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¿Todavía es posible construir un consenso en torno a la paz?

Antes de la presentación de las objeciones a la JEP el país se encontraba en un tranquilo empate negativo sobre el acuerdo de paz, pues el Gobierno, ni se comprometía a implementarlo, ni hacía nada por destruirlo. Con el anuncio de las objeciones, ese equilibrio se destruyó.

Julia Londoño, Julia Londoño
20 de marzo de 2019

Pese a que el proceso de paz es la mejor noticia que ha generado Colombia en muchos años, su diseño y alcances aún nos dividen. Un sector importante de la población, que se considera mayoritario por su triunfo en el plebiscito y en la elección presidencial, reclama para sí esos triunfos como un derecho para modificar los acuerdos de paz con las Farc.

De otra parte, las Farc han demostrado su compromiso con los acuerdos firmados y tienen el derecho a que se respeten los términos bajo los cuales aceptaron entregar las armas y desmovilizarse. Quienes concibieron y acompañaron el acuerdo de paz, pese a la derrota en el plebiscito, siguieron adelante con su deber moral de hacer lo que era mejor para el país: terminar el conflicto armado con la guerrilla más importante y vieja del hemisferio, salvar cientos de vidas y evitar los sufrimientos derivados de la guerra. Ellos también sienten (sentimos, para ser honesto, pues me incluyo en ese grupo) que se debe proteger tanto el logro como su diseño, cuya pieza central es una justicia transicional que permitirá que los actores de la guerra reciban penas no privativas de la libertad a cambio de la confesión de sus crímenes y de colaboración eficaz para dilucidar lo sucedido y reparar a sus víctimas.

Antes de la presentación de las objeciones a la JEP el país se encontraba en un tranquilo empate negativo sobre el acuerdo de paz, pues el Gobierno, ni se comprometía a implementarlo, ni hacía nada por destruirlo. Con el anuncio de las objeciones, ese equilibrio se destruyó.

Esta situación pone a Colombia en una situación que se denomina como la paradoja de la fuerza irresistible, en la cual una fuerza imparable choca contra un objeto inamovible. En este caso la fuerza imparable es el uribismo y la fuerza inamovible son los líderes del Sí. La única forma de solucionar este problema es que ambos empiecen a ceder en sus posiciones, pero para ello debe existir una premisa de sinceridad en la discusión sobre las verdaderas intenciones y alcances de las pretensiones de cada uno.

Para empezar a salir del empantanamiento en que nos encontramos, los voceros de la defensa del acuerdo deben aceptar que es posible introducir modificaciones, pero los voceros del No en el plebiscito deben aceptar que esas modificaciones no pueden alterar las condiciones que permitieron la desmovilización de las Farc, esto es, no se desarmaron para ir a la cárcel y su objetivo era hacer política. Esos dos aspectos fueron los que no permitieron llegar a un acuerdo en las negociaciones posplebiscito de 2016.  El uribismo quería enviar a la cárcel e impedir participar en política a los miembros de las Farc, condiciones que únicamente son posibles si hay una derrota militar del adversario, lo cual no fue el caso (y que se comprueba ante la incapacidad de derrotar al ELN que es una guerrilla mucho menor).

Si el uribismo renuncia a la idea de que le puede propinar una derrota humillante a las Farc por la vía política, cuando no la consiguió por la vía militar; y si los defensores del acuerdo aceptan que es posible introducir ajustes, como el aumento de los jueces en la JEP y de miembros de la comisión de la verdad mediante un nuevo mecanismo de selección, será posible avanzar en un diálogo que permita doblar esta página.

Pero si el objetivo no confesado de los voceros del No es la impunidad para otros actores del conflicto, entonces el diálogo será muy difícil, porque sus acciones no estarán dirigidas a mejorar el acuerdo, sino a evitar que muchos de los responsables de crímenes de guerra se vean en la necesidad de confesar las atrocidades que se cometieron.

De momento lo importante es que se empiecen a alzar voces, desde la sociedad civil, para encauzar las diferencias por la vía del diálogo y finalmente cerrar la discusión sobre una paz que nos beneficia a todos.

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