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Todo por una foto

Puede que el presidente interino de Venezuela sea así de ingenuo, pero la inteligencia colombiana que armó su operativo para que entrara a Colombia sí debía saber que ese territorio era un polvorín y que era controlado por los Rastrojos.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
14 de septiembre de 2019

Se volvió un ocho Juan Guaidó al explicar su foto con dos reconocidos criminales miembros de los Rastrojos en su entrevista con Blu radio. Le preguntaron que si se acordaba de la foto y de una respondió que no. En medio de frases inconexas, justificó su falta de memoria con el argumento que usan los celebrities: fueron tantas las veces que la gente lo paró para pedirle una selfi en su trayecto por entre las trochas desde la frontera venezolana hacia Colombia aquel 23 de febrero, que le fue imposible recordar una en especial.

Le preguntaron si sabía que ese día los Rastrojos habían declarado un paro armado para permitir que él y su comitiva pudieran pasar la frontera sin problema, –como lo denunció desde marzo pasado la Fundación Progresar de Wilfredo Cañizarez-. Pero Guaidó les respondió hablando de otra cosa: de la buena noticia que era la decisión de la OEA de activar el Tiar contra Venezuela por su decisión de darle abrigo al narcoterrorismo. Al final, le volvieron a preguntar si los Rastrojos les habían ayudado a pasar la frontera. En un abrupto cambio de tercio evadió la pregunta y reveló que ya estaba trabajando para pasarle toda la información al Gobierno de Duque sobre el paradero de los narcoterroristas de Márquez y Santrich en Venezuela. Es decir, fue más claro aquello de lo de “mujer con mujer, hombre con hombre, o todo lo contrario”.

Puede que el presidente interino de Venezuela sea así de ingenuo, pero la inteligencia colombiana que armó su operativo para que entrara a Colombia sí debía saber que ese territorio era un polvorín y que era controlado por los Rastrojos.

Puede que Guaidó no supiera quiénes eran realmente sus fans, pero sí tuvo que darse cuenta de que uno de ellos iba armado. Ese detalle debió haber sido suficiente para negarle la foto o por lo menos para recordarla, a no ser que tenga por costumbre tomarse fotos con desconocidos armados que se le aparecen en medio de unas trochas controladas por la ilegalidad –en unas zonas está el ELN y en otras los Rastrojos-.

Asumamos en gracia de discusión que Guaidó no sabía que la zona por donde iba a entrar fuera controlada por los Rastrojos, ni que Puerto Santander fuera su epicentro de operaciones para la extorsión, el tráfico de drogas, de armas y de migrantes a quienes les cobran por pasarlos a Colombia. Y digamos que tampoco sabía que los Rastrojos son una banda criminal ni que sus fans con los que se tomó la foto estaban relacionados con las casas de pique donde descuartizan y desaparecen a personas.

Puede que el presidente interino de Venezuela sea así de ingenuo, pero la inteligencia colombiana que armó su operativo para que entrara a Colombia sí debía saber que ese territorio era un polvorín y que era controlado por los Rastrojos. ¿Acaso nunca le contaron a Guaidó en qué se metía? ¿Nunca le informaron que ese territorio era controlado por los Rastrojos?  ¿Guaidó les preguntó cómo iba a ser el operativo?

En Cúcuta todo el mundo sabe que esa zona es controlada por los paras desde que Mancuso en los noventa llegó al Catatumbo a instalar el paramilitarismo y saben que ese puente fronterizo es una zona de los Rastrojos. Eso es un secreto a voces.  Por eso la pregunta: ¿se utilizaron en ese operativo a los Rastrojos para traer a Colombia al presidente interino de Venezuela? ¿Quién del Gobierno responde? ¿Señor canciller? ¿Cuál es la relación que hay entre inteligencia militar y los Rastrojos, los Pelusos y el Clan del Golfo que son varias de las bandas que operan en la zona de frontera con Venezuela, las cuales están librando una guerra a muerte contra las disidencias de las Farc y el ELN por el control de las economías ilícitas?

No se necesita ser Pitágoras para darse cuenta de que el régimen de Maduro está protegiendo a Márquez y su banda y a una parte del ELN y que operan de la mano tanto de las autoridades como de los colectivos venezolanos. Una realidad que ha indignado y con razón a todos los colombianos, a los del No, a los que apoyamos el proceso y a los exguerrilleros que sí cumplieron.

Pero si nos indigna que Maduro tenga una retaguardia armada para desestabilizar a Colombia mientras su pueblo muere de hambre y desfallece, también nos debería indignar que en Colombia haya una mano negra que esté buscando aliarse con ilegales armados bajo la premisa de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. La política con armas, sea de izquierda o de derecha, siempre es nefasta. Y esa mano negra se ve detrás de esa foto.

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Vea aquí el tercer capítulo sobre la serie Odebrecht: