el bloqueo produce dividendos electorales contundentes en el estado de la Florida. Eso puede ser válido si uno es el presidente de Estados Unidos, pero es insuficiente para el resto de países del continente.
Por eso Colombia debería formar parte, de una manera mucho más agresiva, de una tendencia regional para presionar el levantamiento del embargo a Cuba, en el marco de una negociación que tiene que conducir, por supuesto, a la democratización del régimen cubano. El tema no puede quedar exclusivamente en manos de las gestiones que pueda hacer César Gaviria como secretario general de la OEA, aunque sobra decir que su papel puede ser definitivo.
Colombia debe saltar sobre el mito de que hablar en favor de Cuba es favorecer el comunismo y, por tanto, darle aire a la guerrilla doméstica. A1 revés. Mientras no se le dé una salida presentable a Fidel, el régimen cubano va a seguir intacto, y ese es justamente el sistema con el que sueñan los insurgentes para Colombia. Si sigue existiendo algún sistema de vasos comunicantes entre Cuba y nuestra subversión, la mejor manera de eliminarlo es favoreciendo el cambio de sistema en la isla; y la única forma de que haya cambio de régimen es permitir que el propio Castro lo promueva, y para que Castro lo promueva hay que suprimir el bloqueo.
Aunque suene a paradoja, a Fidel le va a tocar imitar a Pinochet. El general Chileno permitió los cambios democráticos, pero se reservó el mando sobre los cañones. A pesar de que la historia cubana está plagada de suicidas, es inimaginable la hipótesis de Castro exilado por voluntad propia en Corea del Norte, mientras Cuba se llena otra vez de casinos. Pero no sería una locura pretender que haya una democratización paulatina con Fidel Castro vigilando desde un cuartel... (Moncada).
La sensación que nos han dejado César Gaviria y Ernesto Samper es que quieren ser amigos de Fidel. Ojalá hagan más que darle palmadas en el hombro para que esa amistad sea extensiva al resto del pueblo cubano y no se limite al comandante, como ha sido la costumbre entre los líderes colombianos. -

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