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Sociedad y economía en cuidados intensivos

Gobiernos, dirigentes políticos, sindicales y gremiales, universidades y ciudadanos tienen que regresar a la pizarra y consensuar un nuevo modelo económico, un nuevo pacto social incluyente. La pandemia ha puesto en coma inducido a muchos ciudadanos y sectores económicos. El proceso de resucitación requiere cambiar de paradigmas para evitar una depresión mundial prolongada.

Clara López Obregón, Clara López Obregón
31 de marzo de 2020

“Mañana tendremos tiempo de sacar lecciones, de interrogarnos sobre el modelo de desarrollo que aplica nuestro mundo desde hace décadas y que ha revelado sus fallos, nos tendremos que interrogar sobre las debilidades de nuestra democracia. Pero lo que ya ha revelado esta pandemia es que la sanidad gratuita, sin condiciones de ingresos, de profesión, nuestro estado del bienestar, no son costes o cargas, sino bienes preciosos, unas ventajas indispensables (…) y que este tipo de bienes y servicios tienen que estar fuera de las leyes del mercado”. Son las palabras del presidente Macron de Francia quien hasta la víspera se empeñaba en reemplazar el Estado de bienestar francés con reformas pensionales y laborales dictadas por ese modelo, ante la resistencia airada de los “chaquetas amarillas” y de cientos de miles de trabajadores organizados.  

Las vulnerabilidades sociales del modelo económico se han revelado en el sector salud donde la gestión como negocio milita en contra de su componente de salud pública. En Colombia, si bien el sistema subsidiado lleva la cobertura formal a más del 90 por ciento, el acceso real está limitado por ausencia de inversiones no rentables fuera de las grandes ciudades y en las zonas rurales. A lo anterior, se suma la escasa investigación y desarrollo de antibióticos y vacunas, bienes públicos por excelencia que no son negocio para nadie y que el Estado no asume por el mal funcionamiento del sistema democrático. La sentencia de Vladdo es muy relevante: “Cuando el gobierno quiere, el Estado puede”.

Pero la vulnerabilidad más acuciante corresponde a la enorme proporción de la fuerza laboral que vive al día, en la precariedad del empleo formal producto de la flexibilización laboral y en la informalidad. Se trata de al menos nueve y tal vez hasta quince millones de trabajadores que no tienen acceso a subsidios estatales, pero tampoco ahorros suficientes para sostener a sus familias durante la cuarentena. 

En igual circunstancia se encuentran el grueso de las empresas del país. Salvo las grandes corporaciones en sectores no directamente afectados como las aerolíneas, las mipymes, pymes, pequeñas y medianas empresas requieren apoyo directo para pagar nóminas, impedir la quiebra y evitar un desempleo catastrófico que agrave la situación de las familias no solamente durante la crisis sino de manera permanente. No hay que olvidar que el reemplazo de cada empresa que se quiebre puede demorar años. 

La Ocde ha calculado que las cuarentenas en sus países miembros ya han recortado la producción en una cuarta parte. El cálculo para Colombia es de una reducción del 22 por ciento, en EEUU del 25 y en Grecia, la peor librada, del 34 por ciento. Y es apenas el comienzo. Lo que está en juego es cómo evitar un colapso de las economías que pudiese desembocar en una depresión mundial. 

A ello hay que sumar que el aislamiento obligatorio y las restricciones de toda actividad no esencial van a extenderse dos o más meses antes de empezar a flexibilizarse. De levantarse prematuramente, el sacrifico económico y social ya incurrido habría sido en vano, pues seguiría una segunda ola de contagios. De ahí que los distintos gobiernos hayan expedido paquetes de medidas orientadas a salvar empresas y empleos, otorgar liquidez al sistema financiero para extender plazos y refinanciar deudas de empresas e individuos y dar la mano a los hogares mediante giros directos y aplazamiento de pagos de impuestos. 

Pero lo anunciado hasta ahora no va a ser suficiente. Todavía no alcanza para reemplazar los ingresos que no llegarán pues hay sectores completamente borrados del mapa por ausencia total de demanda: restaurantes, cafeterías, peluquerías, tiendas de misceláneas, ventas callejeras, hoteles, aerolíneas, empresas de transporte, entre muchas otras. Y falta el impulso a la reactivación cuando se supere la pandemia.

Gobiernos, dirigentes políticos, sindicales y gremiales, universidades y ciudadanos tienen que regresar a la pizarra y consensuar un nuevo modelo económico, un nuevo pacto social incluyente. La pandemia ha puesto en coma inducido a muchos ciudadanos y sectores económicos. El proceso de resucitación requiere cambiar de paradigmas para evitar una depresión mundial prolongada.

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