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Sube y baja

Mientras Noemí sobrevive con las uñas, Uribe se lanza a hacer una propuesta que terminó en su contra

Semana
24 de septiembre de 2001

Los asesores gringos que contratan los candidatos para ganar las elecciones lo llaman stir the pot. Que en estricto sentido traduce “rebullir la olla”, algo que recomiendan cuando el candidato está bajando en las encuestas y necesita un golpe de opinión para recuperar terreno perdido o volverse a situar en el centro de la controversia.

Cuando un candidato opta por eso, por stir the pot, es fácil adivinar que tuvo un bajonazo en las encuestas. Y eso es exactamente lo que le ha sucedido a Alvaro Uribe con su propuesta de traer tropas extranjeras para resolver el problema de Colombia con la guerrilla, que le cayó como una patada a la opinión pública y que podría muy bien costarle a Uribe la posibilidad de recuperar el segundo puesto en las encuestas.

En cambio, los últimos datos dan sorpresivamente a Noemí sobreviviendo. Logró recuperar ese segundo puesto, cuando todo indicaba que su desplome era creciente.

En apariencia, la estrategia de la campaña noemicista de saturar los medios con sus intervenciones, incluso con entrevistas que le hacen los propios empleados de su campaña —auténticas autoentrevistas— en momentos en que los grandes encuestadores inician ‘trabajo de campo’ para publicar una nueva encuesta, podría estar resultando. A punta de insistir en empleo, que los otros candidatos han abandonado del todo, Noemí ha evitado su colapso, en medio de una campaña nada brillante y llena de equivocaciones por culpa de las cuales ha venido rebajando sistemáticamente en el escalafón que arrancó ocupando en las encuestas, de acuerdo con el favoritismo de la opinión.

Su lanzamiento en Cartagena fue la vitrina más grande de esas equivocaciones. Ni el tono de su discurso, ni las gesticulaciones inarticuladas con respecto al texto que leía, ni un público que parecía sacado de Yo, José Gabriel, como si estuviera invitado a ver un espectáculo pero absolutamente ajeno a las emociones que intentaba provocar la candidata, permitían guardar optimismo con respecto a las posibilidades de Noemí. Con el agravante de que una mala encuesta se retroalimenta: mientras más mal aparece ranqueado el candidato, más tendencia tiene a desganarse la opinión.

Pero mientras Noemí sobrevive con las uñas, y quizás esa sea la razón, Uribe se lanza a hacer una propuesta con la que esperaba rebullir a la opinión a su favor, pero terminó en su contra.

No sólo por impopular sino por impracticable, en los siguientes sentidos:

—Los Cascos Azules son una fuerza de peace-keeping, y no de war making. Su razón de ser es la de reforzar procesos de paz y no la de hacer la guerra. Por lo tanto es completamente iluso pensar que los Cascos Azules estarían dispuestos a venir aquí a hacer la guerra que le corresponde hacer a nuestras Fuerzas Armadas.

Colombia no es Yugoslavia, ni nuestro territorio está balcanizado. Aquí no hay ni conflictos raciales, ni conflictos religiosos, ni media población en guerra contra la otra media. Aquí lo que hay son dos bandos ilegales, guerrilla y autodefensas, y en la mitad la inmensa mayoría de colombianos desaprobando sus acciones violentas. Por lo tanto, es un conflicto que le corresponde resolver internamente a Colombia. Al mando en nuestro país sigue existiendo un gobierno democrático y no unas Farc talibanizadas. Es muy improbable que nos vean lo suficientemente peligrosos como para que las Naciones Unidas, o inclusive el ejército gringo, se le midan a resolver nuestro conflicto interno.

Pero como si las razones anteriores no fueran suficientes para demostrar la inoperatividad de la propuesta de Uribe, con ella, además, logró que sus aliados naturales, las Fuerzas Militares, salieran a criticarlo. Porque en el fondo, proponer recurrir a los Cascos Azules es asumir que el Ejército colombiano no pudo solo.

Yo jamás he oído a los generales admitir que están derrotados: con frecuencia se quejan de la falta de recursos y piden mayor colaboración de la ciudadanía. Pero jamás los he oído pedir a los Cascos Azules como requisito para ganar la guerra.

En conclusión, la movida de Uribe es indicativa de una campaña preocupada con las encuestas. En enero aparecerá una nueva de Napoleón Franco, que revelará quién arranca el año ocupando el segundo puesto después de Serpa. Lo extraño sería que Noemí siguiera ocupándolo sin merecerlo su campaña. Pero también sería extraño que volviera a ocuparlo Alvaro Uribe, después de haber hecho esta propuesta que tan mal les cayó a sus enemigos como a sus amigos. Ya veremos qué dice la opinión.