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TIROS DE TRES ESQUINAS

Semana
13 de abril de 1998

Poco o nada sabe uno de la guerra. Saben las madres y las novias del Caguán, de Las Delicias, de Patascoy. Saben los comandantes de tropa, cuando saben, pero al menos, todos conocen el acíbar de la derrota. Y eso es saber de la guerra. Saben los dactiloscopistas y funerarios. Sabe la Cruz Roja. Uno en la ciudad no sabe nada, a menos de que lo busque la guerra en la intimidad de su hogar, como enel crimen, que no pasa, de Mario Calderón, de su compañera y de su padre. No sabe nada de la guerra el Presidente de la República, ni su gótico ministro y no sé si el comandante general de las fuerzas sepa de la guerra, más allá de su fachada de cultura, de su locuacidad ante las cámaras. ¿Dará acertada conducción militar, de dientes para afuera?
La guerra es en extremo seria. Traumatiza. Cada cual ha conocido alguna persona mayor, extranjera, que vivió o cuyos padres vivieron los conflictos mundiales y que aún conserva economías de guerra y aquella amargura inexpresiva por pérdidas de todo orden, súbitas, injustas, de bombardeo.Detrás de algunas palabras graves, la prensa le atribuye al presidente Samper una frase asaz deportiva: "Los medios de comunicación no cuentan los goles que tapan las Fuerzas Armadas, sino los que les meten". Vaya. Se necesita un espíritu ligero para asociar deporte _el asediante fútbol_ con tragedia nacional, con tétrico acontecimiento que envuelve derrota, pérdida de posiciones, retroceso militar. "El llanto militar creció en diluvio" cabría más para describir el momento que vivimos, apelando al verso de Quevedo.
La gracia a Samper le sale a veces destemplada. La seriedad del humor es bien curiosa: no hay nada más adusto que esta ironía amarga, nacida del desencanto, que definió Madariaga como humor. El chiste y la broma son otra cosa y es este tipo de gracejo el que resulta poco oportuno lucir en los entierros. Y Tres Esquinas resultó, en este marzo cabalístico, un inmenso, un inconmensurable entierro de nuestro joven Ejército y, aunque menos sabido, de nuestra juventud guerrillera. Nuestra, porque se trata de colombianos, amén de hijos de campesinos, robados para la guerra. ¿A sus madres, quién las compadece? Un chascarrillo deportivo ("Nos metieron un gol") no cabe, ciertamente, en medio de tanto dolor familiar y de tanto rubor castrense. Similar inoportunidad lució el Presidente en los predios vaticanos, con un bromear confianzudo, como de recién arribado al jet set europeo.No hay goles para el Ejército, sino vergonzosas derrotas, irreparables pérdidas humanas. Las brigadas más preparadas son emboscadas por feroz guerrilla avezada, de 40 años de batallar en terrenos conocidos.
Nada más lamentable que ver a Samper y al ojival ministro en el campo de batalla. Es cierto que Napoleón era regordete, pero estoy seguro de que olía a pólvora. Ernesto medianamente se colocó _como dicen en Bogotá_ una camisa verde oliva. Póntela, te irá bien con el camuflaje de los demás y esta gorra, a la cual le he quitado la marca, y es también verde. ¿Te acuerdas de lo que compramos en Suráfrica?, porque no creo que te debas colocar esta otra, parecida a las que usa Mandela, y que imita muy bien las de camuflaje. No, no, esa no, que hago el ridículo. En alguna forma lo hizo, porque no se puede pasar de pantallear desafiando las calles de La Candelaria a viajar, una sola tarde, al campo de batalla, guarnecido de ejército, fuerza aérea, sin ningún riesgo más que el de parecerle al público nacional, en unión de su Ministro del Interior, como un refrito de la clásica pareja de Oliver Hardy y Stan Laurel, ánimas benditas.***
Afirma el 'Tigrillo' Noriega, en carta de muchos renglones, que "el presidente Lleras Restrepo fue absolutamente ajeno a todos los episodios de esa célebre noche (...) que culminaron en que Pastrana amaneció triunfador, no en Telecom donde yo me encontraba, sino en el Boletín oficial de madrugada de la Registraduría Nacional del Estado Civil".Me temo que el felino ministro de Gobierno de la época resiente de mi escrito de la 'Semana' pasada que no lo hubiera hecho protagonista único, como parece que lo fue, de los singulares hechos electorales del 70. Pero para mí, el Presidente, al que servía, no puede escapar a la responsabilidad histórica y estamos cansados de que todo ocurra a espaldas de los mandatarios.
Anuncia Carlos Augusto Noriega, y lo espero con avidez, que va a publicar "un libro con revelaciones suficientes para descifrar, ahora sí, el candente interrogante de si hubo o no fraude en las elecciones del 19 de abril. Será una obra polémica que tal vez, por fin, descifre la inagotable controversia".

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