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TERREMOTO MORAL

Por: Antonio Caballero

Suponiendo que la economía consiga salir de la crisis, que esa es una. Suponiendo que
se llegue a alguna forma de paz, que esa es otra. Suponiendo esos dos logros, ya portentosos en sí
mismos, todavía quedará por hacer lo más difícil, que es rescatar a los colombianos de la degradación moral
en que estamos hundidos.Salir de la crisis económica exigiría, por supuesto, ha-cer lo contrario de lo que han
venido haciendo los gobiernos de los últimos 20 ó 30 años con el resultado de sumir al país en ella. Pues no
es coyuntural, ni simplemente heredada de la frivolidad amiguera del gobierno de Samper. Es estructural,
es vieja, es deliberada: es consecuencia de una política. Estamos en ella gracias a toda esa sabiduría
económica que se resumía en la cínica frase de "el país va mal, pero la economía va bien". Era una frase
falsa, en la cual el "pero" hubiera podido cambiarse por un "porque": el país va mal, porque va bien la
economía de unos pocos. Ninguna economía puede ir bien cuando un país va mal. Pero la historia es vieja. Ya
en los tiempos de Ospina Pérez en medio de los ríos de sangre de la violencia política y agraria se hicieron
muy hermosas fortunas: el país iba mal, pero la economía de unos cuantos iba de viento en popa.Para que la
economía vaya bien es necesario que también el país vaya bien. Es decir, es necesario ocuparse de las
condiciones de vida de los colombianos: del mercado interno, si prefieren. De la producción para el mercado
interno, y del consumo interno. O sea: hay que dejar de obedecer ciegamente los consejos y recetas
impuestos por el Fondo Monetario y el Banco Mundial, que en vez de resolverla han agravado la crisis.
Si hoy nos están atracando, robando, secuestrando y asesinando a todos en cada esquina de la calle, en
cada curva de la carretera, es porque se ha acumulado en el país una masa insostenible de miseria,
engendrada por una estructura de injusticia absoluta. Una miseria que genera violencia, y que se agrava con
la violencia que genera. A los funcionarios del Fondo, o del Banco (muchos de ellos ex ministros del Estado
colombiano que fracasaron en su tarea local), que miran las cosas sobre un papel milimetrado sin verse
importunados por el silbido de las balas, les da igual. A lo mejor tienen razón en eso que llaman "lo macro",
en eso que llaman "el largo plazo". Pero los demás vivimos en lo micro: en lo cotidiano. Hasta los magnates
tienen que cruzar esquinas o coger curvas en las carreteras, así sea rodeados de guardaespaldas. Y todos
vivimos en el corto plazo: en el largo, todos estaremos muertos, decía Keynes, ese economista tan
despreciado hoy por los autistas funcionarios del Fondo y del Banco.El logro de la paz pasa también, entre
otras cosas, por la renuncia a las recetas de guerra dictadas por Estados Unidos. Para empezar, por la
renuncia a su ayuda, que sólo ha servido para complicar las cosas. Ayuda contra la droga: contra ese
problema artificialmente creado por la política prohibicionista de los gobiernos norteamericanos y que no ha
hecho otra cosa que corrompernos. Ayuda contra la guerrilla: ¿no es curioso que los militares colombianos,
formados todos en Estados Unidos, con asesores gringos y armamento gringo (aunque de segunda mano),
sean tan incompetentes en su guerra contra una guerrilla campesina de la cual se dice, con estúpido desdén,
que no conoce el mundo? Si los gobiernos colombianos quieren ganar la guerra, o pactar la paz, no
deben reclamar más ayuda: deben rechazar la mala ayuda que hay, pues sus efectos han sido tan
nefastos en lo militar, lo político y lo social como lo han sido en lo económico los consejos del Banco y del
Fondo.Pero esta guerra civil que nos han ayudado a agravar, y esta crisis económica que nos han
aconsejado profundizar, han tenido consecuencias no sólo militares, políticas, sociales y económicas, sino
también morales. Y la descomposición moral de los colombianos producida por ellas sí es cosa nuestra. Los
corrompidos somos nosotros, aunque nos hayan ayudado a corrompernos. La nuestra _porque es nuestra_ es
una corrupción en la cual hemos venido hundiéndonos casi sin resistencia, y cada día más aceleradamente. Y
es de todos nosotros. De los llamados 'actores militares del conflicto' _guerrilla, Ejército, paramilitares_ que
actúan de forma cada día más inhumana. De los políticos, cada día más cínicos, de los banqueros, cada
día más avispados, de los periodistas, cada día más complacientes con el horror. De los ricos y de los pobres,
cada día más acomodados a la ley de la selva y del 'sálvese quien pueda', sobreviviendo como fieras en los
campos abandonados y en las ciudades deshechas, como saqueadores después de un terremoto. Nos
han ayudado a fabricar el terremoto: pero el comportamiento de saqueadores es nuestro. Lo vemos a
diario: lo hemos visto inclusive en los verdaderos terremotos.Salir de la sima de podredumbre moral en la
que hemos caído los colombianos no va a ser fácil. Pero es cosa nuestra. Tarea nuestra. No nos va a ayudar
nadie, y no podemos permitir que vengan a salvarnos esos profesionales salvadores de la patria que siempre
aparecen después de los terremotos.