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Los bemoles de la internacionalización del conflicto

La guerrilla logró la internacionalización del conflicto armado colombiano generando la impresión de que es una guerra de liberación similar a la de los países africanos.

Juliana Londoño
31 de agosto de 2018

Una de las tareas más apetecidas por los Estados y por algunos personajes internacionales, es la de intervenir como mediadores o facilitadores en los conflictos domésticos o internacionales de otros Estados. Eso da prestigio a los gobernantes del país mediador o al personaje que asume la facilitación, sin correr mayores riesgos, porque en caso de un fracaso, la culpa es de las partes.  

Colombia en el marco del “Grupo de Contadora” entre 1982 y 1986 tuvo una activa participación en el proceso para lograr la paz en Centroamérica y desempeñó un papel fundamental de facilitación en el conflicto armado en El Salvador. En esa época los países centroamericanos, con excepción de Costa Rica, estaban regidos por gobiernos autoritarios en los que la democracia era una ficción y en los que unos militares sin escrúpulos tenían la dirección y control del país.

Sin embargo, ese conflicto estaba claramente enmarcado dentro de la Guerra Fría y en él abiertamente participaban las grandes potencias y otros Estados, haciendo temer incluso por una confrontación generalizada que podría afectar a toda la región. Fue una situación muy especial.       

Pero se presenta el caso de algunos países y personajes que se empeñan en participar en procesos de paz en otras regiones, incluso sin que haya mediado una solicitud formal de las partes en conflicto. Es por eso que, apuntando a un reconocimiento mundial y nacional, aparecen espontáneos mediadores en asuntos tan complejos con el conflicto árabe-israelí, sin solución desde la fundación de las Naciones Unidas.

Conocedora la guerrilla colombiana de ese fenómeno, logró internacionalizar el conflicto armado en nuestro país que, hace algunos años, se manejaba como un problema de carácter interno.

Aunque la internacionalización es para muchos un medio efectivo para la concertación de la paz, como se demostró en los acuerdos de La Habana, otros consideran que se la ha dado a algunos países un rol que ellos mismos jamás aceptarían en el supuesto de que fuéramos nosotros los que les ofreciéramos colaboración para mediar en un conflicto interno o en un litigio internacional en el que estuvieran involucrados.  

En los diálogos con las Farc, hubo oportunidades en las que en San Vicente del Caguán se encontraban, con atuendos propios para un safari, diplomáticos de países que tenían representación en Colombia, mientras que un funcionario destacado por Naciones Unidas “para atender el conflicto colombiano” se constituyó en una especie de sultán que daba instrucciones y formulaba críticas a diestra y siniestra.

De todas maneras, las guerrillas no solo de las Farc sino del ELN, han logrado proyectar sus actividades, dialogar con los estados y exponer ante ellos sus postulados aduciendo que han estado empeñadas en una “guerra de liberación” contra un régimen que es una versión corregida de las dictaduras caribeñas de Somoza, Trujillo y Duvalier.

Incluso sus centros de operaciones se localizan en países limítrofes, que lo permiten para no ser víctimas de sus acciones, como sucede en las escuelas que hay que ser amigo del matón para que no le quite las onces o lo que es peor, con el recóndito propósito estratégico de mantener ocupadas a las Fuerzas Armadas colombianas.