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Teléfono Rosa

La rectificación es, por supuesto, menos emocionante que el falso chisme. Lo siento. Pero en cambio tiene el mérito de que es verdad

Antonio Caballero
29 de abril de 2002

El Tiempo es el Unico diario de circulación nacional que queda en Colombia. En El Tiempo, la sección más leída no es la editorial, ni la de deportes, ni la de farándula, ni la de anuncios clasificados, ni la de los monos. Es una sección de chismes que se llama ‘Teléfono Rosa’. No sólo por su tema —los chismes— sino porque tiene la característica que más parece gustarnos a los colombianos, sin distingo de raza, religión, ideología, nivel cultural o clase social: que es absolutamente irresponsable. ‘Teléfono Rosa’ ni verifica, ni rectifica.

Me voy a permitir rectificar un chisme de ‘Teléfono Rosa’ referido a mí, aparecido el domingo pasado, y que hace ya tres años, cuando fue publicado ahí mismo citando la misma fuente, intenté rectificar, sin éxito, hablando personalmente con los encargados de la sección. La rectificación es, por supuesto, menos emocionante que el falso chisme. Lo siento. Pero en cambio tiene el mérito de que es verdad.

Cuenta ‘Teléfono Rosa’ que acaba de contar el periodista José Pardo Llada que, “durante una corrida de toros en Cañaveralejo, un personaje de la sociedad caleña, Jesús Aguirre, le propinó a Caballero dos tremendas bofetadas por haber irrespetado la memoria de Alvaro Gómez Hurtado”. La nota de El Tiempo, titulada prometedoramente ‘Los trapos al sol’, se cierra con una regocijada frase: “Las cosas que vienen a saberse”.

No, señores de El Tiempo, inasequibles a la rectificación: no vienen a saberse. Vienen a inventarse. Porque lamento tener que aguar su regocijo: pero a mí nadie, nunca, me ha dado bofetadas. Ni siquiera mi hermana mayor, cuando era niño. Y tampoco me han dado puñetazos, como afirmaban hace tres años Pardo Llada y sus corifeos de ‘Teléfono Rosa’ en su primera versión, la que rectifiqué verbalmente sin obtener el honor de la letra de imprenta. Sólo me han pegado una vez, cuando tenía 17 años, en una pelea de discoteca: un puño del cual guardo todavía la cicatriz en la ceja. En Cali, nunca. Un amigote del doctor Gómez Hurtado, mucho menos.

Supongo que el señor Pardo Llada, y su acuciosa claque de El Tiempo, se refieren a un incidente bien distinto que ocurrió hace tres o cuatro años en Cañaveralejo. Antes de que empezara la corrida, un individuo —no puedo decir si era un personaje de la sociedad caleña o no, ni si se llamaba como ‘Teléfono Rosa’ dice que se llamaba o no, pues no dio su nombre ni mostró su rostro— me hizo llegar una razón con un muchacho de los que pasan whiskies en los toros en Cali:

—Mire hacia allá —me dijo—, que lo llama un señor.

Miré hacia allá. Y desde bien allá un señor —¿un señor?— lanzó en mi dirección un berrido procaz haciéndose altavoz con las manos.

—¡Hijuepuuuuuutaaa!

Pido perdón a los lectores por la grosería de la expresión usada por el señor Jesús Aguirre en defensa de la memoria del difunto Alvaro Gómez Hurtado (si es que el vociferante individuo se llamaba así, y si es que era un señor). En todo caso, eso fue lo que gritó, y fue todo lo que hizo. Y se tapó tras la barrera. Le hice con el dedo señas de que viniera más cerca, por si no le había oído bien, o de que por lo menos asomara la cabeza. Ni la asomó, ni vino. Por eso no sé si es cierto que se llamaba como ahora dicen que se llamaba, ni si, pese a sus toscos modales, era de verdad un personaje de la sociedad caleña. A lo mejor era el propio Pardo Llada, planeando su columna del día siguiente. O era el anónimo redactor de ‘Teléfono Rosa’. Nunca se supo. Aquí sigo esperándolo.

(Espero al personaje, no la bofetada. Conociendo a esa clase de gente sé que el golpe, si viene, no será en la cara sino en la nuca).

Sobra decir —lo he dicho muchas veces, frente a los muchos personajes de la sociedad que me han gritado insultos desde detrás de un burladero— que también es falso lo de que yo haya “irrespetado” la memoria del finado jefe de la ultraderecha. No he hecho más que repetir, con repugnancia, las cosas que él decía de sí mismo con jactancia.

Sobra decir además que no me preocupa lo de Pardo Llada, ese otro señor o personaje o como quieran llamarlo para darle importancia, o al menos dignidad. Si me he tomado el trabajo desagradable de dedicarle una columna a este tema anecdótico es porque lo que sí me preocupa es que también El Tiempo se esté rebajando hasta su estilo mafioso de chantajista habanero de los tiempos de Fulgencio Batista. Porque, como decía al principio, El Tiempo es el único diario de circulación nacional que hay en Colombia. Y ‘Teléfono Rosa’ su sección más leída.

Podría verificar esto con los 23.000 espectadores que asistieron al incidente en la plaza de toros de Cañaveralejo. Pero tampoco creo que esta vez verifique. Ni rectifique.