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Punto de quiebre en renovables

Ya las tecnologías renovables no son un embeleco de ambientalistas ni un engendro de costosos subsidios estatales. Son la solución de más bajo costo.

Esteban Piedrahita, Esteban Piedrahita
24 de enero de 2019

Australia es una de las principales potencias minero-energéticas del mundo. Esta nación-continente exporta cerca de $210.000 millones de dólares al año en minerales (casi 10 veces lo que exporta Colombia en ese rubro) y ha logrado aprovechar las riquezas de su subsuelo (que representan cerca del 60% de sus exportaciones de bienes y del 8% de su PIB) para construir una de las sociedades más prósperas del mundo. Al cierre de 2018 su economía acumulaba 27 años sin padecer una recesión.

En lo que refiere a minerales combustibles, Australia es el primer exportador de carbón del mundo (Colombia es el cuarto) y el segundo de gas natural licuado. Dada esta privilegiada condición, resultan especialmente notables los resultados del último estudio de estimación de costos para nueva capacidad de generación eléctrica en ese país, publicado en diciembre por CSIRO, la agencia nacional de ciencias australiana, y AEMO, el agente operador de su mercado eléctrico nacional.

La conclusión central del estudio “GenCost 2018”, que se utiliza como base para planificar la expansión de la red de generación australiana, es que cuando se calcula el costo global (inversión de capital inicial más costos operativos) de las diferentes tecnologías disponibles para la instalación de nueva capacidad eléctrica, las alternativas más económicas hoy son la solar y la eólica.

Estos resultados se obtienen a partir de condiciones de mercado. No están mediados por ningún tipo de subsidio a las energías de fuente renovable, ni por impuestos particulares a las que no lo son. Y adicionalmente, resultan válidos aún cuando se incluyen costos de almacenamiento, que pueden ser requeridos para dar confiabilidad a los parques solares y eólicos por la sensibilidad de estos a los cambios de clima.

Aún más, los resultados no incorporan los riesgos normativos a los que se enfrentan las tecnologías basadas en combustibles fósiles por los compromisos adquiridos por los países en el Acuerdo de Paris sobre cambio climático. Una vez se agrega a los modelos un “precio” al carbono o una prima por este riesgo, la ventaja en de las energías renovables desde luego aumenta. Asímismo, cuando se realiza el ejercicio de proyección para 2030, 2040 y 2050, incorporando avances en tecnologías de captura de carbono y de generación nuclear, entre otras, la superioridad de la solar y la eólica, cuyos costos de inversión seguirán cayendo, se profundiza.    

Estos resultados son trascendentales y muy esperanzadores para el planeta. Ya las tecnologías renovables no son un embeleco de ambientalistas ni un engendro de costosos subsidios estatales. Son la solución de más bajo costo.

También imponen un llamado a la acción a un país como Colombia, que aunque tiene una matriz energética bastante limpia, por la proliferación de grandes hidroeléctricas dificilmente repetibles, ha sido tímido en la adopción de nuevas tecnologías renovables. A pesar de los intereses de los incumbentes, tanto productores de combustibles fósiles como generadores elécticos tradicionales, hay que ser más osados en la innovación regulatoria.

Igualmente se plantea un reto para la sostenibilidad fiscal de país y su misma estrategia de desarrollo económico. Acelerar la venta de participaciones del Estado en Ecopetrol luce aún más atractivo, y buscar fuentes de recursos y crecimiento más allá de la explotación del subsuelo, sin desechar las oportunidades que este ofrece, resulta más urgente.